Con el paso de los años, las chances de embarazo se reducen de manera considerable. Sin embargo, muchas mujeres eligen esperar más allá de los 35 años antes de intentar tener un hijo. Esto plantea importantes preguntas: ¿qué ventajas se obtienen al esperar y cuáles son los riesgos asociados a la postergación de la maternidad?
El contexto de la maternidad tardía
A lo largo de las últimas décadas, la tendencia de postergar la maternidad se ha incrementado de manera significativa. Las razones para esta decisión son mayormente de tipo profesional y social, ya que muchas mujeres intentan cumplir metas profesionales antes de embarcarse en la maternidad. Según la doctora Sandra Miasnik, especialista en medicina reproductiva del CEGYR (Centro de Estudios de Ginecología y Reproducción), «es común que mujeres en la treintena avanzada experimenten su primer embarazo».
Este fenómeno se refleja en el aumento de la cantidad de mujeres que deciden tener su primer hijo después de los 35 años. Sin embargo, el riesgo principal que enfrentan estas mujeres es la disminución de la fertilidad, ya que a partir de los 35, y más claramente a los 40, la cantidad y calidad de los óvulos disminuye drásticamente.
¿Cuándo consultar a un especialista en reproducción?
Muchas parejas suelen acudir a un especialista después de intentar sin éxito quedarse embarazadas durante un tiempo. Según la Dra. Miasnik, generalmente, se puede empezar a hablar de infertilidad si después de 12 meses de intentos no se ha conseguido concebir. Sin embargo, para mujeres de 35 años o más, se recomienda buscar asistencia médica tras 6 meses de intentarlo sin éxito.
Otros factores también pueden desempeñar un papel en la necesidad de consultar a un especialista mucho antes, como enfermedades conocidas que afecten la fertilidad, o problemas reproductivos de cualquiera de los dos miembros de la pareja.
Métodos de fertilización asistida
Desde que se logró el primer nacimiento con reproducción asistida en 1978, las técnicas y los tratamientos de fertilización han ido avanzando y perfeccionándose. Estos procedimientos, según la complejidad del caso, pueden clasificarse en métodos de baja o alta complejidad, ofreciendo diferentes opciones a las parejas que experimentan dificultades para concebir.
Tratamientos de baja complejidad
El procedimiento más común dentro de los métodos de baja complejidad es la inseminación intrauterina (IIU), un tratamiento que consiste en depositar espermatozoides mejorados dentro del útero de la mujer en el momento preciso de la ovulación. Este procedimiento se suele acompañar de una estimulación ovárica, para aumentar el número de óvulos disponibles.
Tratamientos de alta complejidad: la FIV y la ICSI
Cuando los métodos de baja complejidad no son suficientes, la ciencia ofrece alternativas como la Fecundación in Vitro (FIV) o la Inyección Intracitoplasmática de Espermatozoides (ICSI). En estos casos, los óvulos se fertilizan en laboratorio y los embriones resultantes se transfieren al útero. Generalmente, se transfieren entre dos y tres embriones para aumentar las probabilidades de éxito.
La ovodonación como alternativa
Para algunas mujeres, la mejor opción será optar por una ovodonación. Este tratamiento es particularmente útil en mujeres que tienen una baja respuesta a la estimulación ovárica. Los óvulos donados provienen generalmente de mujeres más jóvenes, lo que aumenta las posibilidades de éxito y asegura una mejor calidad ovocitaria.
De esta manera, las pacientes pueden experimentar la gestación, el parto y la lactancia, lo que ofrece una alternativa emocional y física a la adopción, permitiendo a la madre una experiencia completa de maternidad.
Factores emocionales: El rol del médico
Enfrentar la infertilidad es un reto tanto físico como emocional. El hecho de que una pareja necesite la asistencia de un profesional para concebir, puede generar angustia y estrés. Según la Dra. Miasnik, es primordial que el médico no solo se enfoque en los aspectos orgánicos, sino también en los emocionales.
La relación con el médico suele ir más allá del proceso de reproducción asistida, ya que en muchos casos, el vínculo permanece incluso después del nacimiento, con los médicos recibiendo visitas o fotos de bebés nacidos tras los tratamientos.
El apoyo emocional del médico y el entorno es clave para que las parejas tengan una experiencia más llevadera y menos estresante durante todo el proceso, logre o no exitosamente el embarazo en los primeros intentos.
Consecuencias biológicas del envejecimiento reproductivo
A medida que las mujeres envejecen, su capacidad reproductiva disminuye, algo que se conoce como envejecimiento reproductivo. A partir de los 35 años, la reserva ovárica de la mujer empieza a disminuir rápidamente, reduciendo tanto la cantidad como la calidad de los óvulos. Este proceso es irreversible y está relacionado con varios factores biológicos, como la disminución de la calidad del ADN en los óvulos y una mayor prevalencia de anomalías genéticas.
Además de la infertilidad, los riesgos de abortos espontáneos y anomalías cromosómicas, como el síndrome de Down, aumentan considerablemente después de los 35 años.
El envejecimiento ovárico también afecta a la calidad del endometrio, lo que puede dificultar la implantación de los embriones y aumentar los riesgos de complicaciones durante el embarazo, tales como la hipertensión gestacional y la diabetes.
La preservación de la fertilidad: una opción temprana
Dado el impacto que la edad tiene en la fertilidad, uno de los métodos más recomendados para mujeres que desean postergar la maternidad es la preservación de la fertilidad. La técnica más utilizada para este fin es la vitrificación de ovocitos, un procedimiento que permite mantener los óvulos en buen estado hasta que la mujer decida utilizarlos.
El ideal es realizar esta técnica antes de los 35 años, ya que a partir de esa edad la cantidad y calidad ovocitaria se ve afectada. Para asegurar el éxito, se recomienda congelar entre 12 y 20 ovocitos, lo que ofrece mayores probabilidades de embarazo en el futuro.
Ser madre después de los 40: Riesgos adicionales
Quedarse embarazada a los 40 o más es posible, pero los riesgos aumentan considerablemente. Las probabilidades de gestar con óvulos propios disminuyen drásticamente, y los riesgos de tener un bebé con anomalías cromosómicas se incrementan.
Los óvulos que quedan a esta edad suelen tener fallos genéticos que pueden derivar en complicaciones tanto para la madre como para el feto. Los riesgos adicionales incluyen:
- Mayor probabilidad de parto prematuro.
- Riesgos más altos de diabetes gestacional y hipertensión.
- Mayor tasa de abortos espontáneos.
- Riesgos de anomalías como el síndrome de Down.
Pese a estos riesgos, muchas mujeres optan por la maternidad tardía gracias a los avances en la medicina reproductiva y probablemente a una mayor estabilidad económica y emocional.
La información indica que, aunque los riesgos aumentan con la edad, cada vez más mujeres eligen ser madres a edades más avanzadas, disfrutando de un fuerte soporte médico y psicológico que las asiste en cada paso del proceso.