Hacer que los hijos piensen cosas como:”¿Cómo te haría sentir eso?” Es uno de los hábitos más poderosos que podemos inculcar en nuestros hijos. No puedes ser una persona compasiva a menos que tengas una imaginación activa, tienes que ser capaz de ponerte en los zapatos de otra persona.
El juego de simulación es una excelente manera para que los niños pequeños practiquen la empatía. Podrías decirle a tu hijo: “¡Tu muñeca se cayó y se golpeó la cabeza! ¿Qué crees que deberíamos hacer por ella? A medida que tus hijos crecen, puedes pedirles que imaginen escenarios de la vida real más complicados a medida que los encuentra.
Hay que señalar las diferencias a los hijos sin juzgarlos para que puedan formar sus propias opiniones. Puedes ofrecer todo tipo de oportunidades similares para reflexionar: «Imagina ser un gatito que estaba atrapado en un árbol y no pudo bajar». «¡Imagina lo difícil que debe ser subirse al autobús en una silla de ruedas, y lo agradecido que se sentiría de que un ingeniero inteligente inventara el elevador para hacerlo posible”
Con el tiempo, este tipo de pensamiento se vuelve automático, y también lo hace la respuesta de un niño. Cuando ves a un niño que olvidó su almuerzo, sabe que tiene hambre y le ofreces compartir el tuyo. Leer un libro juntos es otra manera fácil de conectar con tu hijo y experimentar la vida de otra persona que podría ser muy diferente a la suya.
Cuando leemos, imaginamos con nuestro corazón y alma y no solo con nuestro cerebro. Los personajes de un libro a menudo comparten sus sentimientos de una manera aún más profunda de lo que lo harían si estuvieran sentados frente a ti. Por eso, es importante que los padres inspiren la imaginación de sus hijos para que la empatía salga reforzada.