Si leemos el resumen del “Debate científico sobre la realidad del sueño infantil” (interesantísimo documento, por ciento), publicado por la doctora en Biología María Berrozpe, nos damos cuenta de que ha sido la sociedad occidental industrializada, la verdadera causante de los problemas relacionados con el sueño infantil. En primer lugar se obligó a los bebés a dormir lejos de sus cuidadores, y se intentó que aprendieran a dormir solos; lo cual fue un craso error pues el sueño es una cuestión evolutiva, es decir todos acabamos durmiendo del tirón en algún momento, sin que nadie nos enseñe.
Por si ello fuera poco, en la actualidad estamos permitiendo interferencias en el sueño a modo de dispositivos electrónicos, y falta de respeto a los ritmos de cada niño; pero no me quiero ir del tema, así que me centro. La introducción de más arriba me sirve para justificar la idea de que si se proporcionara una cercanía, un contacto que diera seguridad al bebé por las noches, probablemente no tendríamos que recurrir a técnicas perniciosas como la que describíamos aquí. Y sobre leerles un cuento, es evidente que más allá de los beneficios en cuanto a promoción de la lectura, proporciona unos momentos de intimidad familiar de valor incalculable. ¿Pero y si se tratara de una lectura diseñada específicamente para inducir el sueño?
¿Qué promete realmente este cuento?
El conejito que quiere dormirse se presenta como un recurso sencillo para acompañar la transición al sueño mediante una historia guiada. No es una varita mágica, pero sí un método estructurado que muchos padres describen como eficaz porque integra lenguaje sugerente, ritmo pausado y técnicas de relajación adaptadas a la infancia. Diversos profesionales de la crianza y la psicología han señalado que, bien empleado, el cuento puede reducir la latencia de sueño y calmar la activación vespertina en niños inquietos.
El título ha sido traducido a múltiples idiomas y su popularidad ha crecido gracias al boca a boca de familias de distintos países. En medios generalistas se ha destacado su condición de superventas y, sobre todo, la reacción positiva de lectores exhaustos que valoran una hora de dormir más tranquila. Entre los comentarios más habituales aparecen ideas como “se durmió antes de acabar” o “cada noche necesita menos páginas”, aunque también hay quien advierte que no todos los niños responden igual y que requiere constancia.
Otro elemento que se repite en las reseñas de familias es que el cuento, leído tal y como sugiere el autor, invita a bostezar y relajar tanto a pequeños como a mayores; por eso más de un papá o mamá confiesa que casi cae dormido durante la lectura. Esta respuesta es coherente con el enfoque del libro: el lenguaje y la entonación están diseñados para apaciguar el sistema nervioso y facilitar el descanso.

Os quería hablar de un libro auto publicado por el psicólogo sueco Carl-Johan Forssen Ehrlin, se trata de una obra dirigida a público infantil cuyos efectos son sufridos (es broma) también por adultos, y titulada en su versión original “Rabbit who wants to fall asleep” (El conejito que quiere dormirse). El éxito obtenido ha sorprendido al propio Forssén, y desde Amazon declaran que es la primera vez que un autor independiente alcanza el primer puesto de ventas de libros impresos en el Reino Unido. El libro está estructurado de forma que durante la historia se repiten las palabras clave; además diferentes personajes amigos de Carlos (el conejito), le van dando ideas para su problema de sueño, hasta que al final el “tío Bostezo” ofrece la solución definitiva
¿Sabes el efecto que provoca el balanceo de una mecedora? pues es lo que los cientos de padres agradecidos describen que les ha pasado a sus hijos: se les van cerrando los ojitos, los bostezos les “inundan” y se quedan dormidos. Y además todo ello se consigue de una forma bastante natural, al contrario de lo que supone dejarles solos en una habitación cerrada, y sin sufrimiento
Muchos comentarios apuntan a que el libro está revolucionando la hora de dormir: lo que hace en realidad es guiarles en el aprendizaje de las técnicas más conocidas para relajarse. Veréis, mientras mamá Conejo ayuda a su hijito a desterrar pensamientos erróneos, el búho explica cómo nombrar las partes del cuerpo, para ir relajándonas. Por su parte el Caracol durmiente muestra cómo es de importante respirar lentamente. Para mí, la aparición más inquietante, es la del tío Bostezo, cuyo polvo del sueño mágico, provoca bostezos imparables; esta alusión a un elemento externo parece ser interiorizada por los pequeños que desean dormirse, aunque probablemente el tono y el ritmo en la voz de papa o mamá obren “milagros” (de hecho el propio libro incluye unas “instrucciones de uso”). Lo dicho, el polvo del sueño mágico para mí sobraba, aunque no tengo nada más que decir a tenor de los resultados que este cuento está obteniendo.
Y si los polvos mágicos son sospechosos, el cartelito de la portada: ‘yo puedo hacer que cualquiera se duerma’, resulta bastante… ¿perturbador?
Cómo funciona: técnicas lingüísticas y de relajación
Más allá de la historia, el corazón del método está en el uso estratégico del lenguaje. Se emplean palabras gatillo relacionadas con el descanso (como “dormir”, “ahora”, “tranquilo”) y frases que orientan la atención del niño hacia la sensación de pesadez, quietud y somnolencia. La repetición controlada crea una expectativa de sueño que el pequeño va aceptando con naturalidad.
