Crianza con apego y disciplina positiva: razones, beneficios y cómo aplicarla en casa

  • Equilibrar firmeza y amabilidad con límites claros, consecuencias lógicas y conexión emocional.
  • Enseñar habilidades para la vida: autocontrol, resolución de problemas, empatía y cooperación.
  • Modelar con el ejemplo y regular las propias emociones para guiar sin gritos.
  • Usar estrategias prácticas: instrucciones en positivo, opciones limitadas y reuniones familiares.

disciplina positiva nene

En estas últimas semanas os he estado hablando sobre la crianza con apego y es que realmente considero que es una crianza que todas las personas deberíamos seguir al menos los primeros años de vida de nuestros hijos para que sientan como sus padres les quieren y les dan todo el amor que necesitan para desarrollarse adecuadamente. La crianza con apego se basa en el contacto y en el respeto por las necesidades de los niños, anteponiendo lo que ellos necesitan en cada momento para garantizar su buen desarrollo físico y emocional.

Cuando los niños crecen y la crianza de apego ya está afianzada en la familia, es necesario pasar a la disciplina positiva donde los niños son protagonistas de los aprendizajes diarios y donde el refuerzo positivo, la motivación y la activación de una buena autoestima son necesarias para que los niños aprendan todo lo necesario para poder seguir desarrollándose en todos los ámbitos de su vida.

Los padres deben tratar a sus hijos de la manera en que a ellos les gustaría ser tratados. La disciplina positiva es una filosofía de vida integral que tiene como objetivo animar a los niños y a los adolescentes a ser responsables y respetuosos siéndolo primero con ellos en base al ejemplo. La disciplina positiva tiene como base el amor y el respeto, cosas que fortalecerán la relación entre los padres y los hijos, mientras que una disciplina estricta donde se abusa de la autoridad y del castigo debilita esta conexión, hasta tal punto que los hijos y padres pueden acabar siendo completamente desconocidos.

Además, se apoya en pilares muy concretos: límites claros y consistentes comunicados con respeto, uso de consecuencias lógicas y naturales en lugar de castigos, comunicación abierta y la construcción de habilidades para la vida (autocontrol, resolución de problemas, empatía y cooperación). Al equilibrar firmeza con amabilidad, los niños interiorizan las normas por comprensión y no por miedo.

disciplina positiva madre e hijo

Qué pasa si no tienes en cuenta la disciplina positiva

A continuación quiero hablarte sobre algunos motivos para educar a tus hijos a través de la crianza con apego y disciplina positiva para que puedan criarse en un ambiente lleno de amor, respeto y que sea esto lo que aprendan para poder desarrollarse de forma emocional de la mejor forma posible.

razones para seguir la crianza con disciplina positiva

  • Respeta los miedos que puedan tener tus hijos en su desarrollo, si te ríes de sus miedos (normales en el crecimiento) le estarás creando sentimientos de vergüenza y humillación.
  • No hagas que tu hijo te tema con valores estrictos porque eso solo conduce a un riesgo de comportamiento antisocial en el futuro, incluyendo la práctica de delincuencia y el consumo de drogas.
  • Nunca golpees a tus hijos porque esto sólo le estará enseñando que él también puede hacerlo en otro contextos y además le estarás creando problemas emocionales y de comportamiento.
  • Si en casa tienes una disciplina estricta o violenta enseñará a los niños a que la violencia es la única forma para resolver los problemas con los demás.
  • Las conductas manipuladoras o controladoras hará que se pierda la confianza entre padres e hijos y esto podría dañar seriamente la relación entre padres e hijos.

Junto a estos riesgos, también se observa que en hogares con gritos, chantajes o amenazas la convivencia se vuelve más tensa. El estrés y los conflictos aumentan, los niños cooperan menos y los padres se sienten más frustrados. En cambio, un enfoque positivo reduce la escalada de discusiones, favorece el autocontrol y mejora la colaboración espontánea de los hijos.

Ignorar la disciplina positiva también limita aprendizajes clave: los niños pueden crecer sin habilidades sociales sólidas (como escuchar, negociar o reparar errores), con una autoestima más frágil y menor confianza para tomar decisiones. La guía respetuosa ayuda a que comprendan el porqué de las normas, asuman responsabilidades y desarrollen resiliencia ante las dificultades cotidianas.

Entiende a tu hijo entendiéndote a ti primero

Es muy importante que los padres sean capaces de pensar en cómo se comportan con sus hijos y que lo analicen con sus experiencias en la infancia, pensar en cómo podría impactar negativamente en la educación de sus hijos en base a su propia vida. En este sentido resulta muy importante buscar ayuda de un profesional si no se sabe cómo encauzar en el hogar la disciplina positiva.


Trabajar en uno mismo es decisivo: la autorregulación emocional del adulto marca la diferencia. Antes de intervenir, respira, nombra lo que sientes y decide cómo actuar con calma. Establecer autocuidado (sueño, tiempos para ti, pedir apoyo) te permitirá responder con empatía y firmeza, evitando reacciones impulsivas que dañen el vínculo.

Cuestiona también tus creencias: ¿asocias disciplina con castigo o con enseñanza? Cambiar esa mirada facilita pasar de controlar a guiar. Cuando no sepas cómo proceder, apóyate en recursos fiables y en estrategias concretas (acuerdos, rutinas, elección de opciones limitadas, consecuencias lógicas). Con pequeños ajustes sostenidos, el clima familiar mejora de forma notable.

