Como padre, es tentador utilizar recompensas, castigos o amenazas para motivar a los hijos a comportarse de cierta manera. En realidad esta manera de actuar y de llevar labranza no es adecuada a largo plazo. Hay tres razones en particular por las que se deben evitar las recompensas y los castigos.
En primer lugar, las recompensas y los castigos son malos para la relación con tus hijos. Les enseñan que son amados por lo que hacen y no por lo que son. Los niños que crecen sin estar seguros de ser amados por lo que son tienden a tomar malas decisiones en la vida más adelante.
En segundo lugar, las recompensas y los castigos pueden obtener resultados a corto plazo, pero ignoran el problema subyacente: ¿Por qué tu hijo no está motivado? Es mucho mejor abordar la causa raíz que utilizar un enfoque de curita de recompensas y castigos.
En tercer lugar, las recompensas y los castigos hacen que tus hijos se concentren por completo en los resultados. El nivel de motivación de tus hijos se basa en la promesa de recompensa o la amenaza de castigo. Las recompensas, los castigos y las amenazas no les enseñan cómo desarrollar una motivación intrínseca. No cultivan el amor por aprender.
Es mejor concentrarse en el proceso y no en el resultado. De esta manera, tus hijos desarrollarán la autodisciplina y el sentido de responsabilidad. Entonces, ¿qué deberías hacer en lugar de utilizar recompensas y castigos? Lo siguiente:
- Habla con tus hijos sobre la alegría (y los beneficios) de aprender y estudiar.
- Explícales que la mayoría de las carreras gratificantes requieren una inversión de tiempo y esfuerzo. Pero también es importante explicarles que el proceso en sí es gratificante, aunque implica sacrificios.
- Habla con ellos sobre cuáles son sus esperanzas y aspiraciones.
- Ayúdales a soñar en grande y atreverse a fallar, y muéstrales cómo estás haciendo lo mismo en tu propia vida.
- Este enfoque produce el tipo de motivación intrínseca y autodisciplina que durará toda la vida.