Entrevistamos a Antonio Ortuño: «La incoherencia adulta hace mucho daño a los menores»

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Hacía tiempo que tenía esta entrevista pendiente: os presento a Antonio Ortuño, Psicólogo especialista en Psicología Clínica y Terapeuta Familiar. Puede que alguna de vosotras conozca el proyecto Familias Inteligentes, incluso alguno de sus libros (“Familias Inteligentes (claves prácticas para la educación)” y “¿Quién cuenta cuentos a mis padres”?). Lo conocí personalmente hace unos meses en un curso al que asistía como alumna, y su enfoque me gustó, sobre todo porque dista de situar a los menores de edad como “problemas” cuando surgen conflictos, y deja la responsabilidad a TODA la familia.

Antonio lleva más de 25 años trabajando con problemas asociados a la infancia y adolescencia, y asesorando a familias para que sean capaces de ejercer sus funciones parentales de forma respetuosa y positiva. Desde el centro de psicología y asesoramiento Familias Inteligentes, se ofrece terapia y formación; y la formación es una actividad a la que nuestro protagonista dedica mucho tiempo, colaborando con asociaciones y colectivos (familias o profesionales). Y no quiero alargar más la introducción, así que os dejo con la entrevista.

Madres Hoy: ¿Qué es para ti una familia inteligente?

Antonio Ortuño: Si partimos de la definición de inteligencia, como la capacidad de utilizar de forma adecuada la información procesada para resolver una determinada situación y poder adaptarse a los cambios que irremediablemente se van a producir, vemos que en al campo de la educación de nuestros hijos e hijas tenemos que ser inteligentes. Continuamente hay cambios, hay que tomar decisiones, resolver situaciones.

En definitiva, educar es dotar de herramientas a nuestros hijos e hijas para que sepan resolver situaciones presentes y futuras, acepten los cambios que en su vida se van a producir, aprendan a adaptarse a las realidades heterogéneas que se van a encontrar. Una familia inteligente busca esto.

MH: ¿Qué ingredientes necesita la crianza y educación para que los niños sean personas responsables consigo mismos y con los demás?

A.O.: Hay dos ingredientes fundamentales que tienen que estar presentes en cualquier receta educativa: la aceptación incondicional y el control respetuoso.

Sentirse aceptado es clave para avanzar, crecer, madurar, para sentir seguridad emocional. Nuestros hijos e hijas necesitan saber con absoluta certeza que sus padres le quieren y les aprueban, independientemente de su conducta, de sus éxitos, de sus fracasos. Han de estar convencidos que no existe nada en el mundo que pueda provocar que dejen de quererles, de cuidarles, de interesarse, de apoyarles. Debe pensar en todo momento, “mientras esté con mis padres no me va a pasar nada”.

Y el control respetuoso consiste en poner límites en la educación respetando sus ritmos evolutivos, regulando la satisfacción de sus necesidades para la construcción progresiva de su autonomía, y estableciendo las reglas del juego de la convivencia. Sin necesidad de castigar, amenazar, gritar.

MH: Creo que las madres y los padres no tenemos suficientes apoyos en una tarea tan importante, aprendamos de nuestros errores. ¿En qué nos estamos equivocando?

A.O.: Ser madres y padres perfectos es un propósito absurdo que sólo nos genera indefensión y agobio. Errores, pues todos cometemos. Uno de ellos es no compartir responsabilidades, es decir, cargarnos a nuestras espaldas la educación de nuestros hijos e hijas buscando la autosuficiencia, y no el apoyo de otros agentes educativos. Otro error muy habitual que me encuentro en mis terapias, es que mentimos constantemente a nuestros hijos e hijas. Sin ninguna mala intención, decimos una cosa y hacemos otra. Por ejemplo, le digo NO, pero hago SI.

La incoherencia adulta hace mucho daño a los menores. Otro error, buscar la obediencia y no la responsabilidad. La idea no es no cometer errores, sino cometer los menos posibles y aprender de ello.

