
Hace algunas semanas que en los medios de comunicación surgió el debate sobre la necesidad de vacunar a las embarazadas de la tosferina. Esto se debe a que en los últimos años ha aparecido un repunte de contagios de esta enfermedad en la población, afectando también a niños menores de 2 meses, que es la edad a la que se les pone la primera dosis de vacuna, con lo que estos recién nacidos aún no tienen defensas suficientes. Si estuvieran expuestos a la bacteria causante de la enfermedad podrían contagiarse y padecer la tosferina, pudiendo ser una situación muy grave. Esto ha creado una importante alarma social y se han disparado las solicitudes de vacunación por las mujeres embarazadas, provocando en ocasiones cierto desabastecimiento de dicha vacuna.
¿Que es la tosferina?
La tosferina es una infección de las vías respiratorias altas, causada por una bacteria (principalmente Bordetella pertussis). Se trata de una enfermedad que puede afectar a personas de cualquier edad y ser muy grave en los bebés, especialmente en los más pequeños que aún no han iniciado el calendario de vacunación.
Cuando una persona infectada estornuda o tose, expulsa pequeñas gotitas que contienen la bacteria. Estas gotitas se mueven a través del aire y la enfermedad se propaga con gran facilidad de una persona a otra. Los pacientes no tratados pueden ser contagiosos durante varias semanas después de la aparición de la tos y, en general, la contagiosidad es mayor al inicio de los síntomas.
La mayoría de los bebés que contraen la tosferina lo hacen a través de las personas que los cuidan o visitan (madre, padre, hermanos, abuelos o cuidadores), quienes a veces ni siquiera saben que tienen la enfermedad. Por eso se trabaja en estrategias para reducir la transmisión desde el entorno cercano al recién nacido.

Síntomas de la tosferina
Los síntomas de la tosferina aparecen, por lo general, de 7 a 10 días después de que la persona haya estado en contacto con la enfermedad, pero algunas veces pueden pasar hasta 6 semanas antes de que aparezcan.
Al principio, los síntomas de la enfermedad son los mismos que los de un resfriado común: congestión nasal, moqueo, estornudos y tos o fiebre. A medida que progresa la enfermedad, aparecen los síntomas tradicionales de la tosferina, que son:
- Ataques de tos, seguidos de un fuerte silbido al coger aire.
- Vómitos con la tos.
- Agotamiento después de los accesos de tos.
La tos intensa suele durar unas dos semanas y, a partir de entonces, va disminuyendo en frecuencia y gravedad, aunque la recuperación completa puede tardar varias semanas más. En lactantes muy pequeños, además de la tos, pueden aparecer pausas de apnea, cianosis (coloración azulada) o dificultades para alimentarse, lo que obliga a realizar valoración médica inmediata.
Entre las complicaciones que pueden presentarse destacan la neumonía, la otitis media, la insuficiencia respiratoria, la encefalopatía y las convulsiones. La tosferina puede causar incluso la muerte, por lo que la prevención y el diagnóstico precoz son cruciales.
Diagnostico y recomendaciones
El diagnóstico precoz es fundamental para iniciar el tratamiento cuanto antes. Lo deseable es que comience durante la primera fase de la enfermedad (fase en la que se puede confundir con un catarro), así es más probable reducir la intensidad y duración de los síntomas. Actualmente, el diagnóstico se apoya en pruebas como la PCR de muestra nasofaríngea, el cultivo o, en fases más tardías, la serología. La tosferina se trata con antibióticos (habitualmente macrólidos), que siempre debe prescribir el pediatra o el profesional sanitario de referencia.
Una vez que se confirma el diagnóstico de tosferina y mientras dure el tratamiento, es aconsejable:
- Favorecer el descanso del bebé.
- Mantener la vivienda libre de irritantes (humo, productos químicos) para evitar que se produzcan ataques de tos con mayor facilidad.
