Dejar los pañales

Uno de los aprendizajes de los niños que más preocupa a los padres, es el del control de los esfínteres y el uso del orinal. Algunos se paralizan ante la incertidumbre de no saber cuándo será el momento indicado y qué pasos deben seguir para acompañar a su pequeño. Otros, llenos de ansiedad, tratan de adelantar el proceso para confirmarse a sí mismos que su hijo ha superado una nueva etapa de maduración. Conviene saber que, si bien es cierto que dejar los pañales es un aprendizaje más difícil que otro tipo de conductas, tarde o temprano todos los niños terminan por dominar este aspecto de su desarrollo.

¿A qué edad?
Entre los 15 y los 18 meses, un niño ya sabe que ha evacuado, pero aún no puede anticipar tal acción. De allí que resulte prematuro pretender que utilice el orinal. Así todo, puede ser un buen momento para mostrárselo y explicarle para qué sirve, con el objeto de que vaya familiarizándose con él. Si los padres se adelantan, corren el riesgo de violentar la evolución natural del pequeño y provocarle un rechazo al orinal.

Entre los 18 y los 24 meses, la mayoría de los niños expresan de forma verbal la necesidad de ir al baño. En ese momento comienzan a relacionar ciertas sensaciones físicas con el hecho de que van a ensuciarse. Su reacción ante estas sensaciones puede ser variable: desde llorar o gritar y señalarse el pañal, a quedarse quieto y ponerse rojo, o a expresarlo verbalmente.

Otro punto importante en la maduración de los pequeños es que comienzan a tener conciencia de algunas de las partes de su cuerpo y, cuando se las nombran, saben señalarlas. También son capaces de denominar a sus excrementos con palabras (“caca”, “pipí”).

¿Quién decide?
Es importante que los padres no decidan, unilateralmente, cuándo el pequeño debe empezar a hacer sus necesidades por sí solo. Por el contrario, es el niño quien debe tomar esta decisión. Está claro que los padres pueden y deben ayudarle y estimularle, pero nunca contra la voluntad de su hijo.

El momento adecuado para iniciar el aprendizaje es cuando el pequeño está en condiciones de reconocer que las señales que percibe de su vejiga y de sus intestinos anticipan lo que va a ocurrir a continuación. Cuando el niño tome conciencia de que va a defecar o a orinar, y no de que ya lo ha hecho, serán efectivos el estímulo y la ayuda que puedan proporcionarle sus padres.

¿A qué señales estar atentos?
Antes de comenzar a quitarle los pañales o de entrenarlo en el uso del orinal, es importante que el niño muestre un conjunto de conductas. En primer lugar, si se puede mantener seco por lo menos durante dos horas. Esto nos dará un indicio de que logra retener, al menos por un lapso corto, su deseo de orinar.

En segundo lugar, si conoce la diferencia entre mojado y seco. El creciente confort que proporcionan los pañales modernos, muchas veces retarda la experiencia de que el niño perciba la molestia de encontrarse mojado. Aún así, tarde o temprano, comenzará a descubrir la conexión entre la humedad de su pañal y el hecho de haber orinado.

En tercer lugar, si puede subirse y bajarse los pantalones por sí solo. Esto le proporcionará la autonomía necesaria para sentarse en el orinal cuando sienta deseos de evacuar.

En cuarto lugar, si es capaz de seguir instrucciones simples. De esta forma podrá recordar todos los pasos que debe dar para ir al orinal.

En quinto lugar, si puede avisar cando está a punto de hacer deposiciones. Si lo hace después de que esto ocurra, todavía no está maduro para dejar los pañales. Por último, si demuestra interés en aprender a usar el baño. Sea por imitación de sus mayores o por complacer a sus padres, es una conducta que debe surgir del niño.


Armarse de paciencia
Aunque cerca de los dos años el niño ya está maduro física y psíquicamente para dejar los pañales, eso no supone que de la noche a la mañana aprenda a realizar todo el proceso por sí solo. Hay que tener paciencia y, sobre todo, no mostrar prisa alguna.

