No es una defensa de los cuentos populares, sino una llamada al pensamiento crítico

Cuentos populares

En los últimos años se discute mucho acerca del sexismo en diferentes cuentos populares, y en mi humilde opinión creo que no hacemos más que simplificar una cuestión bastante compleja. Por otra parte sé que aunque liberar estos relatos de roles de género (y de violencia) podría ayudar al desarrollo de los niños, no es el único camino, y en ello creo que podemos estar todas y todos de acuerdo. Hay veces en las que el intervencionismo de los adultos llega al extremo de “mirar” un libro con nuestros ojos y empeñarnos en que los peques ven lo mismo, y por ello queremos cambiarlo.

Y que conste que en el afán por “cambiar” el destino de los cuentos (como hacen estupendamente en “Érase dos veces”) se consiguen productos muy bellos y dignos de ser leídos y transmitidos. Pero mirad: la tradición oral cumplió su función, los hermanos Grimm tenían sus motivaciones para recoger por escrito relatos que no habían inventado; la invención de la imprenta posibilitó que los cuentos de hadas de Perrault (y otros relatos) llegaran a la infancia; y si me voy un poco más al sur, Carlo Collodi usó su pluma para regalarnos una obra desgarradora y emotiva (que después ha sido cortada, cosida y dulcificada por la factoría Disney); … En algunos de los libros que he leído a mis hijos hay crueldad y mujeres que se someten a los deseos de los hombres…

Sin embargo, estas características existen también fuera de las páginas de Rapunzel o la Cenicienta: enciende la televisión a la hora de las noticias o para ver una serie que se emite los martes a las 22,30 y todos los compañeros de mi hijo de 12 ven con el permiso de sus padres (bueno, todos no, que ya se sabe cómo son los niños: “todos lo hacen, déjame hacerlo”). ¿De qué estamos hablando entonces? La igualdad no se ha conseguido ni de lejos, y no vivimos unas relaciones humanas en las que se resuelven conflictos pacíficamente, ¡ojalá sea posible algún día! Pero el hecho de que un niño escuche de los labios de su papá cómo el príncipe salva a la Bella Durmiente, no lo va a convertir en héroe de ninguna princesa que se quedará en casa a esperar cada día su regreso, o eso creo yo.

Además, como nos contaba Alba Alonso en esta entrevista, asistimos a una preocupante ‘rosificación’ de los libros para chicas.

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Leer cuentos por leer, y leerlos con espíritu crítico.

Desde que mi primogénito tenía 3 meses hasta que la pequeña cumplió 9 años (y ya no quiso que mamá o papá le leyeran cuentos) han pasado muchos años de leer TODAS las noches (y esto es ‘literal’) libros infantiles. Hemos leído clásicos, populares, poesía, teatro, adaptaciones de Shakespeare, comedia, cómics, misterio, terror, princesas, historias de la vida cotidiana… ; son muchos días. El tiempo ha dado tanto de sí que algunas noches simplemente hemos descifrado el código de letras que teníamos ante nuestros ojos, otras hemos debatido, y algunas más hemos hecho muecas o sombras chinescas, para acompañar las frases.

Los peques han dado su opinión, nosotros la nuestra, ha dado para educar en valores, y el resultado ha quedado grabado en nuestra mente y nuestra alma. ¿Qué han sacado mi hija y mi hijo de todo esto? Pues eso lo preguntáis a ellos, pero como muestra un botón, la niña hará cosa de 3 semanas comentaba: “no acabo de ver claro que una mujer se enamore de un hombre nada más verlo, sin saber cómo es, y sin saber si respetará sus decisiones en el futuro; y por cierto el príncipe de la Cenicienta no sé quién se habrá creído para atraer a las chicas del pueblo como si fueran ganado a un baile para escoger esposa” (cosecha propia 🙂 ).

No me he obsesionado nunca, porque la variedad, y el respeto a sus deseos han sido la tónica en los libros que han pasado por casa.

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Del boca a boca a la literatura comprometida.

Las adaptaciones más modernas de los relatos populares, combaten la crueldad con moralidad, y no tengo claro si eso es adecuado; resuelven temas espinosos pero se dejan otros en el tintero. ¿Es mejor que el niño se enfade con las hermanastras crueles de la Cenicienta o que descubra que originalmente se cortaron los pies para que les entraran los zapatitos y casarse así con el príncipe? ¿Nos empeñamos en censurar a Blancanieves por que hacía de criada de los enanitos y nos olvidamos que en realidad la madrastra original era en realidad su madre? (¡una madre intentando destruir a su hija!).


Sin embargo ni todos los relatos populares son desgarradores ni todos se basan en la dominación del chico sobre la chica: “Los músicos de Bremen”, “Ali Babá y los 40 ladrones”, “El traje nuevo del emperador”, …

¿Y la literatura actual? ¿qué pasa con ella? También es reflejo de la época, e intenta acompañar a la sociedad en su evolución, pero no nos equivoquemos porque “no es oro todo lo que reluce”; por ejemplo hace 3 años se pidió la retirada de las librerías unos libros dirigidos a adolescentes con contenidos sexistas. También me gustaría apuntar que estamos asistiendo a una proliferación de títulos de literatura infantil, y desde luego entre ellos hay muchos escritos por personas que no saben cómo es un niño. Busquemos el equilibrio entonces, y seamos críticos, porque así ayudamos a nuestros hijos en cualquier aspecto de sus vidas.

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El efecto de la crueldad en el desarrollo de los niños.

Aunque es un tema que ampliaremos estos días, debo anticipar que no podemos / debemos censurar, especialmente si son nuestros hijos los que los piden, los libros; más bien buscar que tengan calidad literaria y en las ilustraciones. No vivimos en un paraíso, sino en un lugar llamado Tierra, cuyos habitantes (o parte de ellos) se destruyen y hacen lo mismo con el entorno.

Hay libros que nos parecen inapropiados, pero pueden contribuir a que los peques se comprendan a sí mismos, y en especial, comprendan sus emociones (mi mayor entendía más los celos escuchando La Cenicienta que cuando yo le leía un libro sobre Educación Emocional que trataba el tema explícitamente). He llegado a la conclusión de que a veces es más importante atender al contenido según el desarrollo evolutivo (por ejemplo buscar cuentos libres de ironías o sarcasmos si van dirigidos a niñas / os muy pequeñas / os) que mutilarlos, porque al menos este último podemos analizarlo junto a los peques, y darle la vuelta si es necesario.

Para finalizar: es obvio que el libro infantil ha evolucionado, pero no creo que el mejor camino sea inhibir el contacto de nuestros hijos con los cuentos populares; hacerlo sería como negar la historia, querer volver a la escritura cuneiforme, o decirle a un joven apasionado de la música que no escuche a Wagner por ser demasiado bélico.

Imágenes — Neil Tackaberry, gminguzzi, Biblioteca Pública Iu Bohigas-Salt


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