La silla y el rincón de ¿pensar?

Niño en la silla de pensar

Estoy segura que casi todas las mamás habéis oído hablar de la famosa «silla de pensar» o del «rincón de pensar». Algunas escuelas lo utilizan en sus aulas y muchos padres en casa como una «alternativa al castigo». En realidad este recurso es una versión moderna del «tiempo fuera» conductista (time out).

¡Castigado a la silla de pensar!

Consiste en mandar al niño a sentarse solo en una silla cuando el adulto considera que se ha portado mal. El tiempo que el niño tiene que permanecer sentado en esa silla depende de su edad, un minuto por año. Durante ese espacio de tiempo tiene que estar tranquilo y pensar sobre lo que ha hecho mal. Después se le pregunta qué es lo que ha pensado.

¿Qué es el rincón de pensar?

El rincón de pensar es un método muy parecido a la silla de pensar. Se trata de mandar al niño que se ha portado mal a una habitación o rincón específico de la casa para que esté allí solo durante un tiempo pensando en si lo que ha hecho es correcto.

Niña en el rincón de pensar

Reflexiones sobre el uso de la silla o el rincón de pensar

Cuando mandamos a nuestro hijo a la silla o al rincón de pensar lo que realmente estamos esperando de él, es que piense sobre su conducta. Por esa razón es fundamental tener en cuenta la edad del niño. Los menores de cuatro años no tienen la capacidad de reflexionar sobre sus propias conductas ni de frenar su impulsividad. En momentos de conflicto necesitan la presencia del adulto.

La silla de pensar en realidad aparta al niño y lo ignora durante un tiempo. Este recurso no le facilita al niño ninguna herramienta que le permita saber cómo gestionar ese conflicto. Lo que el niño entiende es que si no hace lo que nosotros queremos, será rechazado.

Algunos profesionales ven estos dos recursos como una forma de castigo camuflada de «respeto» que puede generar en los niños resentimiento y miedo.

Madre regañando a su hija

Estrategias alternativas basadas en la inteligencia emocional

  • Lo que el niño necesita en primer lugar es calmarse. Para ello nos pondremos a su altura. Si está muy alterado podemos abrazarlo o contenerlo. Le hablaremos siempre con un tono suave y tranquilo mientras le miramos a los ojos. Aunque nos sintamos enfadados, es muy importante no perder los nervios y transmitirle la seguridad que necesita en ese momento.
  • Enséñale a tus hijos, especialmente a los  más pequeños, técnicas sencillas de respiración y relajación. En estos momentos de tensión le ayudarán a controlarse.
  • Ayúdale a saber cómo se siente y a poner nombre a esa emoción (enfado, tristeza, rabia). Si tu hijo aprende a identificar sus emociones, aprenderá a controlarlas mucho mejor. Debemos mostrar empatía. Que vean que comprendemos sus sentimientos (sé como te sientes en este momento…, comprendo que ahora mismo estás muy enfadado…)
  • Explícale de forma breve y clara lo que ha pasado y sus consecuencias. Hazle saber que no estás conforme, que entienda que su conducta no es adecuada ni aceptable. (Has arañado a Juan para quitarle la pelota y está llorando porque le has hecho daño. Mira como llora. No está bien arañar a los niños. Estoy enfadada).
  • Muéstrale formas alternativas de gestionar ese conflicto, es decir cómo podría haber actuado frente a esa situación de otro modo. En lugar de arañar a Juan para quitarle la pelota, ¿qué podrías haber hecho? (se la podría haber pedido prestada, preguntarle si quería jugar con él o buscar otra pelota).
  • Siempre que sea posible habrá que reparar el daño hecho. Por ejemplo, si ha tirado los juguetes de su hermano al suelo, tendrá que recogerlos y guardarlos en su sitio.
  • Si la reparación no es posible, podéis buscar juntos una forma de recompensar el daño hecho.

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