Cuando eres niño y comienzas a tener la capacidad de comunicarte, empieza la relación con personas de fuera de tu entorno más cercano. Los niños eligen y hacen amigos, y los padres temen el tipo de relación que pueda formarse y si es conveniente para el hijo. Pero, ¿los padres deben inmiscuirse en eso?, ¿deben elegir los amigos de sus hijos? Vamos a hablar de ello con más detalle.
La protección de los padres: ¿desmedida?
Los padres suelen querer conocer lo máximo posible acerca del hijo, sobre todo cuando empiezan a formar vínculos con otros niños en el colegio, el parque, el vecindario… Los niños buscan tener amigos con los que pasar tiempo, divertirse y compartirlo casi todo. En ocasiones, los padres intentan limitar la capacidad de libertad de sus hijos por creer a otros niños una mala influencia. Se basan en juicios de valor, en opiniones de otras personas, considerando su procedencia, su nivel económico, ciertos aspectos éticos, religiosos o políticos…
Los padres pueden asesorar a sus hijos, guiarles y desde muy pequeños inculcarles valores, normas de vida y convivencia. Sin una protección excesiva serán ellos quienes podrán hacer frente a determinadas decisiones. Es positivo que el padre vele por el bienestar de su hijo siempre que vea actitudes poco recomendables por parte de otros. Si el niño se siente cómodo y a gusto deseará seguir la amistad con alguien. En caso contrario sabrá pedir ayuda o exponer algo que le parezca inadecuado.
La amistad entre niños
Cuando el padre, con anterioridad, ha hablado a su hijo de lo que significa ser un amigo, probablemente le facilitará el momento de encontrarlo y además serlo. Un padre puede ayudar en esa búsqueda, hacerle saber que en una relación debe existir el respeto mutuo y la ayuda, pero no el abuso, la humillación o el desprecio. El padre es el primer ejemplo del hijo, por eso la libertad, responsabilidad, serán conceptos que copiará para forjar una amistad si los ve en su hogar.
Si el niño ve a diario relaciones sanas entre familiares, le será sencillo ponerlo en práctica con otros. Le será de gran ayuda ver la generosidad para compartir, el agradecimiento, la compasión, la ayuda, el afecto, la lealtad…, como un habitual. Si un niño se rodea de buenas personas y también lo es, buscará algo similar a sí mismo. Los padres con esta premisa, y pese al miedo a lo desconocido, lograrán que el niño, sea en un futuro, dueño de sus decisiones.
Libertad de elección para los amigos
El niño actuará adecuadamente con otro si tiene la opción de estar con quien quiere, no con quien se le imponga. Necesita poseer esa libertad tan propia que le permita elegir. Tras una educación sólida en valores e ideales de respeto y solidaridad, el pequeño tiene la suficiente base para poder meter en su círculo a niños que desee como amigos. En algunos casos esa amistad se queda en el camino, porque como en otras relaciones, cuando se va conociendo en profundidad, puede ser que no se logre el correcto engranaje.
No es necesario tener muchos, pero sí buenos amigos. En muchos casos niños tienen un íntimo amigo con el que hacen todo y quizás uno o dos más que completen un grupo. El padre debe escuchar al hijo cuando tenga algo que contar de un amigo y aconsejarle, explicarle qué está bien y qué no. Es una buena idea ver a los amigos de los hijos frecuentemente y observar las conductas en primera persona. Si es necesario se debe intervenir o ayudar para modificarla, incluso si es conveniente, exponerlo a sus padres. Se educará así a niños que empaticen y ayuden al prójimo. No es recomendable hablarle mal de sus amistades, sino apoyarle en la medida de lo posible.