Es muy probable que el pequeño, a pesar de utilizar regularmente el orinal, algunas veces se niegue a hacerlo. Si esto ocurre, no hay que forzarlo, ni dejarlo allí hasta que haga sus necesidades. En este período de su vida está afirmando su propia individualidad y, una de las formas de hacerlo, es negándose a hacer lo que los demás desean. De allí que cuando perciba que puede controlar la salida de sus propios excrementos y que sus padres están muy pendientes del tema, pueda utilizar esta situación como instrumento para oponerse a ellos.

Además, conviene recordar que renunciar a la ventaja de hacer sus necesidades donde y cuando el niño quiere, es un acto de amor hacia sus progenitores. Por lo tanto, si se ve forzado y no logra el propósito de evacuar, ello puede ser vivido en términos de frustración, al no ser capaz de complacer los deseos de sus padres. De allí que la mejor estrategia sea no mostrar ansiedad por conseguir el objetivo.

Paso a paso
Los niños poseen el control anticipado de sus intestinos antes que el de su vejiga. Por eso es más fácil para ellos estar “limpios” a estar “secos». El lapso de tiempo entre la sensación de movimiento intestinal y la defecación es más dilatado, lo que permite un margen más amplio de tiempo para avisar y acudir al orinal.

Cerca de los dos años y medio, la mayor parte de los niños logra el control de su vejiga durante el día. En ese momento se puede prescindir de los pañales diurnos. Pero, aproximadamente la mitad de los pequeños de esa edad, sigue orinando mientras duerme. Esto ocurre porque su sistema nervioso aún no está preparado para mantener su vejiga llena durante un período de tiempo tan largo.

Será al cumplir los tres años cuando, la mayoría, pueda controlar sus esfínteres durante el día y la noche.
Mientras tanto, se debe recurrir al uso del pañal nocturno. Es normal que, aún después de ese control aparente, el niño siga mojando de manera ocasional la cama. Para evitarle frustraciones al pequeño, conviene no darle demasiada trascendencia a este hecho. Lo que sí es recomendable, es tomar las precauciones necesarias, como conservar durante un tiempo más el pañal nocturno o colocar un empapador debajo de las sábanas.

¿Qué hacer con los “accidentes”?
Cuando el niño deja los pañales, además de estos “accidentes” nocturnos, son muy frecuentes aquellos que se dan durante el día. Una de las razones más comunes es la imposibilidad del pequeño de prever, con exactitud, el lapso de tiempo durante el cual será capaz de retener la orina y las heces. Esta habilidad la irá adquiriendo a través de la experiencia y, en cierta forma, los “accidentes” son necesarios para
conseguirla.

Otro motivo muy frecuente es la distracción.
Cuando el niño está muy concentrado en una actividad, como por ejemplo un juego, se olvida de acudir al baño. Para evitar los “accidentes” es conveniente que, en estas ocasiones, le preguntemos si tiene deseos de ir al aseo.

Por último, algunos cambios como las vacaciones, las mudanzas, el regreso al jardín de infancia, o la llegada de un hermanito, pueden suponer pequeños retrocesos o estancamientos en el proceso de aprendizaje. Esto es algo muy normal y no hay que tomarlo como un fracaso. Lo importante es no desalentarse, permanecer tranquilos y conferirle seguridad a nuestro hijo.

Algunas claves

  • Es fundamental respetar el desarrollo del niño, sin forzarlo a hacer un cambio para el cual todavía no está preparado.
  • Es importante estar atentos a las señales que indican que el pequeño está listo para iniciar el aprendizaje.
  • No se debe forzar al niño a sentarse en el orinal, ni retenerlo demasiado tiempo en él.
  • No conviene utilizar trucos, como abrir el agua del grifo, para provocar el reflejo de micción.
  • Los padres han de mostrar paciencia y constancia, apoyando y ayudando a su hijo en todo momento.
  • Debe evitarse regañar al pequeño, o dramatizar la situación, cuando el proceso sea lento, haya pequeños retrocesos, o se produzcan “accidentes”.

BIBLIOGRAFIA
Eva Bargalló Chaves, “El tercer año de vida”, Nacer y crecer.
El mundo de tu hijo paso a paso, Barcelona, Salvat, 2000, Tomo XV.
David Shaffer, Psicología del desarrollo. Infancia y adolescencia,
México, Internacional Thomson Editores, 2000.


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