Los maravillosos efectos de la música en el cerebro infantil

niña tocando instrumento disfrutando de la música

Podríamos decir que en la actualidad, aún no hemos sacado el máximo provecho que la música puede ofrecer a un cerebro infantil. Resulta curioso cómo muchas mamás recuerdan sin duda la costumbre de escuchar a Mozart o a Bach a lo largo de la gestación. Fue durante los años 90 cuando empezaron a salir diversos estudios donde se hablaba de que este tipo de estimulación acústica mejoraba el desarrollo intelectual de los niños.

Ahora bien, la inteligencia de nuestros hijos depende de muchos más factores que del simple hecho de aplicar unos auriculares en nuestro vientre durante el embarazo. A la hora de hablar de música y de su relación con un cerebro infantil debemos tener en cuenta varios aspectos. El contacto del niño con la música debe continuar tras el nacimiento, y a medida que crezca debe sentir plena libertad a la hora de elegir los géneros que le atraigan. Aún más, tampoco basta con ser «meros escuchantes». La música se vive, se juega, se interactúa con ella y se inventa. En «Madres Hoy» te damos toda la información.

La música crea maravillosos efectos secundarios en el cerebro de un niño

En la sociedad de hoy en día y  en los centros educativos, el área musical se reserva la mayor parte de las veces a una asignatura en Primaria y Secundaria que se da un par de horas a la semana, y donde los niños aprenden a tocar un instrumento, generalmente una flauta. Para muchos de ellos es una aprendizaje poco estimulante. Sin embargo, cuando entramos a las aulas de preescolar, descubrimos el grato placer de esos niños de 4 o 5 años que aguardan con ansiedad ese instante en que tienen la oportunidad de aprenderse una canción nueva.

Si la música se ofrece como lo que es, una experiencia puramente emocional, la impronta que va a dejar en sus cerebros es maravillosa. No tenemos más que ver, por ejemplo, el increíble impacto que supone para un enfermo de Alzheimer el escuchar una melodía de su época, una simple canción o melodía.

Sus rostros apagados se encienden de nuevo a la realidad para sonreír, cantar, hacer palmas… Los mecanismos neuronales que rigen la inteligencia musical están unidos a las emociones, y ello, es un arma de poder que deberíamos canalizar y potenciar ya desde la primera infancia.

Niño disfrutando de la música

Descubrir la música a través de un instrumento

Según un estudio llevado a cabo en la Universidad de Northwester, Illinois, Estados Unidos, no basta con que los niños escuchen música. Una forma estratégica de potenciar su desarrollo cerebral es dándoles algún instrumento.

  • Es ideal que los bebés tengan el clásico xilofón, por ejemplo. Más tarde, pueden tener su primer acercamiento a un violín, un piano, un chelo…
  • Los científicos nos dicen que cuando los niños se acercan a un instrumento y juegan con los sonidos, experimentan y procesan sus cadencias, sus diferentes estímulos, se potencia en ellos lo que se llama «distinción neurofisiológica», lo cual, va a promover mejor su desarrollo del lenguaje y una mejor profundización del sistema de símbolos para mejorar la lectura.

Desde el Laboratorio de Neurociencia Auditiva de Illinois descubrieron también que el acercamiento temprano de los niños a la música a través de un instrumento, permite a su vez un mejor desarrollo y conectividad en diferentes áreas neuronales:

  • En la corteza frontal y occipital se establece una potente conectividad que permite desarrollar los procesos espacio-temporales.
  • Se desarrolla también su capacidad de abstracción y de conexión a su vez con los estímulos que forman sus entornos más próximos.
  • Se descubrió también que la música y la capacidad para empezar a interactuar con un instrumento, propicia la aparición de las llamadas ondas alfa, muy poderosas para favorecer la calma, la tranquilidad y la concentración. Es maravilloso, no hay duda.
  • Si además el niño empieza a estudiar música desde edades tempranas, se favorece a su vez el el razonamiento lógico-matemático y los mapas mentales. Estas habilidades suelen ser ligeramente complejas a lo largo de la vida escolar de un niño, pero si este primer acercamiento se lleva a cabo de un modo tan lúdico y emocionante como es mediante la música, los aprendizajes se asientan muchísimo mejor.

mujer tocando la guitarra para los niños

La música y las emociones

Padres y madres que transmiten a sus hijos la música desde edades muy tempranas como algo normal, en el contexto de ese día a día donde siempre suena el grupo favorito de papá, el cantante que más le gusta a mamá, hace que los niños se acerquen a estos estímulos musicales con curiosidad y luego con interés. Para encontrar su estilo, la música que lo define, que le hace sentir bien.

Los abuelos y abuelas, por su parte, siempre suelen enseñar canciones a sus nietos, es un legado generacional del que deben beneficiarse. Tampoco podemos olvidar los recursos educativos donde los niños aprenden nuevos idiomas a través de la música… Todo ello son estrategias idóneas que deberíamos complementar con algo tan apropiado como que los niños tengan a su alcance diversos instrumentos para jugar, para probar, aunque sean de juguete.

Poco a poco, y sin que nos demos cuenta, aprenderán a relajarse, a conectar mejor con los demás a través de la música. Vale la pena tenerlo en cuenta.

La música no solo crea nuevos y poderosos patrones neuronales donde las diferentes áreas del cerebro quedan conectadas entre sí de forma más eficaz y armónica. Desarrollar la inteligencia musical en un niño es invertir en sus emociones, es mejorar su memoria (recordemos que memoria y emociones siempre van de la mano), y es ante todo, ofrecerle un recurso personal mediante el que sentirse bien, sentirse libre y potenciar incluso su creatividad.

El cerebro del adolescente puede ser especialmente sensible

Un bebé que se acerca y disfruta de la música es un niño más curioso el día de mañana. Un niño curioso que disfruta creando y experimentando con la música suele dar paso a un adolescente que gestiona mucho mejor su mundo emocional.

Es una forma de expresión, un modo excepcional de canalizar la ira, la felicidad, de conectar con otras personas de su edad y de encontrar, por qué no, un espacio propio donde conocerse mejor. Acerca a tus hijos a la música desde edades tempranas, y permite a su vez que se sientan libres a la hora de elegir sus propios estilos musicales. Es una experiencia que merece la pena.


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