Es frecuente que nuestro sueño sea compartido con infinidad de dispositivos electrónicos. Nuestra vida sin ellos ya no es lo mismo, pero nuestro sueño tampoco. Así lo demuestra un reciente estudio de Aparicio Rodriguez M. y Buñuel Alvarez JC.
El uso de aparatos móviles, tabletas y otros dispositivos durante las horas previas al sueño, así como en la transición de la vigilia al sueño, son hábitos que debemos desechar. Se asocian a una disminución de la calidad y cantidad de horas de sueño, así como a somnolencia diurna. Los niños/as son los más afectados, ya que empiezan cultivar sus futuras estrategias de sueño. Si estas pasan por ser inadecuadas, estaremos repercutiendo directamente en su calidad de vida.
Debemos tener un control sobre el uso de las pantallas que hacen nuestros hijos antes de dormir. El estudio manifiesta como su uso, una hora antes de conciliar el sueño, repercute significativamente en él. La entrada de luz a través de la pupila avisa a nuestro cuerpo de la necesidad de estar despierto, imposibilitando la liberación de melatonina.
La melatonina es la hormona de la oscuridad. Esta hormona nos permite ajustar cada día nuestro reloj biológico (a través de los conocidos ritmos circadianos). Es liberada cada 24h cuando se produce un descenso de luz significativo. La disminución de luz avisa al cerebro de que ha llegado la noche, y con ella el momento de poner a nuestro cuerpo en descanso. Si hay una intensa luz captada por nuestros ojos antes de dormir, retrasamos la liberación de esta hormona. Los efectos son dificultades a la hora de conciliar el sueño, un sueño de menor calidad y, por tanto, más sueño durante el día.
Mejorar la calidad del sueño de nuestro hijos, y el nuestro propia nos exige eliminar su uso como estrategias para conciliar el sueño. Hábitos más sanos como la lectura tradicional (a través de libros), juegos de construcción o cualquier otro juego manipulativo, etc. ayudarán a mejorar el sueño. ¿Por qué no probar estas estrategias sanas?