- Ofrecer al niño porciones de comida reducidas y de forma frecuente, para evitar los vómitos, y animarle a beber abundante líquido para evitar la deshidratación.
- Seguir las indicaciones de aislamiento respiratorio según recomiende el profesional (sobre todo en las primeras semanas).
- Valorar, según criterio sanitario, la profilaxis antibiótica a convivientes y contactos estrechos.
Los primeros 3-4 meses de vida son el período de mayor riesgo de mortalidad por tosferina, dado que hay una mayor probabilidad de desarrollar complicaciones de la enfermedad, fundamentalmente porque la primera dosis de la vacuna se administra a los 2 meses de vida. En lactantes con apneas, signos de dificultad respiratoria, cianosis, mala alimentación o signos de deshidratación, el ingreso hospitalario puede ser necesario.
Prevención
La principal medida preventiva para evitar la tosferina es la vacunación. La vacunación de la embarazada, a partir de la semana 27 de gestación, ha demostrado ser la forma más efectiva de proteger al recién nacido, porque la transmisión al feto de anticuerpos (defensas) durante el embarazo, a través de la placenta, le protegerá hasta las primeras dosis de la vacuna que se administran a los 2 y 4 meses de edad. La vacuna de la tosferina es segura y bien tolerada por las embarazadas.
Actualmente se recomienda administrar una dosis de dTpa (difteria, tétanos y tosferina de baja carga de antígeno) en cada embarazo, preferentemente entre las semanas 27 y 36 (lo ideal es entre las semanas 28 y 32), ya que en ese periodo el paso de anticuerpos por la placenta es mayor. Si existe riesgo de parto adelantado, el profesional puede ajustar el momento de la vacunación para maximizar la protección. La inmunización necesita, como mínimo, alrededor de 15 días para desarrollar niveles protectores de anticuerpos.
Pasar la tosferina no garantiza la inmunidad permanente, por lo que incluso las personas que la hayan padecido deben vacunarse. Del mismo modo, haber completado el calendario durante la infancia o disponer de refuerzos previos en edad adulta no asegura niveles adecuados para proteger al recién nacido. Por ello se aconseja la vacunación en cada embarazo, independientemente de cuándo se recibió la última dosis de tétanos o difteria.
Además, se aconseja la vacunación del entorno del bebé, es decir, de todas las personas que tienen contacto con el lactante (padres, hermanos, abuelos…), para que esté protegido hasta que reciba las primeras dosis de la vacuna. Los expertos lo denominan la estrategia del nido (o cocooning) y se calcula que puede reducir hasta el 70% los casos de tosferina en lactantes menores de 3 meses. Esta estrategia es un complemento; no sustituye a la vacunación de la embarazada, que es la que aporta protección directa al recién nacido desde el nacimiento.
En los últimos tiempos se están haciendo cambios importantes en las medidas preventivas contra esta enfermedad. En distintos países se ha recomendado la vacunación de las mujeres embarazadas en el tercer trimestre ante el incremento de casos y la gravedad en lactantes pequeños, observándose después descensos significativos en la incidencia de tosferina grave en menores de 3 meses. En nuestro entorno, la vacunación en el embarazo está integrada en los programas de salud y, progresivamente, diferentes territorios han ido incorporando esta medida de forma estable.
Respecto a la coadministración, la vacuna dTpa es una vacuna inactivada (no contiene microorganismos vivos) y se puede administrar el mismo día que otras vacunas recomendadas en el embarazo, como la de la gripe, en puntos anatómicos distintos. También puede administrarse en días diferentes si así se prefiere.
¿Las embarazadas se tienen que vacunar de la tos ferina?
La respuesta es sí: vacunarse en el embarazo frente a la tosferina es la medida más eficaz para proteger al recién nacido durante sus primeros meses de vida, cuando aún no puede recibir las dosis infantiles. Al administrar la dTpa en la parte final del embarazo, aumentan las defensas maternas, que pasan a través de la placenta y confieren protección pasiva al bebé hasta que reciba su primera dosis en torno a los dos meses.
