Durante los primeros tres años de vida, los niños comienzan a desarrollar la capacidad de experimentar el estado emocional o psicológico de otra persona. Las siguientes definiciones de empatía se encuentran en la literatura de investigación: «saber lo que siente otra persona», «sentir lo que siente otra persona» y «responder compasivamente a la angustia de otra persona”.
El concepto de empatía refleja la naturaleza social de la emoción, ya que vincula los sentimientos de dos o más personas. Dado que la vida humana se basa en las relaciones, una función vitalmente importante de la empatía a lo largo de la vida es fortalecer los lazos sociales.
Existen investigaciones que muestran que hay una correlación entre la empatía y el comportamiento prosocial. En particular, los comportamientos prosociales, tales como ayudar, compartir y consolar o mostrar preocupación por los demás, ilustran el desarrollo de la empatía y cómo se cree que la experiencia de la empatía está relacionada con el desarrollo del comportamiento moral.
Los adultos modelan comportamientos prosociales / empáticos para los bebés de varias maneras. Por ejemplo, esos comportamientos se modelan a través de interacciones afectuosas con los demás o mediante la crianza del bebé.
Una forma de apoyar el desarrollo de la empatía en los niños pequeños es crear una cultura de cuidado en el entorno de la primera infancia. Ayudar a los niños a comprender los sentimientos de los demás es un aspecto integral de cualquier familia. Las relaciones entre maestros, entre niños y padres y entre niños y cualquier adulto que convivan con ellos diariamente, debe potenciar la empatía.
La empatía es la base para que una sociedad funcione, por lo que es un deber fundamental de los adultos para que los niños puedan crecer entendiéndose y respetándose a sí mismos, y por ende, también a los demás. ¿En tu hogar se trabaja suficiente la empatía en la vida cotidiana?