La relación madre hijo es única, un vínculo muy estrecho en el que el niño no distingue, al menos durante los primeros meses, la diferencia entre lo que es él y lo que es su madre. El apego es un lazo único afectivo que marca la vida de todo individuo. Hay apegos seguros y apegos inseguros. Y también está el apego desorganizado que tiene una serie de características y consecuencias en la vida de un niño que luego se transformará en adulto.
Aunque fue Sigmund Freud el primero en hacer referencia a la cercanía en los vínculos primarios, no fue sino hasta la teoría del apego planteada por el psicoanalista británico John Bowlby -entre los años 1969 a 1980- que este término cobró real dimensión. Bowly estudió numerosas conductas infantiles vinculadas a la presencia o ausencia de la figura materna. Según sus conclusiones, un buen apego en la primera infancia es primordial en el desarrollo emocional del individuo desde que es pequeño. Una conexión sana, presente pero no invasiva entre el adulto y el niño es clave en este desarrollo psicoafectivo.
Apegos sanos e inseguros
La teoría del apego plantea que este lazo madre/hijo es una conducta instintiva que se da en el recién nacido en relación a su madre o cuidadora, una manera de sobrevivir de manera espontánea. El bebé indefenso busca protección en esta figura. Si hay un buen apego poco a poco podrá desprenderse de este vínculo primario para animarse a explorar el mundo de manera cada vez más independiente. Dependiendo del tipo de apego establecido con la madre o cuidador principal, el tipo de relaciones sociales que el individuo establecerá a futuro y a lo largo de la vida.
Un apego sano es un apego seguro, en el que la separación natural que en algún momento se produce entre la madre y el niño es creciente y evolutiva. El bebé aprende a que su mamá se distancia pero luego regresa y se siente tranquilo, no aparece la ansiedad como principal síntoma. Un apego seguro es aquél que garantiza la salud física, mental y emocional del niño. Por el contrario, en el apego ansioso-evitativo, la conducta se presenta por la negativa: el niño muestra poca ansiedad ante la separación y poco interés ante la vuelta de la figura de apego.
O puede suceder lo contrario, el apego ansioso ambivalente-resistente, en el que el niño siente mucha ansiedad de separación pero cuando su madre reaparece en la escena el niño se muestra enojado aunque reclama su presencia. Por último, está el apego desorganizado-desorientado, quizás el más difícil de descifrar dado que se trata de un tipo de apego en el que el niño e muestra confuso ante la separación. Es decir que registra la ansiedad pero al mismo tiempo no se acerca a la figura de apego en cuanto regresa.
Apego desorganizado
¿Cómo se produce el apego desorganizado? Es la consecuencia de un tipo de apego en el que el niño se siente confundido en relación a la conducta de la figura de apego. Este tipo de apego provoca infantiles negativas cuya consecuencia son la aparición de conductas desadaptativas. El niño no logra establecer un patrón de conducta por parte de sus progenitores, la conducta de éstos es impredecible. El resultado es que el niño experimenta la separación con una sensación de incertidumbre, miedo y falta de coherencia y orden.
Es un tipo de apego frecuente en hogares donde se vive una gran estabilidad, niños que habitan entornos con violencia intra-familiar. Padres que pueden ser muy amorosos o presentar conductas violentas repentinas. Los niños con apego desorganizado presentan ciertas conductas: por un lado se acercan a sus cuidadores pero por otro lado los evitan por miedo. Pueden manifestar un escaso interés por el mundo que los rodea dado que lo viven como un universo amenazante. Lo que deviene en posibles dificultades en el desarrollo cognitivo, una baja autoestima y cierta disociación con la realidad.