Ni buenas ni malas madres. Ser mamá es mucho más difícil de lo que parece.

mamá y bebé bañera

Vivimos en la era de las etiquetas. Nos encanta llamar a cada cosa por su nombre y adjetivar todo lo que nos rodea. Era de esperar que tarde o temprano las madres también sufriríamos esto. Se ha abierto una nueva corriente de malas madres por Internet que no tiene desperdicio. La verdad es que todos alguna vez en nuestra vida hemos juzgado a una mamá por algo que ha hecho con su hijo, llegando incluso a dudar de su capacidad para educarle o cuidarle. Como madres, nos encantaría ser perfectas; seguir una línea recta en nuestras emociones y parecernos a esas mujeres ejemplares que vemos en la red.

La realidad se aleja bastante de la perfección. Somos madres, sí, pero somos humanas. Somos personas. Nos cansamos, nos agotamos y desesperamos. Lloramos de agobio y a veces no podemos más. Para muchos eres una mala madre por no aguantarte y para otros eres una buena madre por saber expresarte. La única verdad en todo esto es que hasta que no eres madre, no valoras el trabajo tan difícil que esto conlleva. Desde fuera todo es fácil y seguramente os hayan dicho mil veces aquello de «relájate que no es para tanto». Vamos a comentar algunas de las cosas que día a día sentimos las madres; abrid vuestra caja de empatía y sobre todo la mente para poneros en nuestro lugar.

No hay descanso

Y mucho menos descanso mental desde el momento en el que te conviertes en mamá. Ese rato que tenemos cuando el padre se queda con el bebé no lo usamos para despejar nuestra cabeza porque es sencillamente imposible. ¿Cuántas veces nos hemos metido a la ducha y hemos oído a bebés imaginarios llorar desconsoladamente? El cerebro de la mujer se ve afectado desde el embarazo; se prepara para aceptar el vínculo de amor más eterno que jamás podremos experimentar.

Además, el instinto maternal se apodera de nosotras y por lo tanto, la capacidad de concentración en una sola cosa es bastante más superior que antes. Nos anticipamos a las jugarretas de nuestro hijo para protegerle y al estar en un estado de alerta continuo, el cansancio cerebral que experimentamos es superior al físico a diario. No hay un solo momento en el que no pensemos en nuestro hijo pero eso no quita que no queramos despejarnos un rato algún día saliendo con nuestra pareja a cenar por ejemplo.

Y con esta breve explicación enlazamos el siguiente punto: si estamos 24 horas con nuestro hijo somos unas madres obsesionadas y estamos malcriando a nuestro hijo. Pero si por el contrario nos gusta tomarnos un rato al día a solas o un fin de semana al mes nos vamos a divertirnos con nuestra pareja, somos malas madres. Por favor, humanidad, dadnos un respiro y dejad de señalarnos con vuestro dedo acusador.

madre y sus dos hijos descansando

No hay piedad

Después de días sin descansar, no falta la típica persona que infravalora todo lo que haces porque «conozco a otras madres y no se quejan tanto». No buscamos aprobación de nadie, ni tampoco buscamos que nos den palmaditas en la espalda por todo lo que hacemos. Pero todas, y la que lo niegue me atrevo a decir que miente, necesitamos una vía de escape a las emociones que la maternidad nos hace experimentar.

Si no fuésemos madres y hablásemos con una persona de nuestros problemas, seguramente se nos juzgaría mucho menos que teniendo un hijo. Es de guión; en el momento que tienes una queja como madre, siempre hay alguien preparado con su escopeta de opiniones que no ayudan en absolutamente nada: «¿qué pensabas que era tener un hijo? Habértelo pensado antes». Pero no os preocupéis, como norma general estas palabras vendrán de gente que sólo ha experimentado la maternidad cuidando esporádicamente de algún sobrino. O tal vez sea gente que tiene la suerte de tener una fuerza mental envidiable y que yo la quisiera para mí.

Como consejo os digo que es mejor desahogarse con mujeres que tengan un bebé de más o menos la edad del vuestro. Las mamás que tienen hijos más mayores no se acordarán de lo duro que era cuidar de un bebé. Y por supuesto, las madres que tenemos bebés, no sabemos aún lo difícil que es educar a un niño más mayor, por lo que la capacidad para empatizar puede verse afectada.

madre e hijos labores de casa

Un mar de incertidumbre

Desde que nacen nuestros hijos surgen un millar de dudas. Cuestionamos nuestras capacidades en todo lo que incumbe a nuestro pequeño; desde si el pecho le estará alimentando a si el biberón es una opción egoísta. Después llegan las revisiones pediátricas, donde nos bombardean con esas malditas gráficas de percentiles haciéndonos sentir deprimidas si nuestro hijo esta por debajo de la media.


A partir de los 6 meses, que es más o menos cuando introducimos la alimentación complementaria, llegan nuevas decisiones. No sabemos si practicar BLW o si decantarnos por los purés. No nos decidimos por ninguna de esas papillas azucaradas del mercado a pesar de que nuestro pediatra nos dice que es lo mejor para nuestro hijo. Y no solo nuestro pediatra, nuestro entorno nos pregunta y repregunta que por qué queremos hacer a nuestro hijo diferente.

Pero lo que está presente desde el minuto cero de vida del recién nacido son las comparaciones. Madre, acostúmbrate a que comparen a tu hijo hasta con niños que ni siquiera conoces o conocerás. Por esto además no podremos evitar que nos asalten las dudas: «¿lo estaré haciendo bien?» o «¿estaré perjudicando a mi hijo por no hacer con él lo que se hace de toda la vida de Dios con los demás?»

madre consuela a su hijo

Culpabilidad

Cuando nació mi hija pensé que su manera de respirar era porque yo había llorado mucho en el embarazo. Ahí entendí que todo lo «malo» que le pasase a ella sentiría que era mi culpa. Es un maltrato psicológico hacia nosotras mismas que no podemos remediar. Pero si que debemos de saber que nuestros hijos tienen que aprender a ser consecuentes con sus actos cuando crezcan. Haciéndonos las culpables de todo jamás sabrán como hacerlo. Creo que la culpabilidad es, además del entorno juzgador que nos rodea, lo más duro de la maternidad. Son pescadillas que se muerden la cola.

Es tan complejo que hasta intentar explicarlo cuesta. Es por esto por lo que digo que entendemos tantísimas cosas cuando nos convertimos en madres… Lo más importante es saber que todo lo que hacemos es por el bien de nuestros hijos; no voy a profundizar en las excepciones que surgen desgraciadamente. Piensa en criar un hijo feliz y sobre todo, en ser una madre feliz. Ni buena madre ni mala madre, ¡se su madre!


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  1.   Macarena dijo

    Hola Yasmina, aunque dices que «hasta explicarlo cuesta», se te entiende perfectamente. Hagamos lo que hagamos se nos juzgará, hagamos lo que hagamos, tenemos que renunciar a unas u otras cosas, pero en eso consisten las decisiones: las de las madres y las de cualquier otra persona.

    Es un post brillante, sincero y muy claro, felicidades.