El texto invita a una entonación lenta y pausada con silencios y bostezos deliberados. Esto no es casual: bostezar activa el contagio social y promueve la relajación. La narración incluye también exploraciones corporales (el búho propone recorrer mentalmente las partes del cuerpo para aflojarlas) y el entrenamiento de la respiración (el caracol sugiere inspiraciones profundas y exhalaciones largas), dos pilares clásicos de la relajación progresiva.
En paralelo, mamá Conejo modela un diálogo interno más sereno (“puedo descansar”, “estoy a salvo”), que ayuda a sustituir pensamientos activadores por otros compatibles con el sueño. Y aunque la figura del “tío Bostezo” y su “polvo mágico” genera dudas en quienes preferimos no introducir elementos externos como solución, la práctica demuestra que el verdadero efecto reside en la voz cercana y el clima que el adulto crea al leer.
Ventajas, límites y expectativas realistas
Muchas familias destacan que el cuento convierte la hora de dormir en un ritual amable, sin llantos ni prisas, y fortalece el vínculo. También señalan que, tras varios días, los niños anticipan el final de la rutina y se duermen antes, a veces incluso antes de llegar a la última página. Este patrón es coherente con el aprendizaje: cuanto más se repite una rutina, más rápido responde el cuerpo.
Sin embargo, conviene ajustar expectativas. No es un tratamiento médico ni un remedio universal. Algunos niños necesitarán más tiempo, otros pueden atravesar rachas (brotes, dentición, separación) y habrá quien no conecte con la propuesta. Además, varios padres y madres cuentan que el verdadero “efecto secundario” es que el adulto lector también se relaja e incluso cabecea, algo a tener en cuenta para planificar la lectura.
- Funciona mejor cuando se integra en una rutina predecible y sin pantallas.
- No sustituye la higiene del sueño (siestas, horarios flexibles, entorno).
- Evita usarlo como “amenaza” o con prisas; la presión inhibe el sueño.
- Si hay señales de malestar o llanto, prioriza la contención y el contacto.
- Ante dudas clínicas (ronquidos, apneas, dermatitis intensa), consulta con profesionales.
Cómo leerlo para maximizar su efecto
El propio libro incluye “instrucciones de uso”. Complementariamente, estos consejos prácticos ayudan a que la experiencia sea más eficaz y respetuosa:
- Prepara el ambiente con luz tenue y no directa, temperatura agradable y silencio relativo.
- Evita pantallas al menos 60 minutos antes. La luz azul retrasa la melatonina.
- Lee con ritmo lento, voz suave y pausas largas donde el texto lo sugiera.
- Integra bostezos reales cuando el cuento lo indica; el contagio ayuda.
- Cuando aparezcan las consignas corporales, acompaña con un tono más grave y pausado.
- Si el niño interrumpe, valida y retoma sin prisa. La flexibilidad facilita la cooperación.
- Mantén la constancia: algunos peques responden desde el primer día; otros, tras varias noches.
- Si te duermes antes, prueba a leer sentado con respaldo, cuidando tu postura y respiración.
Más allá del cuento: hábitos saludables y alternativas respetuosas
El cuento es un aliado dentro de un enfoque global. Una buena arquitectura del sueño infantil incluye contacto y seguridad (colecho seguro o proximidad), oferta de lactancia o biberón según necesidades, actividad diurna suficiente, respeto a las ventanas de sueño y una rutina predecible pero flexible. Todo ello reduce la presión y evita recurrir a métodos de adiestramiento que ignoran las necesidades emocionales del bebé.
Sobre el autor sé que no es su primera obra, aunque textos previos estaban orientados al desarrollo personal o el liderazo; lo que ha hecho en esta ocasión es adaptar las técnicas a una “tierna” historia protagonizada por animalitos amigables. Parece ser que ya está anunciando futuros libros de ayuda a papás (por que sí, son los papás los más preocupados porque algunos bebés y niños muy pequeños tardan en dormirse), de hecho puede que en un futuro cercano tengamos en las manos un cuento relacionado con la utilización del water, intuyo que incluirá aspectos como dejar el pañal. Cruzo los dedos para que no sea demasiado intervencionista, el tiempo, y sobre todo el señor Forssen, lo dirán.
Además del célebre conejito, el autor ha publicado otros títulos en la misma línea, como “La elefantita que quiere dormirse”, que retoma la estructura de relajación guiada con un nuevo personaje y situaciones distintas. Para familias a las que les funciona la propuesta, disponer de más de una historia ayuda a variar el estímulo sin perder el objetivo: bajar pulsaciones, regular la respiración y favorecer el inicio del sueño.
Personalmente, si mis hijos fueran aún muy pequeños, volvería a hacer lo que hice: procurar que estuvieran activos durante el día, acostarles a una hora prudente (pero no tan pronto para que no tuvieran sueños), leerles cada noche bajo una luz no directa y tenue, y quedarme con ellos todo el tiempo que fuera necesario; ello acompañado de la teta, que para estos casos viene muy bien.
Para finalizar, no os quiero dejar con la intriga: he mencionado que también hay adultos que «sufren» los efectos de este libro: según varias experiencias leídas, más de una mamá, o un papá, incluso abuelos, sienten la llamada de Morfeo al escuchar las andanzas de Carlos y sus amigos; lo cual me hace sospechar que no sólo el relax, sino también el aburrimiento (tanta repetición), también está implicado en el éxito de la lectura, o quizás no..
“El conejito que quiere dormirse” ofrece un marco de relajación guiada envuelto en un cuento afectivo. Si se integra con cercanía, respeto a los ritmos y hábitos de higiene del sueño, puede convertirse en una herramienta valiosa para transformar la hora de dormir en un momento de calma, vínculo y descanso para toda la familia.
