Un peligro real: el suicidio adolescente y sus señales de alarma

En los últimos meses hemos dado pasos hacia adelante en la visualización de la dura realidad que supone el suicidio adolescente. Sí, existe y hablar de ello es necesario. Series juveniles como “Por trece razones” han puesto el foco en ella, pero los tabúes siguen existiendo.

Entre los jóvenes de 15 a 29 años el suicidio es la segunda causa principal de muerte (OMS, 2013). En los últimos años estas cifran han continuado su ascenso, y especialmente entre niños de 10 a 14 años. Los datos no dejan lugar a dudas, hay que hablar de ello. Los peligros debemos conocerlos, para así poder hacerles frente. En este caso, la prevención y conocer pautas de comportamiento que nos deben alertar, se hace esencial.

En España las cifran son igual de duras, 10 personas se suicidan al día. De cada 10 personas 7 son hombres, por lo que las diferencias entre sexos son muy relevantes. Las causas de dichas diferencias son variadas, destacando entre ellas los recursos de afrontamiento y la mayor capacidad femenina para poner en palabras los sentimientos. Estas características tienen un gran componente social, por ello, la educación emocional a edades tempranas y sin distinción de sexos, es un pilar esencial para poder empezar a combatir este peligro a medida que los niños/as crecen.

Pero esta realidad en nuestro país esta tapada, sumida bajo un gran estigma social. Los suicidios son ocultados bajo “accidentes laborales”, “causas de muerte sin especificar”, etc. No queremos hablar de ello, es un tema tabú. Vergüenza, culpabilidad, remordimiento, rechazo, incomprensión…todas pueden aparecer, pero ninguna nos ayuda a que este fenómeno disminuya.

No solo es un tabú social, también es un tabú político. La ausencia de políticas eficaces destinadas a reducir la cifra de personas que optan por el suicidio es llamativa. Países europeos ponen en marcha políticas de prevención en las escuelas y medios de comunicación, nuestro país aún está lejos de ello. La creencia del efecto de imitación tiene un fuerte arraigo, y frena a realizar campañas de prevención. Es cierto, si no se trata de forma adecuada la información a través de los medios de comunicación no alcanzaremos los objetivos de reducción y concienciación, pero ¿la solución pasa por no hablar de una realidad tan presente? ¿Quizá formar a los profesionales a la hora de trasmitir dicha información sensible puede ser más útil?

Algunas señales de alarma que han de tener presentes familiares y amigos en la prevención del suicidio adolescente son:

  • Hablar sobre la muerte. Ideaciones con la muerte del tipo “me gustaría desaparecer”, “saltaría para no estar aquí”, o algún tipo de autolesión, etc.
  • Sufrir una perdida reciente. Haber perdido a un familiar, divorcios, rupturas, etc.
  • Baja autoestima. Visibles por su pérdida de interés ante cosas que anteriormente le motivaban, frases negativas hacia si mismo o su futuro, etc.
  • Cambio de personalidad y comportamiento. Triste, retraído, dificultad para concentrarse en tareas escolares, etc.
  • Aumento o disminución del apetito.
  • Miedo a perder el control. Creencia de que no puede controlarse o controlar su mundo.
  • No tener esperanzas por su propio futuro. Verbalizar que su futuro no tiene sentido, o que no tiene futuro.

El suicidio es un fenómeno complejo y difícil de predecir con exactitud que jóvenes finalmente tomaran la decisión de suicidarse. Sin embargo, es importante detectar de forma temprana estos factores de riesgo. Solo desde un tratamiento adecuado, a través de profesionales de la salud mental podremos reducir el riego dramáticamente. La disminución del estado de ánimo unido a otros factores como baja autoestima o cambios en patrones conductuales, debe ser suficiente para pedir ayuda. Si nuestro hijo no es capaz de solicitarla, es importante que lo hagamos por él y junto a él.

La comunicación con nuestros hijos es importante en cualquier etapa de sus vidas, sin embargo, en la adolescencia lo es aún más. Los numerosos y grandes cambios biológicos y psicológicos por los que empiezan a atravesar, los hacen vulnerables. Sentirse escuchados, comprendidos y queridos les permitirá contar con recursos para solicitar ayuda o permitir que otros le ayuden a solicitarla por él. 


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