Complementos de vitaminas para adolescentes, ¿son una buena opción?

Si crees que debes darle a tu hijo un complejo de vitaminas este artículo te resultará muy interesante, pero recuerda que antes debes consultar a su médico.

En el pleno del crecimiento, tanto físico, intelectual como emocional, la adolescencia es una etapa fundamental. Durante este momento se construye la personalidad, y se asientan las bases de nuestra salud futura. La alimentación juega un papel clave, por eso es el momento de cuidar y mimar más la alimentación, teniendo en cuenta que es momento en el que los estudios comienzan a ser la mayor parte de la ocupación de los púberes.

¿Qué deben comer los adolescentes?

Como cualquier adulto o niño la alimentación del adolescente debe ser rica y variada. Pero es el momento de añadir más verduras y alimentos ricos en proteínas como la carne, el pescado, queso, alimentos integrales, legumbres. Estos alimentos son ricos en calcio y fósforo, primordiales para el desarrollo de los huesos.

A esto hay que sumar que las niñas deben incluir, tras su primera menstruación zinc, hierro, calcio y magnesio. Acuérdate que la vitamina C ayuda y potencia la absorción del hierro, así que ya sabes, después de las lentejas, una naranja.

Si nos vamos a las cifras hablaríamos de 2200 calorías, de media al día, para las mujeres entre 11 y 24 años. Y los varones entre 11 y 14 años deberían llegar a las dos mil quinientas calorías, llegando a las tres mil cuando tienen entre 15 y 18 años, para bajar después a las dos mil novecientas hasta los 24 años. Pero esto no dejan de ser datos, cifras estadísticas.

Consulta al médico de tu hijo o hija, háblale de su actividad diaria, y el especialista será quien te proporcione la dieta ideal para él o ella en un momento tan decisivo de su vida.

Visitando este artículo podrás completar la información sobre la alimentación de niños y adolescentes.

¿Cuáles son las vitaminas recomendables?

Como hemos dicho un complejo complejo vitamínico, que no tiene que venir siempre por píldoras o cápsulas, sino que puede ser tomado de manera natural resulta conveniente en este periodo de la adolescencia.

El ácido fólico (vitamina B9) y la vitamina B12 ayudan a la síntesis de tejido, y las vitaminas B6 y D deben consumirse en cantidades importantes. Las verduras de hoja verde, como la rúcula, espinacas y acelgas, lechuga, berros, brócoli o la col, son algunos de los alimentos más ricos en ácido fólico. ¡Y no olvides el perejil!


La necesidad en vitaminas B1, B2 y B3 también aumenta a medida que crece la demanda de calorías. Están en los lácteos, frutos secos, cerdo y ternera, cereales integrales y legumbres. ¡ojo! Durante el proceso de refinar las harinas (pasta, arroz blanco, pan blanco) se pierde esta vitamina.

Por cuestiones hormonales, también la adolescencia se convierte en una época especialmente delicada a nivel anímico. Es fácil caer en depresiones para ellos son convenientes todas las vitaminas y minerales que hemos nombrado con anterioridad, especialmente la vitamina C y la B6.

Malos hábitos de alimentación

Durante la adolescencia somos y hemos sido muy influenciables. Así que aunque en casa trates de mantener una dieta sana, es muy probable que tus hijos caigan en hábitos alimenticios no tan recomendables, bien por la presión de la publicidad, sus compañeros, amigos…

Muy controvertido es el tema de las bebidas energéticas. El 68% de los adolescentes europeos, entre 10 y 18 años, bebe con cierta habitud latas de bebidas energéticas, que se caracterizan por incluir altas dosis de cafeína y azúcar, además de otros elementos. Estos son datos de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) que hablan de que el 12% de ellos un consumo de siete litros al mes y otro 12% un consumo alto a diario. Les prohibimos a nuestros hijos el café y sin embargo, cuando toman 500 milílitros de cualquiera de estas bebidas ingieren de golpe 160 miligramos de cafeína, es decir a 2,5 expresos muy cargados. Además en los adolescentes se han registrado casos taquicardias, episodios de nerviosismo e insomnio y falta de coordinación motora.


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