No importa cuán buena sea tu estrategia de prevención de gritos, a veces levantarás la voz. Está bien. Reconócelo y discúlpate, y tus hijos aprenderán una lección importante: todos cometemos errores y debemos disculparnos. Si tus hijos gritan, recuérdales los límites y que gritar no es una forma aceptable de comunicación. Necesitan saber que estás listo para escuchar siempre que muestren respeto.
Modela lo mismo dándose tiempo para enfriar los motores antes de hablar con sus hijos cuando estés molesto o abrumado. Les ayudará a crear hábitos para toda la vida que faciliten la gestión de conflictos. Eso les enseñará a tus hijos a comprender los errores, los de ellos y los de otras personas, y que el perdón es una herramienta importante para una comunicación saludable en una familia.
Si hasta ahora has confiado en gritar para disciplinar a tus hijos, probablemente estés viendo los efectos:
- Es posible que tus hijos dependan de los gritos para comunicarse entre sí.
- Te responden e incluso te gritan en lugar de simplemente hablar con respeto.
- Tu relación con ellos es inestable y volátil hasta el punto de no poder comunicarte de forma saludable.
- Es posible que se alejen de usted y se vuelvan más influenciados por sus compañeros que por ti.
Puedes cambiar todo eso. Empieza por tener una conversación sincera con tus hijos sobre lo incorrecto de gritar y por qué manifestar tu enfado de esa manera no es saludable. Haz de tu hogar un ambiente tranquilo donde las personas se comuniquen con respeto y reconozcan los sentimientos de los demás sin culpar, avergonzar o juzgar. Un compromiso franco mantiene abierto el diálogo y hace que todos los miembros de la familia rindan cuentas.
Si cometes errores, no te rindas. No es un camino fácil, pero vale la pena hacer el esfuerzo por el bien de tus hijos y de la familia en general.