¿Es normal que mi hijo no juegue solo?

Madre e hija juegan y ven cuentos.

Los padres son quienes están siempre ahí para el niño. La separación de ellos puede generar en él llanto y desolación.

Muchos padres buscan momentos de soledad o descanso un tanto difíciles con un niño en casa, más aún si no juega solo. El hijo que busca un compañero de juegos en sus padres continuamente demanda mucho y puede resultar agotador. A los padres les suele desconcertar que no sea más autónomo. Descubramos si es algo normal que el niño no juegue solo.

Padres e hijos, compañeros de juegos

Hay padres que llegan agotados del trabajo o simplemente sufren el estrés del día a día y eso les hace necesitar de momentos de descanso. Cuando el hijo demanda jugar acompañado de sus padres genera angustia y desesperación en ellos. Normalmente se extrañan que no quiera estar en su habitación o idear sus propios juegos e historias. Incluso hay progenitores que consultan este tema con profesionales porque no saben si es algo normal.

Los padres son quienes están siempre ahí para el niño. Él percibe ese afecto y lo demanda. Cuando el niño es aún muy pequeño está fuertemente atado a sus padres, depende de ellos, y la separación de los mismos supone llanto y desolación. Según crece es necesario que el niño sea más independiente, autónomo y sepa administrar su tiempo, sus juegos y su espacio.

Autonomía, independencia y disfrute del niño

Padre jugando con sus hijos al aire libre.

Es importante el contacto,  el afecto con sus padres, y también lo es que sepa crear, investigar, entretenerse con lo que le hace sentirse bien y por sí mismo.

El juego da libertad, invita a crear, a desarrollar su parcela intelectual, psicomotora y emocional. Es complicado ver que un niño de más de 2 años no sea capaz de jugar solo, que demande constantemente a sus padres para hacerle compañía. El niño, rodeado de juguetes, con una habitación y espacio en el salón para disfrutar, llora cuando sus padres no están. El hijo los busca o se pega a ellos estén donde estén e independientemente de lo que tengan que hacer.

Los padres pueden motivar a los niños para que jueguen a lo que les guste, se relacionen con otros niños, despertar en ellos ilusión… A un niño puede aburrirle ver los juguetes de su habitación, saber que ya ha jugado con ellos y no le despiertan intriga alguna. Innovar, llamar su atención y curiosidad con otras actividades, tareas de adultos en las que pueda involucrarse…, puede hacer que se sienta atraído e ilusionado nuevamente.

Es importante el contacto, el afecto padres-hijo, y también lo es que el niño sepa crear, investigar, entretenerse con lo que le hace sentirse bien y por sí mismo. Lo mejor es, poco a poco, lograr que se despegue de los padres, ir aumentando los espacios de tiempo que consigue jugar solo o con otros niños, sin buscarlos. Conocerle bien e indagar en sus gustos será útil para poner a su disposición aquello que más le atraiga y le apetezca realizar.


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