Gritan, patalean, se ponen rojos como tomates… todos hemos visto o padecido alguna rabieta de niños y hemos pensado: “¡Tierra trágame!”. Los niños ponen a prueba nuestra paciencia en muchas ocasiones con sus famosas pataletas.
En lugar de perder los nervios podemos aprovechar para manejar respetuosamente las rabietas y educarles en el manejo de las emociones. Sigue leyendo para aprender los consejos para lograrlo.
¿Por qué los niños reaccionan así?
Pues se debe a dos razones principalmente: primero que los niños pequeños no tienen la capacidad verbal necesaria para expresar sus necesidades emocionales y físicas de otra manera, y segundo que tienen un nivel bajo de frustración, no entienden que no siempre pueden tener aquello que quieren.
Hay que destacar que esto es algo temporal, una etapa, y que cada vez se irán espaciando más en el tiempo hasta que lleguen a desaparecer. Normalmente esto ocurre cerca de los 6 años. Es una parte normal de su desarrollo.
Los padres se enfrentan a un gran reto para saber llevar estos explosivos momentos emocionales que tienen sus hijos, sin que su rabia explote también.
¿Cómo afrontar una rabieta?
Puede parecer una puesta a prueba de nuestra paciencia pero… ¿y si lo vemos como una oportunidad para educarles en las emociones? Para saber gestionarlas necesitamos reconocerlas y saber expresarlas de manera adecuada. Servirá para evitar conflictos personales y mejorar nuestra comunicación tanto con los demás como con nosotros mismos. Lo que llamamos inteligencia emocional.
Cómo manejar respetuosamente las rabietas
El niño se ve desbordado por la emoción negativa, y lo hace lo que sabe hacer: chillar y patalear, incluso se pueden volver agresivos. No saben manejar la situación de otra manera y aquí es donde entramos nosotros para ayudarles:
- No perder los nervios. Puede parecer misión imposible pero si nosotros también perdemos el control tenemos la batalla perdida, los niños imitan a los adultos y si ven que nosotros tampoco podemos controlar una emoción negativa difícilmente podrán aprender a manejarla. Respirar hondo un par de veces, puede facilitarte el auto-control.
- Ponernos a su nivel. Si están tirados o sentados en el suelo agacharnos a su altura, tocarles y hablarles en un tono de voz calmado.
- Identificar su frustración. “estás enfadado porque no podemos ir al parque porque está lloviendo. Te entiendo, es normal que te enfades”. El niño siente su emoción expresada en palabras y se siente comprendido y consolado. Sé breve, no des muchas explicaciones.
- Ofrecer otra alternativa que si puedan hacer (¿Quieres que leamos ese cuento que tanto te gusta? o ¿Quieres jugar con tus coches favoritos?).
- Premiar su toma de control pero no la rabieta. No consentir el objeto de la rabieta o el niño entenderá que para conseguir las cosas debe comportarse así. Una vez se hayan calmado podemos hablar con él de lo sucedido tranquilamente.
- No hacer chantaje emocional. Cuantas veces habremos oído frases tipo “si te portas así no te voy a querer”, “si eres malo papá se enfadará”. Nuestro amor no depende de su comportamiento y así debemos hacérselo saber.
- Premiar el buen comportamiento. Debemos premiarles cuando tengan una conducta positiva (abrazos, atención, halagos…). Siempre serán mejores los premios cuando se portan bien que los castigos cuando se portan mal.
Enseñarles a verbalizar las emociones
Existen juegos y libros de educación emocional en el mercado que ponen nombre y cara a las distintas emociones según las edades, para que vayan comprendiendo a diferenciarlas y verbalizarlas. Es una inversión de futuro dedicar a jugar con nuestros hijos para que el día de mañana sean adultos emocionalmente sanos. Enseñarles que todos tenemos emociones negativas, para que sirven, cuales son sus funciones y cómo manejarlas.
Por que recuerda…todos tenemos emociones negativas, todas tienen una función. Evitarlas o dejarnos llevar por ellas no hará que se vayan, si no que no sabremos afrontarlas en el futuro.