El momento de pasar de la cuna a la cama es un momento clave en el desarrollo del niño. Descubramos cuándo es mejor.
Desarrollo personal y etapa de cambios
Habitualmente la transición de la cuna a la cama en los niños se produce entre los 24 y 36 meses. En ocasiones los niños son los que primero que ponen interés en abandonar la cuna. Se sienten mayores y desean más espacio y libertad. Otras veces son los padres quienes deben ayudar al niño a dar el paso y exponer las ventajas de poder dormir en su propia cama, lo cual normalmente supone una habitación más espaciosa o individual.
Cada padre debe sopesar la madurez de su hijo y apostar por si es capaz de afrontar esta nueva etapa con ganas. Como con todo, quitar el pañal, comer solo…, lo ideal es ver indicios en el niño que supongan que está preparado y no imponer. Lo mismo si el niño está pasando por una etapa de variaciones como el paso de etapa escolar… Es esencial no añadir más modificaciones en su rutina habitual que puedan desestabilizarle o afectarle.
La cama: libertad de movimiento
En el caso de la llegada de un hermano, algo que suele ser un habitual para cambiar a un niño a la cama y dejar la cuna al futuro inquilino, es contraproducente hacerlo con poco tiempo de margen. Lo más positivo para el niño es empezar con la “mudanza” unos meses antes para que vaya haciéndose a su nuevo rincón. Si pasa por noches malas tendrá más ayuda y atenciones que cuando llegue su hermano.
Tras los 2 años de edad puede percibirse en la mayoría de los niños cierta necesidad de independencia y libertad. Un alto porcentaje de niños asocian la cuna para bebés y su inquietud y actividad la hacen un espacio poco apropiado e incómodo. Muchos niños son muy movidos por las noches y tener más espacio les hará descansar mejor.
Difícil momento de transición a la cama
El niño que suele salirse de la cuna por las noches está avisando que se siente con ganas de más espacio. Lo mejor es que los primeros días del cambio se rodee la cama con cojines o barreras para evitar que se caiga al suelo. También sería algo a tener en cuenta controlar que sepa bajarse solo de la cama, para evitar caídas. Lo habitual es que esos primeros días de adaptación se desvele o le cueste dormirse. Pero en poco tiempo se sentirá cómodo y volverá a descansar como lo hace habitualmente.
Con probabilidad el niño tenga algún temor nocturno o pesadillas agravadas por la separación física de sus padres si se mueve de habitación. Quizás el tener una pequeña luz, la puerta abierta e ir logrando que se sienta más seguro reforzará su ilusión. Los padres pueden hacerle sentir merecedor de un premio así, trasmitirle que se está haciendo mayor y que ahora llega una etapa muy buena y que le divertirá mucho. Todo ese ánimo fortalecerá su ego.
Habitación y cama al gusto del niño
Un niño se sentirá más motivado a dormir en una cama que le guste. La cama de por sí debe ser resistente y de buena calidad, pero si a mayores es atractiva fascinará al niño. Existen camas tipo cueva, con formas de coche o naves espaciales, o bien pueden adornarse con divertidas sábanas y colchas. Si su habitación le produce relax y bienestar deseará quedarse en ella. Pintar las paredes con colores pastel puede reportarle la paz que necesita.
El tránsito a su cama será más agradable si se van haciendo siestas en ella, jugando y tumbándose a leer o escuchar música. El niño llegará a asociar su nueva cama con momentos que le hacen sentirse cómodo. En el momento en que los padres le vean a gusto se puede extender a las noches. Es importante no forzar al niño si se siente incómodo. Mostrarle apoyo y tener paciencia son el mejor de los alientos.