Añadir rituales a las rutinas los hace aún más poderosos. Los rituales se pueden definir como la dulzura, la diversión o el calor que acompañan a las rutinas. Son actos que proporcionan un significado adicional, comunican ‘esto es lo que somos’ (como familia), crean lazos familiares, ofrecen un sentido de pertenencia y ayudan a construir el amor y la conexión.
Un ritual puede ser un apretón de manos loco, una canción especial a la hora del baño o la forma en que siempre le guiñas un ojo a tu hija y le dices lo mismo cada vez que la dejas en la escuela. Puede ser algo que nadie más que su familia entiende: palabras clave, bromas internas, una forma de celebrar unas vacaciones juntos o sus propias reglas para los juegos deportivos. Estos comportamientos repetitivos, divertidos o creativos fortalecen los lazos familiares.
Si bien algunos rituales pueden haberse transmitido de abuelos u otros parientes (como leer siempre los cómics cuando estás enfermo en casa o siempre envolver zanahorias crudas en rodajas de pepperoni), se pueden crear otros con tu nueva familia.
Algunos rituales ofrecen oportunidades para el humor positivo, está relacionado con la satisfacción familiar. Lo más importante es que los rituales aseguran que tomes tiempo para la conexión emocional con tus hijos y tu familia.
¿Cómo comienzas los rituales y los mantienes en marcha?
Existen tres partes del desarrollo de un nuevo comportamiento:
- La señal o disparador
- La rutina de comportamiento
- La recompensa, o algo que le gusta a tu cerebro que te ayuda a recordar el «ciclo de hábitos» en el futuro
Identifica un dulce ritual, puedes añadir a días festivos, cumpleaños, domingos por la tarde, horarios de la mañana, horarios de cama o comidas. Hazlo una vez y toma tiempo para darte cuenta de lo que disfrutaste, como una sonrisa, un sentimiento de conexión, una risa, una calma o un calor. Sintonizar la recompensa sutil puede ayudarte a desarrollar la motivación para convertirlo en un hábito.