Enseña a tu hijo a pactar

Las fiestas infantiles de los niños pequeños suelen ser, para sus padres, una experiencia muy emocionante y, a la vez, desafiante. A la satisfacción de ver a sus hijos jugando con otros niños, se le suma la frustración por el comportamiento social de sus pequeños. De pronto descubren que esas delicadas criaturas a quienes les han brindado todo su amor y comprensión desde su nacimiento, se comportan de forma egoísta, pelean con los otros niños por el uso de algún juguete, o son incapaces de ceder su turno a la hora de recibir su porción de pastel.

Armonizar nuestros deseos con las pretensiones de los otros, requiere de un largo y difícil aprendizaje. Incluso las personas mayores no acabamos de perfeccionar, a lo largo de toda nuestra vida, esta cualidad. Si de adultos nos enfrentamos a múltiples conflictos por esta causa, imaginemos lo difícil que es para los niños pequeños. Ellos desconocen las reglas de cortesía y, además, les cuesta mucho ponerse en el lugar de quien tienen en frente.

Los 3 años: un buen momento para empezar
A los tres años los niños comienzan a dejar esa etapa explosiva de su egocentrismo, en la que están convencidos de que lo suyo es sólo suyo y lo de los demás, si puede ser, también. Este fuerte sentido posesivo les ha ayudado a tomar plena conciencia de sí mismos, y a diferenciarse del resto de las personas que lo rodean.

Como están seguros de sí mismos, pueden comenzar a desarrollar intereses y habilidades sociales. De a poco empiezan a tomar en cuenta a los demás niños, y algunos tienen sus primeros amiguitos. Aún no realizan juegos que suponen una auténtica coordinación entre los participantes, pero los otros niños ya le despiertan algo más que indiferencia o rivalidad. Les gusta estar en compañía de otros pequeños y sienten auténtico interés por sus iguales. Hablan de ellos mencionándolos por sus nombres, cuentan las cosas que les ocurren juntos y hasta a veces dicen que tienen novios o novias.

Aún están saliendo de la edad egocéntrica y no hay que esperar cambios drásticos. Pero las palabras “compartir”, “conceder”, “intercambiar” y “hacer un trato”, ya no son imposibles en su vocabulario. No es fácil que los niños aprendan tan pronto por sí mismos las habilidades de la negociación y el intercambio, pero si los mayores, con mucho tacto, les van enseñando, pueden hacer muchos progresos.

El valor de los elogios

Es importante elogiar a nuestros hijos siempre que muestren conductas de amabilidad, generosidad y ayuda. También resulta fundamental expresarles claramente nuestra desaprobación cuando no se comportan de este modo. Cómo a los niños les es difícil comprender razones muy abstractas, acerca de por qué es importante pactar con el otro antes que imponer la propia voluntad, conviene explicarles las ventajas de, por ejemplo, utilizar la hamaca alternativamente con sus amiguitos.

Para un pequeño de tres o cuatro años son muy importantes las pistas verbales. Este tipo de elogios son muy eficaces por dos motivos. Por un lado, les informan de las ventajas de mostrarse amables y cooperativos.
Por otro, los hacen sentirse orgullosos y socialmente competentes, dándoles una sensación de progreso. Con ello, estamos construyendo los cimientos de su habilidad para desenvolverse en sociedad.

Estrategias concretas
Para que nuestros hijos aprendan realmente a solucionar sus conflictos, es importante ayudarlos a encontrar estrategias concretar. Un buen modo de empezar es practicar el intercambio y el pacto en nuestra propia relación con ellos. “Te doy ese arete que tanto te gusta porque sé lo bien que te queda y lo mucho que disfrutas al usarlo”. “¿Me prestas tu cinta rosa para el cabello?”. “Podríamos preparar un pastel para la tarde, y después lo compartimos con tus hermanos”.

Una vez entrenados, podemos trasladar este aprendizaje a la relación con sus amiguitos. “Aquí les dejo los lápices de colores y las hojas. Jueguen juntos y traten de compartirlos”. El simple placer de ser amables puede ser muy estimulante, sobre todo cuando nosotros los elogiamos. Pero además hay que enseñarles a hacer tratos para que ambas partes se beneficien. “Qué bueno, tu disfrutas de la pelota y él de tu carro”.

Cuando los niños desarrollan mínimas destrezas para negociar entre ellos, ya no es necesario mostrarnos de un modo tan directivo. Es interesante observar cómo se comportan y, en algunos casos, intervenir en algún momento para ayudarlos con alguna sugerencia.


La importancia del ejemplo
Aprender a compartir y a negociar es algo que se ve muy influido por el ejemplo familiar. Si en el hogar nos conducimos con amabilidad y flexibilidad; si acostumbramos pedir antes que ordenar; si damos y recibimos; a nuestros hijos les será más fácil aprender de este modelo. Además debemos dedicar tiempo para estar con ellos. Si se divierten con nosotros, si mostramos comprensión y ganas de escucharlos, adquirirán más fácilmente el carácter y la energía que les permita ser cooperativos con los otros.

Para tener en cuenta:

  • Reconozcamos que, para un niño de tres o cuatro años, pactar y compartir puede ser difícil en muchas ocasiones.
  • Mostrémosles nuestra comprensión y comentemos con ellos los sentimientos al respecto.
  • La hora de acostarse es un buen momento para hacer un balance con ellos de lo sucedido durante el día.
  • No olvidemos felicitarlos cuando logran hacer un pacto.
  • Seamos conscientes de que el niño no puede hacer cualquier trato o compartir cualquier cosa.

BIBLIOGRAFIA
Luciano Montero, La aventura de crecer. Claves para un saludable desarrollo de la personalidad de su hijo, Buenos Aires, Planeta, 1999.
David Shaffer, Psicología del desarrollo. Infancia y adolescencia, México, Internacional Thomson Editores, 2000.


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