Enseñar a un niño a reconocer sus errores no es lo mismo que hacerles creer que es una mala persona por cometer esos errores. En un momento difícil, podemos enseñar a nuestros hijos que sus errores no les hacen ser una persona desagradable o malvada.
Lo que sucedió puede ser un error del que se arrepientan después, pero su valor y pertenencia son constantes, eso no cambia nunca. Cuando los niños cometen errores es necesario que hablen sobre cómo sienten esa vergüenza y que con la dosis correcta de vergüenza o culpa sea un potenciador y motivador para realizar los cambios oportunos para la mejora en el futuro.
Debido a que los errores son parte del ser humano, los niños necesitan aprender a no dejar que la vergüenza eche raíces en sus corazones. La culpa después de un error ayuda con el desarrollo de un sentido sano del bien y el mal, pero la vergüenza a menudo hace los niños ahonden más en el mal comportamiento como un intento de convencerse a sí mismos de que lo que están haciendo está bien, o renunciar a la idea de que alguna vez podrían ser ‘buenos’.
Sin embargo, es fundamental que los padres no usen la vergüenza para hacer que sus hijos se sientan mal consigo mismos. Los pequeños necesitan que se validen sus emociones y sentirse comprendidos antes de todo. Los errores son parte del aprendizaje y no deberían nunca sentirse culpables o avergonzados por haber cometido un error sin querer.
Es importante hablar con un niño sobre un comportamiento que ha hecho y hacerle saber que es culpables de un comportamiento que puede dañar a otra persona, pero eso no le hace ser mala persona en absoluto. Es necesario separar el comportamiento de la identidad del pequeño y guiarle en el comportamiento correcto.