Amamantar en público como práctica para visibilizar y dar valor a la maternidad

Esta semana hemos sabido que Alía Joy se convertía en la primera bebé que ha podido ser amamantada por su madre en el Parlamento australiano. Es un paso muy importante el que dio la institución al permitir que las mujeres pudieran dar de mamar a sus niñas y niñas en el recinto. La normativa fue cambiada el año pasado, y antes de eso, los hijos de parlamentarias o parlamentarios no podían ni siquiera acceder a las instalaciones.

Para muchas personas, este hecho carece de importancia, otras hasta se molestan al comprobar que mujeres cuya imagen tiene repercusión pública, dan el pecho con total naturalidad. Pero lo cierto, es que Australia ha dado ejemplo de compromiso con la conciliación, otorgando el valor que se merecen los bebés y las madres, que también son mujeres, y tienen derecho a participar activamente en la vida política, dado que conforman la mitad de la población.

Un parlamento es una bi cámara legislativa, en la que sus representantes (elegidos por los votantes) manifiestan la voluntad del pueblo, teniendo la potestad de elaborar y aprobar leyes de carácter general. Y aunque la Declaración Universal de Derechos Humanos deja claro que cualquier persona puede participar en el gobierno de un país, sólo hay 18 países en los que las mujeres representan a la ciudadanía en porcentajes iguales o mayores al 36,9 %; mientras que en 2016 el número de presidentas de parlamentos, fue de 53 en todo el mundo, y se consideró un máximo histórico.

Y por si aún os pica un poco la curiosidad… tras las elecciones generales en nuestro país de 26 de junio de 2016, el porcentaje de mujeres electas para el Congreso de los Diputados, fue de un 39,4 %, casi 4 puntos más que en 2011 (fuente: INE). La participación de la mujer en la política ha ido incrementando, desde que se aprobara la LO 3/2007 de 22 de marzo para la igualdad efectiva de mujeres y hombres; impidiendo que las personas de cada sexo superen el 60 %, ni representen menos del 40 %.

Pero no fue hasta 1931, cuando Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken, resultaron elegidas diputadas en España, en un momento histórico en el que las mujeres no podían votar. Sin duda, su memoria se merece el reconocimiento y el respeto de todas nosotras. Y ahora volvamos a ese ejercicio de libertad y responsabilidad de amamantar en público, aunque sea en una cámara legislativa.

Amamantar en público como práctica para visibilizar y dar valor a la maternidad.

Tiene toda la razón del mundo Larissa Waters (senadora y mamá de la pequeña Alía), cuando afirma que “si el país quiere tener a mujeres jóvenes en la política, es necesario flexibilizar las normas, y convertir los espacios políticos en lugares amigables para madres”. Como ocurrió con Carolina Bescansa, siempre hay quien opina, que en estos casos se debería utilizar la guardería del Senado o del Congreso. Pero ¿sabéis qué?

Los humanos somos mamíferos, y los mamíferos recién nacidos necesitan el contacto con la cuidadora principal, para satisfacer necesidades básicas, y (a la vez) regular sus respuestas al estrés (estrés por hambre, dolor, inquietud…). Según D. Siegel y A. Schore, la madre moldea el cerebro del bebé durante el primer año de vida, esto es biológico, podemos desoírlo, pero es un hecho que no va a cambiar por las opiniones, o por “costumbres” modernas de criar. Laura Perales Bermejo, desde Crianza Autorregulada, afirma que “hasta los 6 meses de edad, el bebé no percibe que su mamá y él (ella) sean individuos separados. La madre es una prolongación del niño, … Cuanto más pequeño es, más daño causa la separación…”

La maternidad puede ser compatible con las obligaciones políticas.

Además de Carolina Bescansa, en Europa, tenemos otros ejemplos como Hanne Dahl (danesa) que fue con su bebé al Parlamento europeo en 2009, Lizia Ronzulli (2010) que seguía llevando a la niña aún cuando ya no era un bebé tan pequeño. O Unnnur Bra (islandesa), que abrió de nuevo el debate sobre la lactancia materna en su país a finales del año pasado. En un lugar (Islandia) en el que la maternidad y las mujeres, son muy valoradas.

¿Qué hay de raro en todo esto?, ¿tienen que impedir las responsabilidades políticas el ejercicio de la maternidad?, ¿a que no es tan incompatible? Además, no nos olvidemos, que esto es también luchar contra la desigualdad de género. Sinceramente, he leído comentarios y argumentos en contra, y son rebatibles (o no), pero lo que me sorprende tremendamente es la falta de análisis general cuando se opina sobre este tema, porque no olvidemos que (en el fondo) se trata de respetar las necesidades más básicas de criaturas que no se valen por si mismas.

Vivimos en una sociedad en la que (recomiendo leer este estupendo post de Nohemí Hervada) “las madres siempre tenemos que escoger, y enfrentarnos a la culpa y a los sentimientos encontrados, aún cuando la ‘carga y la responsabilidad que llevamos’ ni es valorada ni es remunerada. Quizás sea este el momento de reivindicar la maternidad compatible con otras obligaciones, y de pedir a las instituciones y al entorno, que sean flexibles y respetuosas, proporcionando los apoyos suficientes para que las madres ni se encuentren tan solas, ni se vean marginadas por el hecho de serlo.

Y sí, como habréis imaginado, estoy muy contenta de que las mujeres que son diputadas estén contribuyendo a esa visibilización, porque están en una posición privilegiada, y nos pueden beneficiar a todas.



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