Depresión, ansiedad y estrés en niños y adolescentes: un problema real

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Para muchas personas es casi inconcebible relacionar la depresión con la edad infantil o juvenil. Estos años se consideran a menudo como los más felices, los más intensos y gratificantes del ciclo vital. Sin embargo, hemos de tomar conciencia de un aspecto esencial: ser niño no es fácil, y afrontar las complejidades de la adolescencia requiere de un gran equilibrio interior y de un adecuado apoyo familiar y social. Lo creamos o no, las edades comprendidas entre los 10 y los 24 años son sin duda una de las épocas más difíciles para los jóvenes de hoy en día.

Según el «National Institute of Mental Health«, casi el 14% de  los adolescentes que estudian la educación secundaria piensan alguna vez en el suicidio, y de ellos, casi el 6% lo ha intentado alguna vez, siendo las edades más críticas entre los 13 y los 18 años. Son cifras alarmantes y realmente serias que deben concienciarnos, primero a las familias y después, a todos los estamentos sociales para poner medidas de prevención y de atención. A pesar de que no se tienen cifras exactas del número de suicidios anuales en todo el mundo en estos tramos de edad, los expertos nos indican dos datos a tener en cuenta: los intentos de suicidio aumentan cada vez más, y el umbral de edad está bajando. Un ejemplo realmente triste que aconteció en España fue el de Diego, un niño de solo 11 años que acabó con su vida a causa del acoso escolar. Te invitamos a reflexionar sobre ello en «Madres Hoy».

Depresión en niños y adolescentes

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¿Cómo es un adolescente o un niño con depresión? Podemos tener por ejemplo, a una chica obsesionada como cualquier otra por Harry Potter, por aprender cómo maquillarse en los tutoriales de Youtube, que sube de vez en cuando sus fotos a Instagram pero que sin embargo, se pasa horas inmovilizada en la cama de su habitación mirando un punto de la ventana mientras la tristeza la abraza y la ahoga, sin ganas de nada más, y aún menos de ir a clase. Es muy posible que ni siquiera ella misma sepa muy bien qué le ocurre, y que desconozca incluso que lo que le ocurre, tiene nombre.

En ocasiones las propias familias catalogan este comportamiento como «normal», están en esa edad en que su comportamiento es como un tiovivo de cambios, de energías y perezas, de gritos y lamentos. «Ya crecerá», «Ya se le pasará», piensan algunos padres, algunas madres. Sin embargo es necesario tener en cuenta que en lo que respecta a los niños y adolescentes el mejor momento siempre es «ahora», la educación no se pospone, las conversaciones no se aplazan, las preocupaciones no se programan. Los niños nos necesitan en este momento y hay que ser intuitivos y receptivos en cuanto a sus comportamientos.

Depresión en niños y adolescentes: síntomas

La propia OMS (Organización Mundial de la Salud) en los últimos 15 años hemos percibido un aumento del número de niños y adolescentes diagnosticados con depresión. Los profesionales nos indican en primer lugar dos aspectos importantes: el primero, que la tristeza no es sinónimo exclusivo de depresión. El segundo, que la propia OMS recomienda evitar la administración de antidepresivos a los niños y a la población más jóven.

Deberíamos empezar con otras medidas, otras estrategias, como por ejemplo, las terapias cognitivo conductuales. No obstante, lo más importante como hemos señalado antes es estar atentos a esa sintomatología que nos puede indicar un problema emocional en nuestros hijos.

  • Negativa a la hora de ir a clase. Cuando llega el momento de preparase para acudir al colegio o al instituto, reaccionan con negativas, miedo o angustia.
  • Es común que tantos niños como adolescentes tengan problemas de insomnio, de alimentación, periodos de alta irritabilidad, desafíos continuos y necesidad de estar solo aislado.
  • Algo que debe ponernos en alerta es el hecho de que dejen hacer lo que antes les apasionaba o que era de su interés. La apatía, la lentitud, la pérdida de energía, el cansancio o el dolor de cabeza son sin duda aspectos que deben ponernos en alerta.

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Posibles causas

Las causas por las que un niño o un adolescente acaba siendo diagnosticado con una depresión son sin duda muy diversas. El proceso interior de reconstrucción de la identidad, la vulnerabilidad personal en muchos casos, o la sensación de «no encajar» en una sociedad a instantes tan demandante como permisiva a la vez, hace que nuestros jóvenes no se sientan integrados, ni hábiles emocionalmente para encontrar su lugar en el mundo, defenderlo y disfrutar de lo que ve cada mañana ante el espejo.

  • Además de ello, también existen otras muchas causas. El factor familiar o antecedentes de depresión en el padre o la madre suele tener mucho peso, así como determinados valores educativos.
  • La relación con sus iguales, el acoso escolar, las primeras relaciones afectivas o la aceptación del propio cuerpo, suelen ser aspectos a tener en cuenta que todos, desde nuestras propias esferas deberíamos atender de forma discreta pero constante.

«Mi hijo tiene estrés»

El estrés no es una emoción exclusiva del cerebro adulto. Hemos de entender que la ansiedad como el estrés son dos reacciones instintivas del ser humano que surge en nuestra mente como reacción  a un «peligro». Cuando nuestro cerebro detecta una amenaza nos prepara para la huída.

En la actualidad no hemos de escapar de osos ni de otros grupos humanos hostiles como lo hicieron nuestros antepasados. Hoy en día tenemos enemigos invisibles que activan nuestro cuerpo, y que generan un elevado nivel de cortisol en nuestro organismo hasta el punto de afectar a nuestra salud.

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Y los niños no son inmunes a esta emoción. El estrés, como la ansiedad o las depresiones son problemas reales en la infancia. En lo que respecta al estrés, por ejemplo, es el sustrato cotidiano en esas familias con unas elevadas expectativas hacia sus hijos.

  • Esperan de ellos la excelencia, la perfección, desean tener los hijos más guapos, los más hábiles y competentes. Con ello, lo que consiguen es adentrar al niño en eso que a todos nos es tan conocido «la aceleración». Tenemos que llegar a todos sitios, hacer 5 cosas a la vez, hacer lo de hoy pero preparar al mismo tiempo lo de mañana, no toleramos los errores y un fallo es poco más que un estigma.
  • Si todas estas dimensiones son nocivas en los adultos, el efecto en un niño es algo devastador. Por ello, vale la pena recordar el tema que ya tratamos en nuestro espacio «La crianza a fuego lento«. Se trataría solo de respetar el ritmo del niño. Porque de nada nos sirve tener niños perfectos si no son niños felices. Es algo que debemos tener en cuenta.
  • En la actualidad, algo que está dándose con más frecuencia debido a este contexto de crisis, es desear dar al mundo niños más hábiles y competitivos para que logren tener éxito en un escenario cada vez más complejo y hostil. Nadie sabe lo que va a ocurrir en el futuro, por tanto limitémonos a disfrutar al presente y a enseñar a nuestros hijos el valor de ser felices. Tal vez, desde una adecuada Inteligencia Emocional, desde su humildad, y su alegría, puedan ser el día de mañana adultos capaces de cambiar el mundo.

Para concluir, te recomendamos ver el siguiente corto para educar a niños y adultos en el control emocional del estrés y la ansiedad. Disfrútalo.


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