La tosferina es una enfermedad muy contagiosa que sigue presentando ciclos epidémicos cada 3-5 años, y la protección de las vacunas o de infecciones pasadas disminuye con el tiempo. Por eso se recomienda la vacunación en cada nuevo embarazo, aunque la madre esté correctamente vacunada o haya padecido la enfermedad años atrás. Esta vacunación materna debe interpretarse como una doble protección: para la madre y, sobre todo, para el lactante.
La vacuna recomendada para embarazadas es la dTpa para uso en adultos, que también protege frente a difteria y tétanos. Se administra en una sola dosis, por vía intramuscular (habitualmente en el deltoides del brazo). En general es muy segura, y su perfil de reacciones adversas suele limitarse a molestias locales leves (dolor, enrojecimiento, hinchazón) en las primeras 48 horas; de forma ocasional pueden aparecer cefalea, malestar, cansancio o febrícula transitoria. Pueden aliviarse aplicando frío local sin presión y, si no hay contraindicación, con paracetamol según las indicaciones del prospecto o del profesional sanitario.
¿Cuándo y dónde vacunarse? Seguridad, compatibilidades y dudas habituales
- Momento óptimo: entre las semanas 27 y 36 de embarazo, de forma preferente entre la 28 y 32. Si se prevé un parto anticipado, se aconseja valorar la administración antes para asegurar el paso de anticuerpos.
- Eficacia temporal: se estima que la respuesta inmune comienza a ser efectiva tras unos 15 días de la vacunación.
- Compatibilidad: puede administrarse junto con la vacuna de la gripe en la misma visita (en brazos distintos) o en fechas separadas.
- Seguridad: vacuna inactivada, no contiene virus vivos ni puede producir la infección. Las reacciones graves (alérgicas) son muy infrecuentes.
- Contraindicaciones principales: haber presentado anafilaxia a una dosis previa o a algún componente de la vacuna. En caso de fiebre alta aguda, suele preferirse posponer la vacunación hasta la recuperación.
- Dónde vacunarse: normalmente en el centro de salud (matrona o enfermería), en el hospital si hay ingreso durante el embarazo, o en dispositivos de vacunación privada si corresponde. La organización concreta puede variar según la zona.
- Antecedentes de vacunación o enfermedad: haber recibido dosis en la infancia o haber pasado la tosferina no elimina la recomendación de vacunación en el embarazo actual.
Medidas adicionales para proteger al bebé: entorno y hábitos de higiene
Las personas que conviven y cuidan al bebé (madre, padre, hermanos, abuelos, cuidadores) son las que principalmente pueden transmitir la tosferina por la tos y los estornudos. Además de la vacunación de la embarazada y del nido, es importante reforzar hábitos de higiene en el contacto con el recién nacido:
- Cubrirse la boca y la nariz con un pañuelo desechable al toser o estornudar.
- Depositar el pañuelo usado directamente en la basura.
- Si no hay pañuelo, toser o estornudar en el codo o la parte superior del brazo, nunca en las manos.
- Lavarse las manos con agua y jabón con frecuencia (al menos 20 segundos) o utilizar solución hidroalcohólica si no se dispone de agua y jabón.
- Evitar el contacto estrecho del bebé con personas enfermas, incluso aunque la madre o el bebé estén vacunados.
Es extremadamente importante que el recién nacido reciba su primera dosis del calendario infantil a los dos meses de vida, y continuar las dosis de refuerzo según el programa establecido.
Los conocimientos disponibles y la experiencia acumulada muestran que la combinación de vacunación materna en el tercer trimestre, vacunación del entorno y hábitos de higiene respiratoria reduce sustancialmente el riesgo de tosferina grave en los primeros meses. Si tienes dudas sobre la indicación, el momento concreto o la compatibilidad con otras vacunas o tratamientos, tu profesional sanitario puede valorar tu caso y resolverlas de forma personalizada.
