Hay profesionales que enseñan a los niños a sentarse en una silla para que piensen sobre el comportamiento que han realizado. También hay padres que se suman a esta estrategia para que sus hijos piensen sobre su comportamiento. Pero hacer pensar a los niños sin reflexionar sobre lo acontecido solo encontrará resultados a corto plazo: que el niño frene el comportamiento inadecuado en ese instante, pero no será capaz de regularlo para el futuro.
Los niños necesitan reflexionar sobre sus comportamientos para poder decidir sobre cómo tiene que ser su comportamiento y también, que tengan el control de sus acciones. Conociendo mejor sus emociones y poniendo palabras en ellas para poder entender qué ocurre y por qué, serán más capaces de regular sus emociones, aunque este proceso no es tan fácil.
La regulación emocional es progresiva y todos los niños necesitarán la ayuda de sus padres para conseguirlo. Pero en lugar de sentarlos en una silla para que piensen por ellos mismos sin orientación y con el peligro de sentir un doloroso abandono emocional, lo correcto será enseñarles a ver las cosas desde perspectiva, ¿y cómo conseguirlo? Enseñándoles a sentarse en una silla, sí, pero desde la Luna.
¿Cómo es posible eso? Con la imaginación. Es altamente positivo. Enseñar a los niños a sentarse en una silla desde la Luna les da la oportunidad de poder ver marcando una distancia emocional lo ocurrido. Que sean capaces de explicar qué ha sucedido, cómo se pueden haber sentido las personas involucradas y pensar soluciones para ese momento y para que en el futuro no vuelva a suceder. Los niños sentirán que tienen más control sobre lo acontecido y además, podrán buscar soluciones activamente y entender las emociones, fomentando además, la empatía.
Necesitarán tu orientación, pero a veces sentarse desde la Luna es la mejor opción.