A veces parece que si queremos que nuestro hijo o hija aprenda o si queremos que esté con otros niños, hay que llevarlo a la escuela infantil.
Pero ¿realmente es necesario para el correcto desarrollo del niño pasar por la escuela infantil? si decidimos no llevarlo ¿aprenderá algo?¿no echará de menos estar con otros niños?
Veamos si realmente es necesario ese paso por la escuela infantil.
Es cierto que los niños necesitan un ambiente rico y estimulante para poder desarrollar sus habilidades y destrezas a todos los niveles. Necesitan un ambiente en el que se sientan lo suficientemente seguros desde el punto de vista afectivo como para dedicarse a explorar, jugar… Por norma general, el ambiente familiar ofrece todo esto, es el primer contexto educativo: estímulos adecuados y seguridad afectiva junto a mamá, papá o una persona de la total confianza del niño, para entregarse libremente al juego y a la exploración del medio.
También es cierto que los niños y niñas necesitan socializar, compartir espacios de juego con sus iguales. Es una etapa del desarrollo a la que se llega por maduración, no es un aprendizaje. Hacia los 3 o 4 años, cuando ya son capaces de comprender el placer del juego compartido, el niño o la niña muestra interés en jugar con otros niños. Antes de esta edad, difícilmente tienen interés genuino en compartir juegos, por el momento evolutivo en el que se encuentran, en pleno egocentrismo.
Así pues, la asistencia a la escuela infantil no es un requisito imprescindible para el correcto desarrollo del niño o la niña.
Entonces ¿qué función cumplen las escuelas infantiles?
Para muchas familias, es la única forma de poder conciliar dos mundos irreconciliables como son la vida familiar y la vida laboral. En una sociedad con tan pocos apoyos reales para ejercer la maternidad y la paternidad, las escuelas infantiles son un recurso más para intentar conciliar, para poder ir a trabajar y procurarle a nuestro pequeño, la atención que necesita.
Tenemos a nuestro alcance otros recursos, como son las excedencias y las reducciones de jornada, aunque ambos repercuten en la economía familiar. También podemos valorar que una persona de nuestra absoluta confianza cuide a nuestro pequeño en casa, un espacio que nuestro pequeño ya conoce. O podemos recurrir a una madre de día, una persona con formación específica que atenderá a nuestro pequeño en su casa, convenientemente preparada para este fin.