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Hay padres que no quieren castigar a sus hijos porque consideran que no está bien hacerlo, que no les educa y que no es una forma de disciplina correcta, ¡y esto es cierto! Los castigos no llevan a ninguna parte. Aunque en esto siempre hay un “pero”. Es cierto que castigar no es una buena idea pero los niños deben aprender que hay consecuencias de sus acciones.
Un castigo no es buena idea porque normalmente tiene que ver con imponer la voluntad del adulto cuando el niño ha hecho algo que no se considera apropiado, pero no se habla ni se reflexiona nada con el niño. El castigo parece que solo sirve para tratar la rabia del adulto y en el menor solo genera resentimiento y bloqueo emocional. Por todo esto, el castigo siempre será una mala idea.
En cambio, las consecuencias son necesarias en la crianza de los niños. Las consecuencias enseñan a los niños a que son capaces de entender lo que ha estado mal y a buscar soluciones junto con los adultos para que en el futuro no ocurra lo mismo. Los niños tienen “el poder” de tomar la decisión de hacer lo correcto en lugar de lo incorrecto. Los adultos se han anticipado y les han advertido de cuál es el mejor o peor comportamiento, de cuáles son las reglas y normas y de cuáles son las consecuencias de romper las normas. El niño escoge la mejor opción para él en cada momento y si decide romper reglas, sabrá que tendrá consecuencias negativas por hacerlo.
Al sentir el poder de decisión el niño no tendrá la necesidad de llamar la atención de los padres, porque además se sentirá seguro y protegido bajo las normas. Sentirá que sus padres tienen el control y por tanto, que todo marcha bien. Cuando esto se entiende tanto por parte de adultos como por parte de niños, todo cambia a mejor dentro de un hogar.