Cómo enseñar a mi hijo a defenderse

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A medida que nuestro hijo crezca se dará cuenta, lamentablemente, que no todo el mundo a su alrededor le quiere bien. Y tendrá que aprender a defenderse ante las agresiones, ya sean físicas o verbales. A defenderse también se aprende, te indicamos algunos consejos y herramientas para que enseñes a tu hijo a defenderse, sin violencia.

Y es que a veces confundimos la defensa con la violencia, y respondemos de la misma manera en la que nos agreden, creando así una espiral que raras veces lleva a nada. Por eso es tan importante enseñar a replicar, a defenderse, mantener la integridad y dignidad, y gestionar todas las emociones que el sentirse atacado tiene.

¿Cómo enseñar a un niño a defenderse?

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Lo primero es enseñarle los valores básicos y recordarle que la violencia no debe formar parte de la defensa. Es conveniente que sea el propio niño o niña quien aprenda a defenderse, sin recurrir a un adulto para que lo haga, pero sí para sentirse apoyado por él, y reconocido en el valor de haberse defendido. Hacerse respetar entre los iguales genera autoestima.

La paciencia es una herramienta muy útil como defensa. Aunque los más pequeños son más directos y emocionales, es conveniente que ante una situación de provocación mantengan la calma. Ya sabes, ese consejo antiguo de antes de enfadarse contar hasta 10. El mismo sirve ante una ofensa.

Para enseñar a nuestro hijo a defenderse debemos conocer el origen del ataque. Tenemos que darle unas respuestas claras y unas pautas de conducta, para que el niño las absorba y las repita en distintas ocasiones. Es importante que el niño o la niña no se deje llevar por la situación, que tenga seguridad e intente aclarar las discrepancias con firmeza y diálogo.

Más consejos para ayudar a un niño a defenderse

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Es fundamental que el niño aprenda a defenderse, pero no a agredir. Casi siempre un niño cruel que trata mal a otro, es porque alguien lo está siendo primero con él. Si le enseñas a tu hijo a atacar a quienes le atacan, sólo conseguirá aumentar la violencia. Es mejor que trate de comprender el comportamiento ajeno que hacer lo mismo.

A veces ocurre que no hay un ataque real, sino que es el niño, o la niña, que se siente ignorado por los compañeros de juego, no encuentra su lugar dentro de un grupo de niños. Lo que a su vez provoca su ira. En este caso, para defenderse de estos ataques inconscientes, puedes dejar al niño tenga algo que anime el interés en los demás. Así conseguirá integrarse.

Si ya no se trata de niños pequeños, sino que el ataque viene en el colegio con mofas e insultos, debemos saber darle la importancia que corresponda según el caso. Habla con tu hijo, felicítalo por compartir sus emociones contigo y analizad el problema juntos. En estos casos ignorar lo ataques, y no entrar al trapo suele ser la mejor defensa. Si la situación no pasa, o va a más, será hora de acudir al centro de estudios.

Enseñar a decir no y que los niños pongan sus límites

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Aprender a poner límites y decir no es uno de los grandes aprendizajes. Si como madres entendemos la necesidad de educar con límites, mejor si son pocos y claros, los niños y niñas también deben saber ponerlos. Alrededor de los tres años, niños y niñas deben aprender que pueden decir no ante una situación desagradable. Tendrán la fuerza de la palabra para dejar claro que no quieren ser pegados, empujados, golpeados, burlados, rechazados, etc.

Para enseñarle a decir no tendrás que practicar con ella o con él. Por ejemplo puedes preguntarle, de una forma concreta, qué haces cuando en el recreo y tu amigo XXX te empuja. Escucha su respuesta. Casi todos los niños y niñas responden de la misma manera: también le empujan. Es el momento de explicarle que puede actuar de otra forma. Que le puede decir a su amigo/a: No me empujes, no me gusta lo que me has hecho.

Primero haz tú de modelo y di con asertividad que no. Pon la cara seria, con voz contundente y un gesto corporal firme. Después dile a tu hijo o hija que te imite. Si usa un tono demasiado débil, ayúdale a sacar la fuerza por su garganta tocándole la barriguita. Si, por el contrario, usa un tono o gestos demasiado agresivos, enséñale que la fuerza está en sus palabras. Practicadlo varias veces en casa con ejemplos cotidianos, será lo mejor.


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