En los tajos del campo, cuando el termómetro aprieta, las trabajadoras agrÃcolas embarazadas afrontan un panorama especialmente delicado: el cuerpo se esfuerza por enfriarse y la deshidratación llega antes. La combinación de altas temperaturas y tareas exigentes multiplica los riesgos para la salud materna y fetal.
La evidencia procedente de distintos paÃses, con datos sólidos de Estados Unidos y paralelismos en Europa, apunta a más partos prematuros, abortos, bajo peso al nacer y cuadros de insolación si no se aplican medidas preventivas; por eso es clave consultar cómo cuidarse del calor en los últimos meses del embarazo. En España, donde las olas de calor son cada vez más frecuentes, el foco se sitúa en reforzar la protección efectiva en el campo.
Calor extremo y embarazo: qué sucede en el cuerpo

Durante la gestación, el organismo aumenta el gasto energético y desvÃa flujo sanguÃneo hacia la piel para disipar calor; si la temperatura ambiental es elevada, estos mecanismos pueden saturarse y aparecer deshidratación, mareos, cefalea y agotamiento. El esfuerzo fÃsico continuo acelera esa saturación. Esto explica por qué las mujeres sienten calor durante el embarazo.
La exposición al calor se ha vinculado con preeclampsia, partos prematuros y muerte fetal. Incluso picos breves de temperatura pueden desencadenar problemas, y el Ãndice de calor (temperatura + humedad) agrava la carga térmica en invernaderos y cultivos bajo plástico.
En trabajos con quÃmicos como pesticidas, el incremento del flujo sanguÃneo cutáneo y la ventilación puede elevar la absorción de sustancias, añadiendo otro frente de riesgo. Por ello, la evaluación de riesgos debe considerar el conjunto: calor, esfuerzo, hidratación y exposición quÃmica.
Señales de alarma que requieren pausa inmediata y atención sanitaria: taquicardia, confusión, ausencia de sudor con piel caliente, vómitos persistentes o calambres intensos. Ante cualquiera de estos sÃntomas, hay que parar, hidratar, enfriar y buscar ayuda.
Testimonios y datos: del campo abierto a los viveros

Investigaciones recientes recogieron relatos de jornaleras que, trabajando en viveros y fincas bajo calor intenso, sufrieron náuseas, vómitos, sangrados y desvanecimientos. Algunos casos derivaron en pérdida gestacional o prematuridad, con médicos atribuyendo un papel importante al estrés térmico y a posturas forzadas.
Los estudios también muestran que el sector agrario registra un riesgo de mortalidad por calor muy superior al de otras actividades. La combinación de temperaturas al alza, humedad en invernaderos y ritmos de trabajo sostenidos crea un entorno especialmente demandante.
En entornos rurales, acceder a control prenatal y descansos adecuados puede ser más difÃcil: hay desplazamientos largos a centros de salud, horarios rÃgidos y miedo a perder el jornal. Entre trabajadoras migrantes, la preocupación por su situación laboral puede frenar las quejas, aumentando la vulnerabilidad.
En España y otros paÃses europeos con agricultura intensiva (fruta, hortaliza, flor cortada), la realidad del calor en campaña coincide con lo descrito en otras regiones: faltan sombra, agua frÃa y pausas regulares cuando no hay un control estricto. Las olas de calor agravan un problema que ya es estructural.
Qué exige la normativa en España y en la Unión Europea

El marco español obliga a las empresas a prevenir el riesgo por calor conforme a la Ley de Prevención de Riesgos Laborales y a las disposiciones mÃnimas de seguridad en los lugares de trabajo. La evaluación debe incluir el estado de embarazo y las tareas especÃficas (campo abierto, invernadero, manipulación de cargas).
La normativa de la UE (Directiva 92/85/CEE) exige evaluar y adaptar el puesto para trabajadoras embarazadas, en posparto o en lactancia. Si el riesgo no puede evitarse con medidas razonables, procede el cambio de funciones, y, en último término, la suspensión por riesgo durante el embarazo con la correspondiente prestación.
España ha reforzado en los últimos años las obligaciones frente a episodios de calor: ante alertas meteorológicas (por ejemplo, avisos naranja o rojo), se deben ajustar horarios, garantizar agua y sombra, reorganizar tareas y, si el riesgo es incontrolable, detener actividades. La Inspección de Trabajo puede sancionar incumplimientos.
Además, existe la prestación por riesgo durante el embarazo cuando el puesto no puede adecuarse, gestionada habitualmente a través de las mutuas. Esta vÃa evita exponer al binomio madre‑feto a condiciones térmicas incompatibles con la seguridad.
Prevención en campaña: protocolos que salvan vidas

Las explotaciones deben contar con un plan de calor especÃfico para la campaña: formación, vigilancia de la salud, pausas programadas y supervisión activa en dÃas crÃticos. La anticipación es clave cuando hay avisos de AEMET y picos de humedad.
Medidas recomendadas y de obligado cumplimiento según evaluación de riesgos:
- Hidratación frecuente con agua fresca y sales en jornadas largas; acceso libre y cercano; conviene complementar con frutas ricas en agua como la sandÃa y el melón.
- Sombra y puntos de enfriamiento móviles o fijos en tajos e invernaderos; ventilación y descanso en áreas frescas.
- Organización del trabajo: tareas exigentes en horas más frescas, rotación de posturas y reducción de ritmos.
- Vestimenta ligera, transpirable y protección solar; evitar EPIs innecesarios que aumenten la carga térmica.
- Vigilancia de sÃntomas y protocolo ante emergencia (112), con responsable de turno formado en primeros auxilios por calor.
Para trabajadoras embarazadas conviene establecer adaptaciones individuales: más pausas, supresión de cargas pesadas, prioridad en sombra, tareas menos fÃsicas y posibilidad de telemando o selección de funciones en almacén si la evaluación lo permite.
Cuando existan barreras para comunicar el malestar —por precariedad, idioma o temor a perder el empleo—, la empresa debe garantizar canales confidenciales, información clara en varios idiomas y participación de representantes de los trabajadores. El Buzón de la Inspección de Trabajo ofrece una vÃa adicional de denuncia.
Frente a un panorama de olas de calor más intensas y frecuentes, la combinación de prevención técnica, organización prudente y protección legal marca la diferencia: instalaciones más frescas, ritmos adaptados y puestos seguros para el embarazo reducen complicaciones y evitan tragedias.
La creciente evidencia cientÃfica y los testimonios del campo dibujan la misma idea: proteger a las jornaleras embarazadas no es opcional. Identificar el calor como riesgo, adaptar el trabajo y activar prestaciones cuando proceda asegura salud materna y fetal, continuidad productiva y cumplimiento normativo.