Es inevitable sentirse presionado y exteriorizar nuestro enfado con ataques de ira. En plena tormenta gestionamos nuestra impulsividad con el enfado y lo traducimos en ira, un tremendo y mal sentimiento que muchas veces fundamos sobre nuestros hijos. Este tipo de ataques suponen un mal gesto y hay que saber controlarlos.
Quizás el problema no está en justificar que interiorizamos duras críticas hacia nosotros mismos, en que este tipo de comportamiento viene respaldado por el estrés diario al que nos sometemos y en haber tenido un pasado con algunas adversidades. Rotundamente hay que dar un no a este tipo de acto y debemos de buscar algún remedio.
¿Por qué surgen ataques de ira en los padres?
Es algo innato que manifestamos de forma inconsciente, pero algunos lo expresamos de forma más crítica e irresponsable que otros. Es por ello que hay que saber que la ira subordinada en los adultos puede a llegar a ser muy perjudicial para los niños.
Irremediablemente nuestro pasado está grabado dentro de nuestras cabezas y no pasa desapercibido. Los propios temores y la rabia que hayamos podido experimentar en un pasado actúa como consecuencia y hace que ahora refloten de forma inconsciente. Es difícil enterrar los fantasmas del pasado y es por ello que los adultos repitan patrones.
¿Qué le sucede a nuestro hijo cuando tienes un ataque de ira?
Dada la presión que sentimos con ciertas responsabilidades, y del hecho de desorbitar los niños a sus propios padres, nos vemos ante la situación de saltar desquiciados y mostrarnos irracionales. Seguramente son muchas las veces que hemos evaluado nuestro comportamiento y nos hemos criticado como malos padres, pues seguramente les hayamos gritado e incluso en algunos casos les hemos levantado la mano.
Los niños ofrecen su confianza y aportan su refugio y seguridad a sus propios cuidadores, no tienen a nadie a quien recurrir, por lo que un enfado en gran magnitud hacia él es atacar a su propia autoestima con efectos muy negativos a largo plazo.
Un ataque de ira ya asusta de por sí, a si que si esto lo mezclamos con insultos y abusos verbales o incluso físicos crean efectos negativos para toda la vida en el niño. Cabe la probabilidad de que su coeficiente intelectual se vuelva más bajo, abusen de algunas sustancias y sean propensos a mantener relaciones tormentosas y tóxicas en un futuro.
Cómo evitar los ataques de ira
Mantén la calma antes de actuar con ira. Es un momento de autocontrol bastante difícil, pero hay que creer que esto se puede hacer y somos capaces de realizarlo. Debes evaluar qué es lo que te saca de tus casillas, buscar el origen de ese nerviosismo y hacerlo calmar. Fuera de este ataque de ira busca momentos que te hagan sonreír y haz meditación, parece absurdo, pero es una de las mejores herramientas, tan sólo tienes que dedicar 15 minutos al día a ti mismo.
Pausa ese momento. Es un momento de mucha tensión y antes de actuar puedes escapar de esa situación. Si por cualquier circunstancia no puedes dejar de lado el niño (o el niño escapa detrás de ti) intenta calmarte tomando respiraciones profundas o mojándote la cara. Si te aparatas, haz lo mismo respira, mójate, incluso tómate una ducha rápida. Después sólo intenta pronunciar frases positivas en voz alta y repítelas varias veces a modo de mantra.
Si no se te pasa el enfado debes pensar qué inseguridad se esconde debajo de la ira. Debes de buscar cuál es el daño o el miedo que se esconde debajo de todo esto. En este momento tan complejo pensar en cosas que pueden darte una respuesta, pueden ayudar a conseguir más calma.