La competitividad en sí misma generalmente no es algo malo, es cómo las personas tratan las competiciones que las hacen poco saludables. En otras palabras, si el único objetivo es ganar y no aprender nada en el proceso, los niños se sentirán desanimados cuando pierdan.
Pero, si los padres, entrenadores y otros adultos aprenden a ver cómo perder de manera constructiva, los niños aprenderán mucho más de las competencias en las que participan… Por lo que los padres y adultos de su entorno tienen un papel principal en todo esto. Una competencia saludable proporciona una mentalidad de crecimiento y erradica las mentalidades fijas.
Por ejemplo, cuando los niños creen que las cualidades que tienen no se pueden cambiar, como ser malo en matemáticas, entonces tienen una mentalidad fija. En consecuencia, cuando los niños tienen esta mentalidad, creen que el cambio no es posible y que están estancados… y que no pueden cambiar o desarrollar repentinamente las habilidades que quieren o necesitan. Los niños con una mentalidad fija a menudo sienten la necesidad de probarse a sí mismos una y otra vez y se evalúan de una manera de todo o nada.
Mientras tanto, lo opuesto a una mentalidad fija es la mentalidad de crecimiento. Los niños que tienen una mentalidad de crecimiento reconocen sus habilidades y capacidades actuales, pero creen que pueden cambiar, mejorar o añadir nuevas habilidades con tiempo y esfuerzo. Como resultado, cuando los niños tienen una mentalidad de crecimiento, es más probable que se acerquen a la competencia y entiendan que si no les va bien, no es el fin del mundo. Saben que pueden aprender y mejorar. Y, lo que es más importante, están dispuestos a intentarlo. ¡Tus hijos podrán tener una gran mentalidad de crecimiento si les ayudas a conseguirlo! Tu guía y apoyo es fundamental.
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