
Ilustración de la madre naturaleza.
Como una madre que amamanta a su hijo, la tierra nos proporciona el agua que necesitamos para hidratarnos, el sol que nos mantiene calientes, los árboles que nos cobijan, el aire que nos permite respirar, y el alimento que como sustento nos nutre, y nos permite crecer.
«Cuando la tierra esté casi desierta, y los animales moribundos; aparecerá una nueva tribu de humanos de todos los colores, las clases y las razas, los cuales a través de sus actos harán que la tierra vuelva a ser verde. Esta nueva tribu será conocida como los guerreros del arcoíris.»
Antigua profecía nativo americana.
Un entorno bello y reconfortante donde vivir, donde además cuando irremediablemente llegue el fin de nuestros días, nos recogerá entre sus brazos; volviendo a formar parte de la tierra, tal y como lo fuimos en un inicio.
Esto que acabamos de describir suena precioso, y lo hemos visto escrito en cientos de redes sociales y blogs. Lo leemos, le damos me gusta, lo compartimos, y sin embargo luego lo desechamos.
Ahora bien: ¿ como te sentirías si tu propio hijo te pisara? ¿si llegara a tu casa y te echara basura encima sin apenas mirarte ni decirte “qué tal el día”? Que esa persona a la que tu has dado la vida te talara un brazo, te rapara el pelo, o te escupiera humo en la cara.
Acaso no llorarías? Te sentirías humillada, enfadada, martirizada; y pesar de ello le seguirías dando todo, porque es tu hijo, porque lo amas por encima de todas las cosas. A pesar del desprecio, si lo necesitara, tendrías un techo, una manta, comida caliente, y un abrazo para esa criatura a la que siempre amarás.
La tristeza de la madre tierra
Pues esto es lo mismo. La madre tierra sufre por el desprecio con el que le tratan sus hijos. Y no, no castiga con tsunamis, lluvias torrenciales, terremotos, y huracanes. Solo grita. Expresa que le duele. Y pregunta “¿por qué me haces esto?”, tal y como lo harías tú como madre.
Nuestro papel como hijos de la Tierra
Sin embargo nunca es tarde para obtener el perdón de una madre, si nuestras palabras vienen acompañadas de actos. Y aquí reside nuestra tarea más importante:
Enseñar a nuestros hijos que cuidar y amar es lo mismo. Que han de agradecer todo lo que se les entrega. Que tener un hogar es el mayor de los regalos, y que los regalos se cuidan. Enseñar a nuestros hijos a amar, a entregar, a devolver a ser generosos, respetuosos, justos. A ser grandes seres humanos.
Y quién sabe, quizás si hacemos bien nuestro trabajo, dentro de no mucho tiempo ese pequeño que ahora tienes en frente sea un miembro de la tribu de los guerreros del arcoíris.