¿Por qué mi hijo adolescente se come las uñas?

¿Por qué mi hijo adolescente se come las uñas?

Hay niños que desde su infancia hasta su edad adolescente todavía replican el acto de que ‘se come las uñas’. Se llama onicofagia y se caracteriza por el hábito compulsivo de morderse las uñas y en la que muchos padres no pasamos por alto.

Son muchas las causas por las que tu hijo puede crear este hábito, en la mayoría de los casos por una situación de estrés o ansiedad, es decir, seguramente esté pasando por un momento de nerviosismo o preocupación. Si quieres averiguar los motivos y cómo solucionar el problema sigue leyendo.

¿Por qué mi hijo adolescente se come las uñas?

La onicofagia se puede desarrollar entre los tres y seis años de edad, que comienza como un hábito pasajero y que puede concretarse en momentos puntuales, pero en muchos casos esta afección puede prolongarse hasta la etapa de la adolescencia.

Puede que en su infancia no se haya mordido las uñas y en la edad de la pubertad esté comenzando. Este acto va asociado a otros hábitos como morder el bolígrafo, tocarse mucho el pelo o incluso comienzan a fumar. Es una manera de aliviar la tensión que se genera de forma puntual.

Las causas principales se desconocen, pero todo puede comenzar con una etapa de estrés, tensión o ansiedad. El acto de morderse las uñas hace que se cree un momento de relajación, dónde la persona llega a tener problemas de control de impulsos. Los adolescentes son más aprensivos a vivir estos momentos en su etapa de crecimiento, son muchos los factores que pueden llegar a crear una irritación por la cantidad de estímulos o circunstancias que no puede llegar a controlar.

Otros estudios han llegado a la conclusión de que este hábito puede llegar a ser creado por personas que quieren llegar al perfeccionismo. Observa si tu hijo se muerde las uñas y quiera crear estados de perfeccionismo, pues crear este hecho hace que calmen su irritación, insatisfacción o porque se están aburriendo.

¿Por qué mi hijo adolescente se come las uñas?

¿Tiene tratamiento?

En realidad, todas las personas e incluso niños coinciden en que no pueden controlar este hábito. En muchas de las ocasiones no se tiene conciencia de cuando comienzan a realizarlo y con el paso del tiempo pueden llegar a tener serias dificultades para parar.

Los especialistas coinciden que realizar un tratamiento puede comenzar bien, pero que llega a ser complejo porque se vuelve a reincidir en el problema. Algunos remedios que pueden funcionar es que las chicas puedan pintarse las uñas y si puede ser con esmalte semipermanente, así engrosa la uña y es más difícil de morder.

Otros métodos son los “inhibidores de la serotonina”, algunos psicofármacos para controlar la ansiedad o también aquellos que contienen aceltilcisteína. Algunos padres si observan casos más extremos pueden llegar a acudir a un especialista para la administración de antidepresivos.

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Los riesgos de morderse las uñas

Hay que reseñar que crear este hábito puede acarrear algunos problemas de gravedad. En principio se crean heridas en la piel al morderse, entre ellos los padrastros creando heridas que sangran, llegando a ser dolorosas y que tardan mucho en curarse.

Estas mismas heridas puede llegar a crear infecciones y a veces severas y como consecuencia se vuelve a introducir esos dedos en la boca nuevamente dejando que entren muchas bacterias a nuestro organismo.

Se ha demostrado que los adolescentes o niños que se muerden las uñas son más propensos a padecer verrugas víricas e incluso en el caso de los más pequeños a padecer lombrices, ya que han ingerido parásitos que se encontraban debajo de las uñas cuando jugaban con tierra en el parque.

En otros casos más graves se han llegado a encarnar las uñas, llegando incluso a la pérdida total de la uña y como consecuencia a la deformación de algunos dedos.

Si tu hijo todavía es partícipe de los cuidados que les pueden ofrecer los padres, puedes mejorar el aspecto de sus manos, haciendo que tenga las uñas siempre bien recortadas, quitar todos los posibles padrastros, retirando las cutículas e hidratando bien sus manos. Con un poco de persistencia podemos llegar a acabar con el problema, aunque no es fácil. No obstante siempre tendremos la consulta de nuestro psicólogo infantil o pediatra que puede ayudarnos.


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