Para satisfacer las necesidades relacionales de un niño, necesitaremos hacer más que solo darles lo que piden, necesitamos darles más. Para ayudar a nuestros hijos a descansar bajo nuestro cuidado, tendremos que prestarles más atención de la que exigen y más conexión de la que buscan.
Si nos piden un abrazo, podemos abrazarlos y darles un remolino y un beso también. Necesitamos dar más aprobación de la que buscan y más importancia de la que merecen. A cada paso, necesitamos comunicar que somos generosos con todo lo que necesitan, y que pueden darlo todo por sentado. Incluso cuando tenemos que decir que no, podemos ser generosos al darles espacio para expresar sus sentimientos.
Es esta libertad, esta sensación de seguridad, esta idea de que uno puede descansar en el cuidado de otra persona que es trascendente como en la naturaleza. La razón por la que es importante para los niños es que cuando están en reposo son libres de jugar. Es en los campos de juego relacionales que creamos para ellos, donde se transforman constantemente y cambian de forma a las formas maduras que anhelamos.
No podemos controlar el crecimiento de nuestros hijos: solo podemos proporcionar el descanso que necesitan para prosperar. No podemos hacer que nuestros hijos dependan de nosotros, solo podemos invitarlos a relacionarse con nosotros. No podemos hacer que nuestros hijos se conviertan en su propia persona, solo podemos asegurar que descansen en las raíces relacionales que alimentamos y cultivamos.
Descansar al cuidado de otra persona es un lugar vulnerable. Podemos ser lastimados, maltratados o ignorados. Es mucho más fácil ser el que dirige y cuidar a otro que ser el destinatario de ese cuidado. Nuestra satisfacción como padres radica en invitar a nuestros hijos a descansar bajo nuestro cuidado y hacer que acepten nuestra oferta. Tanto para los cuidadores como para los que se preocupan: este baile de relación es donde reside el verdadero descanso.