MH: ¿Puedes explicarnos cómo funciona el ‘semáforo inteligente’?

A.O.: El semáforo inteligente refleja en sus tres colores las tres habilidades parentales que creo son vitales para ejercer unas buenas prácticas educativas. A saber, DECIR NO (semáforo rojo), NEGOCIAR (semáforo amarillo) y CONFIANZA y RESPETO (semáforo verde). En las últimas horas, cualquier padre o madre ha dicho que No a su hijo o hija, ha negociado, o ha intentado que haga por sí mismo conductas. El semáforo inteligente intenta aportar claves para hacerlo de forma respetuosa, equilibrada y sencilla para que nuestros hijos e hijas también aprendan a decir no, a negociar y a respetar y confiar las decisiones de los demás.

Es una técnica válida a cualquier edad, adaptable a cualquier formato familiar, eficiente a la hora de fomentar la responsabilidad y la felicidad de nuestros hijos e hijas. Cualquier mamá o papá que quiera profundizar en el tema, le invito a leer mi libro Familias Inteligentes: claves prácticas para educar, donde lo explico con todo detalle.

Libro "Familias Inteligentes"

MH: Según tu experiencia, ¿son los límites necesarios en la convivencia familiar y en la educación? ¿qué criterios deberíamos poner para establecerlos? ¿se negocian o se imponen?

A.O.: En cualquier escenario educativo hay límites. Es más, en cualquier escenario social. Por lo que es muy necesario que los padres y madres establezcan los límites, eso sí, de manera respetuosa, buscando en todo momento el equilibrio entre la responsabilidad y la felicidad, entre las obligaciones y los deseos. La técnica del semáforo inteligente ayuda a concretar los límites, dependiendo de quién tiene que tomar la decisión en las familias.

Los padres y madres deben diferenciar las tres situaciones a la hora de resolver los conflictos cotidianos. Hay problemas que deben gestionarlo los padres, y que no deben dejar decidir a sus hijos e hijas porque todavía no tienen los recursos para tomar decisiones (semáforo rojo); hay otros problemas que tienen que empezar a resolver nuestros hijos e hijas, con nuestra ayuda (semáforo amarillo); y un tercer bloque de problemas donde ya nuestros hijos e hijas no nos necesitan y porque ya tienen los recursos para afrontar sus realidades con ciertas garantías de éxito, y los padres y madres nos toca acompañar, con respeto y confianza.

Nuestro valor está en ofertar un modelo educativo sencillo y eficiente basado en el equilibrio de la responsabilidad y la felicidad, aprendiendo a ser amables con las emociones y firmes con las conductas

MH: En tus cursos hablas sobre los conflictos, ¿son inevitables en el seno de las familias? ¿Qué sacamos de bueno al resolver un conflicto?

A.O.: Si se preguntara a diez padres o madres al azar si en el día de ayer tuvieron algún conflicto o problema con su hijo/a, el resultado de la encuesta es fácil de imaginar. Igual ocurriría si la pregunta se realizara también a los hijos/as. Es imposible que el semáforo inteligente que tiene cada padre y madre en su cabeza coincida entre ellos, y a su vez coincida con el que tiene en la cabeza su hijo o hija. Si como madre piensas en rojo (NO) y tu hijo piensa en verde (SI), ya tienes el conflicto. También si como madre piensas en rojo y tu pareja en otro color.

En las familias, el problema no es tener conflictos, sino la manera de enfocarlos y resolverlos. Es fundamental aprovechar la cantidad de oportunidades y de momentos que se tienen en la infancia y adolescencia para gestionar de forma positiva los conflictos, ya que proporciona la dosis de seguridad necesaria para ejercer la responsabilidad en las diferentes etapas evolutivas. El semáforo inteligente lo facilita.

MH: ¿Cómo hace crecer la frustración? ¿la soportamos peor respecto a décadas anteriores?

