7 claves para utilizar la disciplina zen en tus hijos

disciplina zen para familias

La disciplina zen está basada en la calma y en el amor… dos ingredientes fundamentales para poder criar a niños que crezcan saludables emocionalmente. Crecerán con un buen equilibrio emocional que les permitirá desarrollarse como personas exitosas en el futuro.

Aunque en realidad, a todos los padres les sucede en algún momento determinado de sus días: se levantan queriendo ser zen todo el día, pero en cuanto los niños comienzan a comportarse regular… los nervios y el estrés afloran comenzando una batalla campal en casa.

Las batallas en casa no benefician a nadie; ni a los hijos, ni a los padres. En ocasiones, cuando los niños dicen algo (sin saber el poder que tienen las palabras y mucho menos sin entender que pueden hacerte daño diciéndote algunas cosas), pueden herir tus sentimientos. Cuando esto ocurre, tendrás que hacer un gran esfuerzo para no perder la calma y practicar la disciplina zen con tus hijos. La disciplina zen es ideal para criar a niños felices, pero es que para los padres también es necesaria para que la calma estén dentro de su ser siempre.

niños con disciplina zen en sus vidas

Teniendo esto en cuenta, es necesario que recuerdes que en todos los conflictos se necesitan dos partes, ¡y es que dos no discuten si uno no quiere! Mientras guías a tu hijo a tener un mejor comportamiento, es necesario que recuerdes la importancia que tiene el establecer una buena dinámica. Ésta dinámica debe estar repleta de principios zen para que la calma esté a vuestro favor, dejando el estrés o la ansiedad a un lado… para siempre.

A continuación vas a encontrar algunas formas de infundir principios zen (enseñanzas derivadas del budismo para enfatizar en la tranquilidad familiar) al mismo tiempo que disciplinas a tus hijos. Las bases son paz, calma, amor, comprensión… ¡y mucha empatía!

Sal de escena

Si comienzas a sentir cómo los nervios recorren tu cuerpo… deberás tener una visión diferente del conflicto mirando lo que ocurre con perspectiva. Puede ser difícil hacerlo en el calor del momento, pero recuerda que puedes resolverlo y tratarlo sin necesidad de enfatizar el dolor o el enfado.

Lo ideal es que seas capaz de alejarte de la situación (si no puedes hacerlo físicamente hazlo emocionalmente). Hazlo tomándote unos minutos para calmarte antes de hablar con tu hijo de nuevo. Cuando hables con tu hijo, recuerda que el objetivo es buscar soluciones y no remover rencores.

Visualiza la paz en tu mente

Es importante visualizar algo pacífico en tu mente para conseguir la calma en tu cuerpo. Recuerda que cuerpo y mente están conectados y si quieres sentir calma, primero tienes que visualizarla.

madre pensando en seguir la disciplina zen

Mientras quieres estar en calma, tendrás que pensar en algo que te haga feliz. Puede ser visualizarte dando un paseo por la playa, estar con un amigo, disfrutar de una cita con tu pareja, pasear por el parque… Piensa algo cercano y posible que te inunde de paz y piensa en eso. La calma llegará a ti en breves momento.


Piensa con perspectiva

Existen algunos comportamientos que se pueden sentir como molestos, como cuando los hijos se muestran desafiantes o indiferentes a tus palabras… Pero en realidad, es una parte normal del desarrollo infantil. Lo que debes tener en mente es que tu relación con tus hijos debe ser fuerte y amorosa, y cuando tengáis que resolver los problemas juntos, vuestro vínculo aún será mucho más fuerte.

Siempre que haya un problema que debáis tratar, siempre es necesario que como adulto, pongas lo que ha ocurrido en perspectiva y que de esa manera, no solo veas lo que tú crees si no que también sientas lo que tu hijo puede sentir en esos momentos.

Tú tienes el control

El hecho de que te calmes no significa que le estés dando el control de la situación a tu hijo, más bien es todo lo contrario. Si pierdes el control entonces estarás dando el poder del control de tus emociones a tus hijos, y eso, tanto a la corta como a la larga, es un grave problema de relación. Tu hijo necesita ver que tú eres quien controla tus sentimientos y sobre todo, que eres responsable de lo que haces y lo que dices. Esto le proporcionará seguridad y protección, dos bases imprescindibles para su bien crecimiento.

familia con disciplina zen

Del mismo modo, que tú te calmes antes no significa que tu hijo deba calmarse al mismo tiempo, cada uno tiene sus tiempos… Y tu hijo, a ser más inmaduro de forma natural, necesitará más tiempo y es probable que siga enfadada o con una mala actitud. Pero si le hablas de forma agradable mientras le recuerdas que él también tiene que hablarte con respeto, estarás estableciendo el tono y la guía que realmente quieres que siga.

¿Qué está causando ese comportamiento?

Piensa si en casa ha habido algún cambio significativo que haya podido desestabilizar emocionalmente a tu hijo. Quizá hay algo en la escuela que le está provocando estrés como el acoso escolar o que le cueste hacer su tarea pero que le dé vergüenza decirlo. Cuando tu hijo esté listo para explicarte lo que le ocurre, tendrás que llegar hasta la raíz de su comportamiento.

Las consecuencias se deben emplear

No tengas miedo de emplear las consecuencias. Ser Zen no significa que tengas que ser permisivo. Ya sea que se trate de tiempo muerto o de quitar privilegios, tienes que asegurarte de cumplir con las consecuencias que establezcas.

Los niños deben saber que no pueden ir más allá de los límites que tú estableces y salirse con la suya; de lo contrario, pondrán a prueba tus límites siempre que puedan, y cada vez peor.

Di «te quiero» siempre que les disciplines

Siempre tienes que asegurarte de decirle a tu hijo que le quieres cada día, incluso cuando le pides que tenga un mejor comportamiento porque tiene una mala actitud. También puedes explicarle que no te gusta desde el cariño para que sepa que una cosa es la conducta y otra muy diferente el amor por él. Tu amor por él nunca se verá condicionado por nada que ocurra.

Así tu hijo comprenderá que los miembros de la familia pueden tener conflictos o estar en desacuerdo, pero nunca debo olvidar cuánto se quieren.


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