Esa frase de boca de nuestros hijos calma cualquier mal que exista en el corazón: “mamá, todo saldrá bien”. Hay veces que las madres no pueden soportar más presión en todas sus responsabilidades, tienen mucha carga laboral y familiar, duermen poco, los niños se pelean e incluso las relaciones de pareja se resienten… Cuando esto ocurre, al final una mujer acaba llorando de desesperación puesto que no sabe cuánto más aguantará.
Es una sensación bastante común en todas las madres del mundo, pero que, afortunadamente se puede mitigar. No importa cuáles son todas tus responsabilidades, lo que importa es que seas capaz de priorizar aquellas que son más importantes hoy y dejes para mañana las que puedan esperar.
¿Qué es más importante? ¿Abrazar a tu hijo antes de que se meta en la cama o fregar los platos de la cocina y que tu hijo se vaya a dormir solo cuando necesita tu abrazo? La respuesta es obvia, ¿verdad? Tus hijos son tu energía, tu fuerza y tu sonrisa. Ellos te necesitan fuerte y feliz, y para eso, tienes que cuidarte. Ellos si pudieran entender todo lo que pasa por tu cabeza, te abrazaría y te dirían que todo saldrá bien.
Porque la realidad es esa, la maternidad es dura, pero al final, cuando las cosas se hacen desde el corazón y con amor, todo sale bien. Lo que importa es la perspectiva que tienes tú sobre la vida y la maternidad. Si ves las cosas fáciles, serán fáciles… Si quieres ver las cosas complicadas, entonces, se volverán difíciles, complicadas, imposibles…
Cada mañana cuando te levantes, piensa que tienes una nueva oportunidad para comenzar de cero, para mejorar aquello que ayer no te salió tan bien. Puedes renovar tu yo interior con cada amanecer, y por supuesto, querer a tus hijos por encima de todas las cosas a cada segundo.