La maternidad no es reducir nuestra experiencia al incumplimiento de expectativas personales

Si hace unos años, la sociedad (y los medios) se empeñaron en clasificar a las madres (la madre perfeccionista, la cómplice, …); desde hace unos meses se han puesto de moda las opiniones y vivencias (de madres) que muestran el lado más oscuro de la maternidad, el inconfesable. Se supone que ‘salir del armario’ y nombrar los sentimientos está bien, libera,… La pega que encuentro es que en más de una ocasión nos encontramos con que se pretende la afirmación del adulto frente al niño, como si no fuéramos aún lo suficientemente maduros a la hora de aceptar que las expectativas no siempre se cumplen, pero esa realidad no es negativa per se.

Es curioso comprobar como al final, las analizadas somos las mujeres, y las mismas en participar en ofrecer una imagen supuestamente diferente a la “maternidad idílica”, pero enfocada a la fama y a la autopromoción. Yo a eso lo llamaría predominio del ego (“estoy arrepentida, pobre de mí”, “mi vida no tiene calidad, ay que pena”) pero lo entiendo desde el punto de vista de quien vive en una cultura individualista y materialista. Así que si el maternaje consciente es pura generosidad (pese al dolor y las dificultades) y esto no cabe en un mundo deshumanizado, hay que re convertir la imagen de la maternidad, y “sacar afuera” todas las penurias (esto lo digo en tono irónico, claro)

“Madres arrepentidas”, escrito por la socióloga Orna Donath, “Madre no hay más que una” de la periodista Samanta Vilar… Libros y más libros que nos dicen: “ser madre no te realiza, eso es un engaño”, “los bebés no nos hacen más felices”, “nadie nos había advertido acerca de la intensidad de sentimientos que se prolonga durante muchos años”, y así todo. Además de otras famosas no madres que hacen declaraciones que podrían confundir, es el caso de la actriz Adriana Abenia, a quien tener bebés le da pereza, y quien considera sexista el instinto maternal.

Aparte de opiniones personales, que en el fondo todas y todos tenemos, es bastante llamativo que la atención se centrada en los deseos y la percepción del adulto. No dudo acerca del amor que cualquier madre (famosa o no) tiene hacia sus hijos; pero se nos suele olvidar que frente a las decepciones o dificultades, su cuota (la del amor) debe ser redoblada, quizás eso sea mejor opción que visibilizar lo sentimientos tan destructivos como el del arrepentimiento, y más aún si no ha de tener efectos terapéuticos sobre nadie.

Cada una que piense y que sienta como quiera.

Claro, lo que pasa es que a veces vemos libertad en lo que es esclavitud: por ejemplo podemos ser presas del egoísmo y pretender crear tendencia, y ¿qué hay de la libertad que nos daría ver más allá de nosotras mismas? Quizás ser madre no te realice más, quizás no seamos más mujeres por gestar y parir, quizás no tengamos que enarbolar ninguna bandera frente a según qué declaraciones. Pero la realidad es que el embarazo suele ser producto de decisión consciente, con lo cual (se quiera o no) se ama y se da por encima de una misma, y eso en sí mismo tiene muchísimo valor.

Eso es el amor, y es amor en estado puro; y es lo opuesto al egoísmo; el dar sin esperar a cambio es una realidad en madres (y en padres), pero ¿qué tiene eso de malo? El amor no tiene nada que ver con la abnegación, es otra cosa, pero hay quien quiere disfrazarlo y hacer ver que lo importante es uno mismo, no son los demás, y ahí salen perdiendo los niños.

En la práctica la maternidad es bastante dura.

Y sin embargo, quizás no sea dura por las estrías, las pocas horas de sueño, la falta de intimidad, la montaña de ropa para lavar, el maquillaje mal pintado que nos queda mal, los 2 kilos de más que no se van porque no tenemos tiempo de ir a correr…

Puede que la dureza tenga su razón en la soledad, la enfermedad del bebé, la preocupación por los problemas del niño cuando crece, la angustia por ese hijo adolescente al que no aceptan sus amigos, o por la niña de 15 que tenía que haber regresado a las 12, y son las 3 de la madrugada y aún no. En la práctica nos olvidaremos de que estamos durmiendo 5 horas todos los días, pero si nuestros hijos sufren nos levantaremos sin haber dormido, porque les amamos tanto que aunque no les sobreprotejamos, deseamos que estén bien.


¿Y si se estuviera reduciendo todo a las expectativas personales?

No tengo la respuesta, pero parece claro que tras la desaparición de comunidades naturales (las mujeres occidentales ya no vivimos en tribus), y después de que hayamos dejado de vivir en familia extensa, el individualismo campa a sus anchas. No nos escuchamos, no nos miramos, no nos pedimos ayuda, … Cuando leo declaraciones como las que he mencionado al principio, pienso “aquí lo único que importa es acaparar un pedacito de fama”.

Y en cuanto a las expectativas, lo tengo claro: la mayoría de nosotras idealizamos la maternidad, la realidad es otra cosa, pero afortunadamente nuestra excepcional capacidad para adaptarnos, nos ayuda a mejorar, y nos puede ayudar incluso a ser mejores con nuestros hijos. Porque ¿no se trata de eso? Es verdad que para cuidar tenemos que estar bien nosotras, pero ¿para estar bien tenemos que decir públicamente que estamos mal y que nos arrepentimos de haber tenido hijos?

En todo caso yo me arrepentiría de no luchar más por que esta sociedad fuera mejor para ellos y por todos en general, de las veces que me he comportado mal con ellos, de no haber sabido entenderles, etc. Pero no soy de arrepentirme, sino de crecer.


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