Entender el cerebro de los adolescentes a través de la ciencia


Saber cómo funciona el cerebro de los adolescente nos ayudará a entenderle mejor. Gracias a la ciencia, y la neurociencia, podemos estudiar mejor sus cambios y las conexiones que se producen en el cerebro de los adolescentes. Toda esta información nos ayudará a comprender mejor sus cambios de humor, la necesidad del riesgo o de sentirse integrado y aceptado en el grupo.

En la adolescencia el cerebro cambia de manera importante, ya no funciona como el de los niños, ni tampoco como los adultos. Debemos ver la adolescencia como un periodo de alta plasticidad neural.

Cómo funciona el cerebro del adolescente

La parte del cerebro que tarda más al madurar es el Córtex Prefrontal, la parte de la toma de decisiones, del autocontrol y de la autoevaluación. Esta es una de las razones por la que los adolescentes no tienen incorporada ciertas habilidades emocionales.

Otras regiones cerebrales también cambian mucho durante la adolescencia. Se trata del Córtex Temporal, implicado en el lenguaje, la memoria y la comprensión de situaciones sociales, y el Córtex Parietal, relacionado con la planificación de movimientos, la navegación espacial y el procesamiento multisensorial.

Otro cambio muy grande en el cerebro en la adolescencia se da en los lóbulos prefrontales, que afecta a las funciones ejecutivas, nos permiten planificar y coordinar las decisiones y acciones, ser mentalmente flexibles y tener autocontrol.

Ventajas del adolescente a la hora de aprender

adolescente feliz

Distintos estudios afirman que el cerebro adolescente tiene la ventaja de aprender mejor a través de la recompensa. En esta etapa el cerebro humano tiene una respuesta más intensa a la recompensa que luego, de adulto. Esta manera de funcionar el cerebro facilita la impulsividad, la exposición a los riesgos y una propensión mayor a desarrollar adicciones.

Según un estudio realizado por la neurocientífica Shohamy, una de las diferencias del cerebro adolescente con el adulto es que los primeros ponen a toda marcha las acciones de búsqueda de recompensa. Shohamy invitaron a 41 adolescentes entre 13 y 17 años, y a 31 adultos entre 20 y 30, para jugar un videojuego que consistía en decidir qué flor elegirían las mariposas.  A través de imágenes de los cerebros de los adolescentes que participaron en el experimento, el hipocampo, un área importante para la memoria, se volvió más activo. Esta región funcionaba de manera conjunta con un área de recompensa llamada cuerpo estriado, y que no se veía alterado en los adultos.

Esto lleva a la conclusión de que, en la adolescencia, ambas regiones trabajan en conjunto, y luego no se da. Esto explica porqué aprendizajes que no han sido significativos ni estimulantes se eliminan de la memoria, La sociedad y el contexto en que el joven se desenvuelva, le pueden ayudar a modificar su nivel de coeficiente intelectual, ya que están súper activos en sinapsis neuronal.

Adolescencia, el cerebro vulnerable


La neurociencia nos ayuda a comprender los mecanismos que regulan el control de las reacciones nerviosas y el comportamiento del cerebro. Esta ciencia nos advierte sobre la vulnerabilidad de los adolescentes si tienen pocas horas de sueño. En general, los adolescentes deberían dormir entre 8 a 9 horas diarias. Si un adolescente se duerme sobre las 23:00 horas y lo despertamos a las 6 o 7 de la mañana, es equivalente a pedirle a un adulto que inicie su jornada a las 3 de la madrugada.


Otra de las vulnerabilidades del cerebro de los adolescentes, es que estos se enfrentan con mayor sensibilidad a sus emociones. El desarrollo de las conexiones neuronales se da en el área del cerebro límbico, que es donde se alojan las emociones. Este es el porqué todo lo magnifican. El estrés les ataca con mayor intensidad que a un adulto, por tanto sus reacciones son más potentes.

La principal característica del cerebro en la adolescencia son la organización y la maduración. Javier Quintero, doctor psiquiatría y autor del libro El cerebro adolescente, afirma que es esencial entender y ser empático con la gran transformación biológica de los adolescentes, para abordar estos cambios como una posibilidad de mejora en las relaciones entre padres e hijos.


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