Hipersexualización infantil: cuando los niños y las niñas se convierten en objetos

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La hipersexualización infantil es una auténtica película de terror. Las niñas y los niños de hoy día tienen una acceso casi ilimitado a esas ventanas que son las redes sociales o Youtube, donde su cerebros, hambrientos de emociones, acceden a informaciones donde ir desarrollando su identidad. Casi sin saber cómo dan un salto evolutivo a esa descarnada artificialidad donde no solo se adelantan etapas, sino que además, se pierden los cimientos de la autoestima y el auténtico autoconcepto.

Toda mamá recordará esa época en la que despertábamos a la pubertad ansiosas por probar un pintalabios, por ir un paso más allá y dejar nuestro vestuario infantil por algo más atrevido, más descarado. Son procesos normales, despertares normativos que nada tienen que ver con muchas niñas de hoy en día. Lo creamos o no, más que princesas, muchas niñas ansían ser reinas, reinas de una belleza fofa y dañina que desemboca muchas veces en que tengamos que tratar a criaturas de 9 años enfermas de anorexia o bulimia. Te invitamos a reflexionar sobre ello.

La hipersexualización vende

La hipersexualización es rentable para las grandes empresas y la mayoría de marcas de ropa y cosméticos lo saben. En la actualidad, tenemos por ejemplo el conocido caso de Kristina Pímenova, la «supuesta niña más bonita del mundo»,  que con casi dos millones de seguidores en Instagram, las marcas de ropa se la rifan mientras su hábil mamá gestiona esa temprana entrada al mundo de los adultos, de una jovencita de poco más de 12 años que vive sus días bajo las fotos y la mirada pública que la ve crecer.

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Tampoco podemos olvidar los certámenes de belleza infantil tan populares en Estados Unidos y en especial, en América Latina. Aquí la perversión de los medios va un paso más allá para crear situaciones totalmente delirantes y preocupantes. Las niñas son transformadas en mujeres en miniatura, completamente hipersexualizadas para competir entre sí ante un público selecto.

El fenómeno circense está abonado sobre todo por familias que orientan a estas niñas en el valor de que la belleza es poder, de que la belleza es estatus. En países como Venezuela, estos actos son muy populares, y se sabe de casos de niñas que ya han sido sometidas a operaciones de estética para corregir detalles, para «rellenar» matices que el tiempo, por sí mismo, ya habría modelado en su tiempo y en su momento.

La precocidad y la necesidad de «quemar etapas»

El año pasado, una conocida cadena de ropa, lanzó al mercado un bañador infantil donde la parte del sujetador incluía un sutil relleno para que niñas de 6 o 7 años parecieran mucho mayores. Afortunadamente, la reacción de las redes sociales acabó con la retirada de estas prendas de ropa.

Todo ello nos demuestra que afortunadamente la gran mayoría es sensible a este tipo de realidades donde queda patente una serie de ideas:

  • En la actualidad estamos viviendo una especie de presión social por acelerar procesos, por quemar etapas. Queremos que nuestros niños aprendan a caminar pronto, les retiramos el pañal lo antes posible, pasamos del alimento blando al sólido de forma rápida, y queremos también que los niños aprendan a leer y escribir a los 5 años.
  • Ante esa aceleración… ¿Cómo extrañarnos de que las niñas de 10 años vayan maquilladas al cole o que nuestros niños de 11 años nos traigan a casa a sus novias para ir a su habitación?
  • Quemar etapas trae como consecuencia no una mayor madurez, no una mejor identidad personal o una buena autoestima. Lo que ocasiona en realidad es una «involución» una precipitación en caída libre que a menudo, trae la infelicidad.

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Si desde niños les transmitimos el mensaje de que hay que crecer rápido, que hay que lucir siempre perfectos y atractivos, nuestros adolescentes construyen su identidad personal basada solo en la imagen corporal. Pero esta imagen corporal es una imagen excluyente e irreal.

  • Las niñas y niños que han recibido desde edades muy tempranas estos mensajes de hipersexualización a través de los medios o de sus propias familias, construyen su autoestima en base a una dimensión exclusiva: su cuerpo y apariencia física.
  • La apariencia es sinónimo de poder y un modo de validarse a sí mismos como «personas». Si al principio buscaban en refuerzo en su propia familia, a medida que se hagan mayores la buscarán en el sexo opuesto.
  • Es así como se desarrollan patrones de personalidad frágiles y vulnerables, personas que tienen en ellas mismas a sus propios enemigos aspirando siempre a la perfección, al ser admiradas y deseadas para de este modo, reafirmarse como personas. Es algo realmente triste.

Ser sensibles e intuitivos ante un mundo que hipersexualiza

El mundo hipersexualiza. Lo hace la televisión, lo hacen las industrias de juguetes al darnos muñecas de curvas perfectas y larga cabellera rubia y lo hace Disney, no tenemos más que recordar a sus dos mejores «productos» como lo fueron Miley Cyrus y Selena Gómez. Todas las niñas querían ser como ellas, ahora, todos somos testigos de esa evolución donde su hipersexualización les ha traído éxito, fama y poder.

Según un informe de la American Psychological Association grupo de trabajo las niñas y niños expuestos a mensajes sexuales propios de esta cultura de los medios son más propensos a desarrollar no solo una baja autoestima, sino también depresión y trastornos de la alimentación.

vida familiar

Es necesario que seamos personas intuitivas y sensibles a este tipo de realidades. Nuestras hijas e hijos imitan todo lo que ven e interiorizan cada cosa que forma parte de sus entornos más próximos.

  • Para evitar la hipersexualización no sirve de nada quitarles la contraseña del wifi de casa o dejar de renovar su contrato del móvil. La educación en materia de sexualización se inicia ya en la primera infancia, a través de los juguetes, los libros, los dibujos animados. Y de nosotros mismos actuando como referentes.
  • No se trata en absoluto de «prohibir que jueguen con barbies». Ofréceles más alternativas donde no existan los clásicos matices de sexo y género. 
  • Educa en igualdad, en apertura de mentes, en curiosidad, no dejes que se interesen de forma temprana por ámbitos que no son propios para su edad. Tendrán tiempo para todo, pero en su momento, no a los 6 años.

Jamás le digas a una niña de esta edad que está preciosa solo porque se ha puesto tu barra de labios o tu rimel. No le preguntes a un niño de 7 años cuántas novias tiene en el cole.


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