Todos estamos expuestos a un lenguaje hostil, en ocasiones llenos de palabras mal sonantes. Las conocidas como «palabrotas» nos acompañan más de lo que deberían. Son empleadas con gran frecuencia a través de diferentes fuentes externas: familia, medios de comunicación, etc.
La familia es el principal contexto socializador, en él se adquieren las primeras nociones de lenguaje y moralidad. Los niños son espejos que reproducen con exactitud lo que ven. Si lo ven en personas importantes para ellos lo repetirán más, pues dicho comportamiento esta validado. Medir nuestro vocabulario en presencia de nuestros hijos es importante para evitar que introduzcan palabrotas en su vocabulario.
Sin embargo, es frecuente encontrar familias donde no se emplean palabras hostiles y sus hijos comienzan a reproducirlas. Como hemos comentado, son muchos los diferentes contextos en los que nuestros hijos se desenvuelven y de ellos pueden venir estos vocablos. La forma de reaccionar ante sus primeras palabrotas es de vital importancia.
Si queremos que nuestro hijo no se sienta atraído por el uso de palabrotas,anotad. Los castigos, exageraciones del tipo “¿has escuchado lo que acaba de decir el niño?”, etc. solo ayudan a que entiendan que esas palabras tienen un poder sobre los adultos. Estas estrategias no suelen funcionar, ya que acaban convirtiendo a las palabras en poderosas. Aprenden su utilidad en diferentes contextos y las emplearan una y otra vez.
Entre los 3 y 5 años la aparición de palabrotas en el vocabulario de los pequeños suele estar relacionada con imitación de modelos, sin comprender con exactitud el significado de dichas palabras. Será la reacción que esta palabra genere en los adultos la que le otorgue significado. Si cuando la pronuncian todos se miran, y algunos le reprimen, sabe que no es adecuada decirla, pero puede ser útil en momentos de rabia y frustración ya que sabe que funciona en contextos negativos.
¿Qué ocurre si cuando nuestro hijo comienza a usar dichas palabras, nosotros no reaccionamos ante ellas? La respuesta es sencilla, no le asociará ninguna consecuencia, ni positiva ni negativa. De esta forma dejará de emplearla al no tener un efecto en los demás.
Por tanto, la primera solución que debemos poner en práctica a la hora de eliminar las palabrotas del vocabulario de los más pequeños debe ser ignorar dichas palabras. Solo de esta forma no aprenderán que su reproducción pueda tener consecuencias buenas o malas.