Somos muchas quienes abanderamos el amamantamiento y la lactancia prolongada, y no solo eso, si no la idea de que sean madre e hijo quienes tengan la última palabra ante el tema. El papel de la madre frente al proceso puede verse envuelto en intensos sentimientos, cuando otros se inmiscuyen. A continuación descubrirás cuáles.
Existen los sentimientos de tristeza y soledad cuando eres madres, ya no digamos si optas por amamantar a tu hijo. El bucle en el que una mujer y madre se ve inmersa puede ser agotador, ya no solo por todo lo que carga a sus espaldas: casa, trabajo, crianza de un hijo…, sino porque el entorno familiar y la sociedad se posicionan ante ella para opinar, juzgar y decidir, o al menos intentarlo constantemente.
Cuando una mujer decide ser madre, lo hace convencida y segura de que quiere enfrentarse a una etapa nueva, bonita y a su vez muy difícil. Cuando decides ser madre junto a una pareja, obviamente se habla entre los dos. Entre ambos se deciden muchas de las posteriores enseñanzas que se aplicarán al niño, pero no debemos olvidar que todo son conjeturas e ideas previas. El ser madre, entender, valorar, ejercer…, hasta que no se tiene al bebé en brazos, se le mire y conozca, no se sabe nada. Hasta ese preciso momento, no se puede optar por una vía u otra.
Aquí es donde se instaura la problemática. Por un lado quienes esperaban que actuases de un modo, o que habían consensuado contigo ciertas decisiones, pueden sentirse engañados tras los cambios que observan en tus actos. Como refiero, la mujer puede pensar que hará las cosas de un modo, pero esto no puede ser firme a pies juntillas, sin contar con variables que se conozcan desde el nacimiento del bebé.
Una mujer puede suponer que dará pecho tres o cuatro meses, que no le tendrá en su propia cama, pero no es lo mismo pensar en ello que vivirlo, palparlo, tener la responsabilidad de un ser. La lactancia materna parece fría cuando se habla de ella, pero una madre, por lo general, que comienza a amamantar, se pasa a otra dimensión emocional y no encuentra motivos realmente necesarios para dejar de hacerlo.
El entorno y la sociedad respecto a la lactancia
Ser madre es lo más maravilloso que existe, pero puede resultar extenuante. En la mujer, la fortaleza mental y física deben ser consistentes, para que no se debilite. Si añadido a la nueva etapa en sí, sumas dar pecho a un hijo, entonces el sobrecargo emocional puede rebasar límites insospechados. En consecuencia y para que todo resulte más llevadero, el entorno debería mantenerse cooperador y que la mujer estuviese más fuerte y confiada.
Tras ser madre y todos los cambios que se producen, tanto físicos como psicológicos, una mujer puede caer en la depresión postparto, y su sentimiento de culpabilidad se acentúa al no encontrar respuestas a lo que le sucede. Conviene, desde la sociedad, hacer un análisis de conciencia y actuar para que durante la maternidad y sobre todo la lactancia, la mujer puede sentirse apoyada y no existan casos de soledad y rechazo.
Desde que tienes a tu hijo y vives en tu piel ciertas situaciones, tu mentalidad cambia. No es lo mismo leer acerca de la técnica de dar el pecho, escuchar acerca de los beneficios para ambos, que sentirlo de un modo tan íntimo. Muchas conocemos lo que implica amamantar, el vínculo es algo indescriptible y especial, en consecuencia, quienes son meros observadores pueden llegar a no entender lo que, como madres, sentimos. De ahí la soledad de una madre que decide optar por dar la teta.
Familias, parejas…, aquellos que habían conversado sobre el tema antes de que el bebé llegase a la familia, se creen con el derecho a dictar determinadas actuaciones después. Se crea una discusión constante al respecto, se respira en el aire. Para la madre que decide seguir con su lactancia, no existe un apoyo social y suele ser rechazada o expuesta a juicio. Para la sociedad dar pecho a un hijo más allá de los 6 meses o el año ya es prolongado, para la OMS, la lactancia ha de ser complementaria hasta los 2 años y a partir del ahí hasta donde madre e hijo deseen.
Cuando esto ocurre, una madre ya no solo tiene que enfrentarse al desbarajuste emocional que supone la instaurada maternidad, si no que ha de lidiar día a día con las incesantes opiniones que inciden en que es hora de dejar de dar el pecho, que el niño es muy grande y que le está haciendo un flaco favor para su autonomía, imagen propia y desarrollo personal, nada más lejos de la realidad. Es desolador que quienes más te quieren no permanezcan a tu lado y apoyen tus decisiones.
Sentir por parte de otros el rechazo, es egoísta y cruel, obviamente puede deducirse el porcentaje de ignorancia o pasotismo. Resulta complejo que no se posicionen al lado de la madre o empaticen con ella y los deseos del bebé, más aún cuando este acto no perjudica a nadie. Las madres hemos de sacar fuerzas para afrontar y enfrentarnos a quienes nos asedian con sus comentarios y se erigen como salvadores de un acto que continuamos porque es lo mejor que podemos darle a nuestros hijos.
Somos madres y por ende mujeres, que como en muchos aspectos de nuestra vida debemos justificar nuestras acciones ante otros, como si no pudiésemos decidir por nosotras mismas. Debemos recordar de una manera vehemente que son nuestros hijos. No todo es tan sencillo. Pediatras, padres, abuelas…, no es tan fácil empezar un proceso o tomar un decisión y cambiar de la noche a la mañana o poner una fecha tope. Si hasta los 6 meses del bebé todos están satisfechos, ¿qué sucede después para que sus opiniones cambien? Estamos actuando por el bien de nuestros hijos y hemos de ser responsables y consecuentes con nuestros ideales. Este camino es el que queremos que mamen nuestros niños.