Mujer y madre, mucho más de lo que se piensa

Madre trabajadora

Tener hijos es maravilloso. La maternidad supone una experiencia vital única e inigualable que ninguna madre cambiaría por nada del mundo. Pero, a pesar de todas las alegrías que nos proporciona el ser mamás, también sabemos que ser mujer y madre nunca ha sido tarea fácil. Cierto es que, hoy en día, las mujeres hemos conseguido superar muchas de las dificultades y restricciones a las que se veían sometidas nuestras antepasadas. Hoy en día, las mujeres somos independientes, trabajamos y decidimos cuándo y cómo queremos convertirnos en madres.Sin embargo, y a pesar de los avances que hemos logrado, ser mujer y madre sigue siendo todo un reto. Las mujeres de hoy en día, tenemos que lidiar con las trabas que nos supone el vivir en una sociedad donde las prisas, la productividad, el dinero y el aspecto físico, son los valores que priman. Además, el cuidado de los hijos, de la casa y de otros familiares sigue siendo un papel desempeñado casi siempre por las mujeres, por lo que, tanto si trabajas fuera de casa como si no, ser mujer y madre supone toda una aventura.

Mujer y madre, mucho más de lo que se piensa

mujer y madre, más de los que se piensa

Suena el despertador y saltas de la cama. Tras una ducha rápida, levantas a tus hijos, les das el desayuno, les preparas la ropa, preparas el tentempié del cole y sales disparada a llevarlos al cole y a tu trabajo. La vuelta a casa no es mucho más sencilla. Recoger a los niños, preparar comidas, llevarles a actividades, ayudarles con los deberes, hacer las compras, lavar, planchar….. ¿Te suena?.

Da igual si eres ama de casa o trabajas fuera. Las mayoría de las mujeres, nos enfrentamos a infinidad de responsabilidades e interminables jornadas sin apenas tiempo para dedicarnos a nosotras mismas o a disfrutar. Y es que, damos por sentado que esas tareas nos corresponden por el simple hecho de haber nacido mujeres.

Las madres trabajadoras, no solo tenemos que demostrar que somos buenas en nuestro trabajo. Además hemos de ser buenas parejas, buenas madres, buenas hijas y buenas amas de casa. Por si fuera poco, debemos lidiar con la culpa de no poder pasar el tiempo suficiente con nuestros hijos, de tener que delegar su cuidado a terceros y de perdernos muchos momentos de sus vidas.

Las mamás que deciden quedarse en casa tampoco lo tienen mucho más fácil. Pasar horas realizando a diario las mismas labores, al cuidado de niños pequeños y siempre atentas a las necesidades de los demás, puede resultar agotador. El hecho de no aportar económicamente al hogar, hace que muchas veces nos sintamos poco valoradas y dependientes de nuestras parejas. Además, en muchos casos, la sensación de aislamiento de las amas de casa es demoledora.

Por otro lado, las madres nos sentimos en la obligación de ser perfectas. Te pones a ver la tele y ves anuncios o series con madres impecables, tanto ellas como sus hijos y sus casas. Navegas por internet y te vuelves loca viendo fotos de jerseys tejidos, juguetes artesanos, tartas de cumpleaños y hasta pan casero, mientras tú compras en el super de la esquina y cocinas lo que buenamente puedes, incluso a veces recurres a algo precocinado porque no te da la vida. Todo esto, nos genera ciertos niveles de ansiedad y la sensación de no estar ejerciendo bien nuestro papel de madres.

Por si fuera poco, hoy en día, la mayoría de las mujeres criamos en soledad. Atrás quedaron las grandes familias en las que siempre había alguien disponible para que echarte una mano y donde los niños se criaban con hermanos, tíos, primos y abuelos. Hoy en día, prima el modelo de familia mononuclear y las madres nos vemos solas con nuestras dudas e incertidumbres ante la crianza.

Sin embargo y, a pesar de todas las dificultades que pueda suponer la maternidad, el inmenso amor del que nos inundan nuestros hijos y la alegría de verlos crecer sanos y felices, hacen que todo merezca la pena. Porque una simple sonrisa suya ilumina nuestro camino. Porque somos fuertes y valientes.  Porque somos cuidado, alimento, sostén y apoyo emocional. Porque para nuestros hijos somos las mejores. Porque aunque pueda parecerlo, no somos superheroínas, somos algo mucho más grande. Somos mujeres y madres, mucho más de lo que se piensa. 


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