A.O.: La frustración ha sido un mecanismo psicológico que siempre ha acompañado a la humanidad que nos ayuda a gestionar deseo y realidad, es decir, esperamos una cosa, la realidad no la concede, y necesitamos frustrarnos para rediseñar las expectativas. Nuestros hijos e hijas son máquinas a la hora de fabricar ilusiones (es muy sano), y luego estamos papá y mamá que gestionamos esos deseos y los adecuamos a la realidad, es decir, le ponemos un color del semáforo.

Si su deseo es tener un rato tu móvil, por ejemplo, y te lo pide, tienes tres opciones para bajarlo a la realidad: no dejárselo (rojo), decirle que se lo dejas cuando tenga el pijama puesto (amarillo) o se lo dejas directamente (verde). En el verde no aparece la frustración, en el rojo con toda seguridad, y en el amarillo puede. Y para ayudar a nuestros hijos e hijas a tolerar la frustración, es fundamental mantenerse en el color que has decidido. Con respecto a décadas anteriores, la frustración en la actualidad se tolera menos porque cambiamos de color con mucha facilidad.

Libro "¿Quién cuenta cuentos a mis padres?"

MH: Cuéntanos qué caracteriza a una familia feliz.

A.O.: En una familia feliz, en una familia inteligente, se reparte el protagonismo, de forma respetuosa. Existe un reconocimiento, un sentimiento de pertenencia, un interés por las experiencias de cada uno, por comprender e interesarse por las vivencias de los demás. Se produce de forma continuada un reajuste en el proceso de adaptación y acomodación mutua, aprovechando el día a día, las innumerables interacciones para su cohesión, para hacer agradables sus vidas. Procuran que sus hijos después de cada interacción familiar, se vayan mejor de lo que estaban.

En una familia feliz, en una familia inteligente, se potencia el deseo de significarse, de diferenciarse, respetando el ritmo de crecimiento de todos sus miembros. Sentirse útiles y especiales (el poder mostrar al mundo las propias competencias) es una necesidad vital.

En una familia feliz, en una familia inteligente, se disfruta a diario, intentando no acostarse sin realizar una actividad interesante, una actividad tanto individual como grupal, en casa o fuera de casa. Buscan la autenticidad, el apasionarse por algo, vivir la vida de la forma más genuina posible. La felicidad se lleva bien con el presente.

En cualquier receta educativa deben estar presentes la aceptación incondicional y el control respetuoso

En una familia feliz, en una familia inteligente, se piensa que el sentido del humor supone una actitud tolerante hacia la vida y sus contratiempos. Se aprende a aceptar mejor las dificultades, cogiendo las riendas de la propia vida y optimizándola en lo posible. La risa mejora la cohesión familiar. Enfocar la vida con sentido del humor mejora la función de padres. La risa es una inversión.

En una familia feliz, en una familia inteligente, se busca y se promueven los cambios, el avance. Son curiosas, ambiciosas, les gusta descubrir nuevas cosas. Suelen aportar resiliencia, es decir, creen en sus capacidades ante la adversidad, en su estilo de afrontamiento de los acontecimientos de la vida. Asimilando los conflictos no como problemas, sino como retos y oportunidades.

Me quedo con la frase “en una familia inteligente, se reparte el protagonismo, de forma respetuosa. Existe un reconocimiento, un sentimiento de pertenencia, un interés por las experiencias de cada uno, por comprender e interesarse por las vivencias de los demás“, y con el convencimiento de que cada una de nosotras podemos construir familias más inteligentes, y sobre todo más felices, en beneficio de cada uno de sus miembros, pero pensando mucho en los niños y adolescentes, que se sentirán acogidos y a la vez seguros con el establecimiento de ciertos límites necesarios. Agradezco a Antonio su colaboración y desde Madres Hoy le felicito por su trabajo.

Más información — Familias Inteligentes


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