Islandia: país de mujeres que asumen la maternidad con libertad

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Islandia tiene la tasa de matrimonios más baja de Europa y por lo que sé 2 tercios de las uniones matrimoniales acaban en divorcio, también se produce allí un número de nacimientos fuera del matrimonio altísimo (66 por ciento) y es habitual que las parejas con o sin hijos convivan varios años antes de casarse. Por otra parte no es raro que chicas muy jóvenes se queden embarazadas, y no por ello interrumpen su formación académica y continúan estudios universitarios, esto es por que el Estado otorga ayudas a la maternidad en estas circunstancias.

Un informe de 2012 elaborado por la ONG Save the Children sitúa a este pequeño estado insular situado en la dorsal atlántica, como el segundo mejor país para ser madre y el primero para ser niño. ¿Cuáles son las claves de esta sociedad aparentemente igualitaria?

Probablemente confluyen razones de todo tipo, entre ellas el hecho de que no es un país religioso, así que no existe ningún tipo de convicción moral por la que de vergüenza ser mamá a los 21 años, o que construya prejuicios en torno a mamás que tienen varios hijos de parejas diferentes. Además este país vikingo se podría decir que es feminista casi por naturaleza, y desde luego a pesar de que siempre son posibles las mejores están muy lejos de otras naciones europeas, y no digamos del Oriente Próximo o medio.

Madres Islandesas

País igualitario que mima la natalidad.

Fue en 1980 cuando Vigdis Finnbogadottir se convirtió en la primera presidenta mujer en Europa, fijaros si han pasado años y en España aún no hemos podido conseguirlo (lo que nos queda por recorrer). Era una madre soltera que estuvo 16 años representando a los ciudadanos islandeses, y no duda en atribuir su hazaña a la lucha que sus compatriotas mantuvieron en 1975 por la igualdad.

Son mujeres fuertes e independientes cuya principal valedora es su propia autoconfianza. Pero bien es verdad que se han conseguido logros importantes que asumidos por el Gobierno, facilitan que estén integradas en la sociedad, y laboralmente activas, al tiempo que son madres. Además de las ayudas mencionadas, Islandia puede estar orgullosa de una ley contra la violencia machista que cuando ocurre en la pareja, protege a la víctima obligando a quien agrede a abandonar el domicilio.

Merece la pena destacar que las empresas que tienen al menos 50 trabajadores, deben garantizar en los Consejos de Administración una representación mínima de un 40 por ciento de uno de los dos sexos, o sea que legalmente no es posible que sean todas mujeres o todos hombres.

Y fijaos: el permiso remunerado cuando nace un bebé es de 9 meses de los cuales 3 son para disfrute de la madre, otros 3 intransferibles para el padre, y el resto que pueden repartirlo como crean conveniente. Así se garantiza la presencia activa del progenitor durante los primeros meses de vida del bebé.

¿Mejor país para vivir?

Dejando de lado las condiciones climatológicas o geográficas, parece un buen sitio, de hecho hay mamás solteras llegadas de otros países que son muy bien acogidas allí. Eso sí, su población es de unos 320.000 habitantes que se reparten en poco más de 100.000 kilómetros cuadrados. Es un país culto, con una renta per cápita muy elevada, en el que sus habitantes viven muchos años. No digo que sea un lugar idílico, pero muchas de sus características si que son atractivas.

Sin embargo, las mujeres islandesas que podrían compararse con italianas, paquistaníes, portuguesas, estadounidenses, filipinas o ecuatorianas, se comparan con los hombres: la igualdad real no existe en la práctica y aunque la discriminación salarial no está permitida, se produce. Además he leído en algunas publicaciones que se ha empezado a producir un fenómeno inquietante que podría desequilibrar – al menos en el terreno de las relaciones sexuales – la balanza: se trata de la pornificación (concepto que deberemos ampliar en otra ovación), y de hecho ya hay un precedente de campaña de Educación Sexual para adolescentes en este sentido.

Imágenes — Helgi Halldórsson/Fredd, Anne Ling en New Yorker



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