Madres e hijas: herederas de una misma estructura cerebral que rige las emociones

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Según un interesante estudio publicado en la revista «Sciencie Daily» y llevado a cabo en la Universidad de California, la estructura cerebral que rige nuestras emociones podrían heredarse de madres a hijas. Ahora bien, ¿Quiere decir esto que por ser mujeres vamos a sufrir o a encarar la vida del mismo modo que lo hicieron nuestras madres? ¿Significa este estudio que si nuestras madres padecieron depresiones también nosotras vamos a tener que sortear estos complejos procesos emocionales?

No necesariamente. Como ya sabemos, en temas de biología, medicina y psiquiatría nada se correlaciona al 100%, y por ello, hemos de recordar una palabra esencial «predisposición». Hay posibilidades, en efecto, la genética orquesta muchos de nuestros atributos de este modo, pero a su vez, factores como nuestros contextos sociales y personales o las propias estrategias de afrontamiento que nosotras mismas desarrollemos, nos permitirán encarar la vida de otro modo. Las hijas no son copias de las madres, pero sí que mantienen un lazo invisible, perdurable y complejo del que deseamos hablarte en «Madres Hoy».

Nuestras emociones, campos minados en la estructura cerebral entre madres e hijas

Una imagen que muchas niñas pueden recordar de sus madres es la de una habitación en semipenumbra, ahí donde una mujer joven intenta calmar su migraña o ahoga las lágrimas buscando un instante de privacidad, donde facilitar el desahogo ante las presiones de la vida. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) la depresión afecta en mayor grado a la mujer, hasta el punto de que tal y como nos explican algunos estudios, se prevé que en el 2030 sea la principal causa de discapacidad temporal.

Así pues, esas imágenes que muchas niñas han visto de sus madres intentando vencer y afrontar los agujeros negros de la depresión, es algo que a su vez, también puede estar latente en sus estructuras cerebrales, y no por el simple hecho de haber sido testigos de estos instantes vitales, sino porque la genética y diferentes estructuras cerebrales así lo han perfilado entre una generación u otra.

Veamos más detalles.

El sistema límbico, artesano de nuestras emociones

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El sistema límbico es una estructura cerebral que regula nuestros estímulos emocionales, y que a su vez, se relaciona con fascinantes áreas y cuerpos cerebrales como el hipocampo, relacionado con la memoria, o con la amígdala, encargada de procesar y reconocer emociones más básicas e instintivas, como el miedo o la rabia.

Estas estructuras mágicas a la vez que claves para convertirnos en lo que somos «personas puramente emocionales» lo queramos o no, comparten en realidad muchas semejanzas entre madres e hijas:

  • Según la psiquiatra Fumiko Hoeft, especialista en el mundo infantil y de la adolescencia, docente de la Universidad de California en San Francisco y directora de este estudio, se pudo observar a través de resonancias magnéticas que todos estos circuitos cerebrales asociados a las emociones se heredan de madres a hijas. Es decir, tienen una actividad química semejante, se activan ante los mismos estímulos y reaccionan casi del mismo modo.

La depresión, un vínculo complejo entre madres e hijas

Hay un aspecto que debemos tener en cuenta. La depresión sigue siendo un aspecto «tabú» en nuestra sociedad. A nivel laboral es fácil decir que tenemos gripe, que nos van a operar de un aneurisma o incluso que nos han diagnosticado cáncer. Hay cercanía instantánea, comprensión…

Ahora bien, cuando alguien está de baja por una depresión, se afronta de otro modo. Se ve de otra forma. Nadie elige su enfermedad, nadie desea «arrancarse» de pronto del rumor de la vida, de sus responsabilidades para iniciar una batalla personal con las medicaciones y las terapias. Y aún es más complejo explicar a un niño o una niña por qué alguno de sus padres está algo más apagado o apagada, y por qué necesita más abrazos y apoyo.


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La depresión tiene un componente genético lo queramos o no, y existen unas probabilidades más elevadas de desarrollarla si nuestra madre lo ha padecido. No obstante, concretemos un poco más los siguientes aspectos.

  • Si nuestra madre padeció o padece depresión no hay una correlación al 100% de que la vayamos a sufrir.
  • Significa, que ante una situación concreta a lo largo de nuestro ciclo vital, nuestro cerebro, nuestro sistema límbico no va a poder reaccionar de una forma tan efectiva como debería porque hemos heredado las mismas pautas bioquímicas que el cerebro de nuestras madres.
  • La depresión es un desajuste químico, así es, una fluctuación de neurotransmisores, ahí donde la norepinefrina, la epinefrina y la dopamina no funcionan como deberían, quitándonos las esperanzas, apagando el ánimo y haciéndonos caer en la indefensión.
  • Ahora bien, a pesar de este componente genético factores como nuestra educación, el contexto social en el que hemos vivido, los amigos, personas de referencia y esas estrategias propias que cada una de nosotras acabamos desarrollando gracias a la resiliencia, pueden aportarnos recursos que nuestras madres no tenían o no conocían.

El nacimiento y la crianza

madre e hijo disfrutando la educación paulo freire

En «Madres Hoy» ya te hemos hablado de la necesidad de atender diferentes aspectos relacionados con el parto. La forma en que llegamos al mundo, por ejemplo, puede dejar una impronta en ese cerebro inmaduro pero terriblemente receptivo a las emociones como el estrés y el miedo.

Para cuidar de ese delicado mundo emocional de nuestras hijas, así como de nuestros hijos es necesario que tengamos en cuenta estos aspectos.

  • Si has pasado por una depresión y la has superado, entiende que algo en ti ha cambiado. Eres más fuerte, has hecho frente a tus demonios y te has aferrado con fuerza a la vida porque sabes que junto a ti, están tus hijos, tus hijas. Transmíteles esta entereza, esta fuerza personal donde cuidar siempre de su autoestima, donde ser capaces de decidir, de saber decir «no», de decir «sí» a ser felices. Enséñales que la vida está siempre más allá de la línea del miedo.
  • Recuerda que el ejemplo vale más que las palabras. Así que no te olvides nunca de cuidarte, de reforzar tus lazos con las personas que quieres, de buscar apoyo en tu pareja, en tus amistades si en algún momento llegan los vacíos. Deja que tus niños te vean como alguien que lucha a diario, alguien que sonríe pero que entiende también la necesidad de pedir ayuda cuando se necesita.

Para concluir. Un aspecto que también es interesante tener en cuenta es que mientras la línea materna predispone en las hijas el posible riesgo de las depresiones, la línea genética del padre está relacionada con la ansiedad, la dislexia o el autismo. Un dato curioso a tener en cuenta también.


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  1.   Macarena dijo

    Es muy curiosa toda la información que nos das en este post, por ejemplo:

    «Se pudo observar a través de resonancias magnéticas que todos estos circuitos cerebrales asociados a las emociones se heredan de madres a hijas» ¡Qué conexión más importante entre madres e hijas!

    Y por otra parte, cuanta razón en lo infravalorados que están los problemas emocionales: te rompes la pierna te vas al traumatólogo, de duele la tripa al digestivo, te resfrías, al médico de cabecera… Tienes depresión, y ya corren todos los de tu entorno y tu mismo / a para esconderla, ¡cuánta soledad se debe sentir en esas situaciones!

    No entiendo como en algunos países las personas van al psicólogo como quien va aquí al médico del ambulatorio, y en España nos da un miedo tremendo, por «el que dirán».

    Un saludo.