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Crea un buen vínculo padre e hijos con confianza

La confianza con los hijos se forma desde que el niño nace, cuando los padres se reúnen constantemente para poder satisfacer las necesidades físicas y emocionales de su bebé. En la disciplina positiva se necesita aplicar técnicas como la prevención de conflictos, el desvío de atención ante conductas inapropiadas y guiar a los niños para alejarse del peligro o afrontar las situaciones que producen temor o ansiedad.

Algunas prácticas sencillas que fortalecen la conexión son los momentos de juego y atención exclusiva (aunque sean diez minutos), la escucha activa y validar emociones: “Entiendo que estás frustrado, estoy contigo. Vamos a buscar una solución”. Esta conexión previa a la corrección hace que los niños se sientan seguros y valorados, y así colaboren con más facilidad.

Los límites protectores también construyen confianza. Explica el porqué de las normas, anticípate a situaciones difíciles y acuerda reglas claras con palabras sencillas. Evita el “porque lo digo yo” y pasa a “porque nos cuidamos y esto nos ayuda a todos”. Cuando hay desbordes, usa el tiempo fuera positivo (acompañado y regulador) para que el niño recupere calma, en lugar de aislarlo como castigo.

disciplina positiva en familia

Ayuda a entender el mundo

Es necesario que los padres ayuden a sus hijos a explorar el mundo a través de sus ojos, que los padres muestren empatía con sus hijos y entienda cómo pueden experimentar las diferentes sensaciones, además deberán dejarles entender las consecuencias naturales de sus actos para que los pequeños aprendan de forma natural lo que ocurre a su alrededor.

Las consecuencias naturales (que ocurra lo que tiene sentido por sí mismo) y las consecuencias lógicas (acordadas, relacionadas, respetuosas y razonables) enseñan mejor que el castigo. Por ejemplo, si derrama agua, participa en reparar el daño secando el suelo; si no recoge a tiempo, el juego se reanuda cuando se ordena. Así el niño conecta conducta con resultado y aprende responsabilidad.

Impulsa la resolución de problemas con preguntas que invitan a pensar: “¿Qué opciones tenemos?”, “¿Cuál crees que ayudaría más ahora?”. Este enfoque promueve pensamiento crítico, creatividad y toma de decisiones. Al sentirse parte de la solución, los niños se muestran más cooperativos y autónomos para afrontar nuevos retos.

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Entenderás sus conductas

Cuando un niño tiene un comportamiento inadecuado siempre habrá una necesidad más profunda detrás que será necesario encontrar para comprender y actuar sobre ella, sólo de este modo se podrá ayudar al niño a encontrar el bienestar emocional que tanto necesita.

La conducta es un mensaje. Muchas veces los niños buscan pertenecer y sentirse importantes, y si no encuentran la forma adecuada, recurren a estrategias poco útiles (llamar la atención, probar poder, expresar dolor, rendirse). La disciplina positiva invita a mirar más allá del síntoma y responder a la necesidad real con conexión, guía y práctica de habilidades.

En lugar de etiquetar (“siempre haces…”, “nunca…”), describe lo que ves y enseña la habilidad faltante: esperar turno, pedir ayuda, tolerar frustración, reparar. Con paciencia, repetición y coherencia, el niño integra nuevos recursos emocionales y conductuales. Esto disminuye rabietas, mejora la convivencia y fortalece la autoestima.

Tú eres su ejemplo

Es importante que nunca pierdas de vista que los niños aprenden con el ejemplo de sus padres y por eso es necesario que te esfuerces por ser el mejor modelo de acciones y relaciones positivas con los demás que te rodean. Lo que tú hagas o digas será el mayor maestro para tu hijo/a.

Si reaccionas ante una situación referente a tus hijos con mucho estrés, ansiedad, ira, dolor o reacciones desproporcionadas podrías causar daño a la relación de forma permanente y costará tiempo volver a conectar emocionalmente con tus hijos. En este sentido es absolutamente necesario que los padres sean capaces de controlar las emociones negativas ante cualquier situación delante de los hijos (a cualquier edad). Es necesario utilizar la empatía y el respeto en todo momento para poder mantener una relación positiva.

Deberás crear un entorno positivo, donde la comunicación, la empatía y la asertividad sean los principales protagonistas. Nunca obligues a tu hijo a pedir disculpas hasta que no esté preparado para hacerlo, ofrece opciones para que pueda elegir qué hacer en un momento determinado e intenta comprender siempre las emociones fuertes… recuerda que eres su guía.

Modela lo que esperas: habla en positivo (“Camina despacio, por favor”) en vez de centrarte en lo que no quieres que haga; pide perdón cuando te equivocas y repara (“voy a intentarlo de otra manera”). Usa un tono calmado y postura abierta: tu regulación contagia calma y enseña cómo gestionar los momentos difíciles. Con este ejemplo, los niños aprenden respeto, cooperación y autocontrol.

Un recurso práctico para momentos cotidianos: si no quiere recoger, valida (“sé que quieres seguir jugando”) y ofrece opciones concretas (“¿prefieres empezar por los bloques o por los coches?”). Cuando haya lágrimas, acompaña y nombra la emoción (“estás muy enfadado; estoy contigo”). Esta combinación de empatía y límites transforma conflictos en oportunidades de aprendizaje.

Principios para la disciplina positiva

Si tanto tú como el entorno más cercano utilizan la disciplina positiva para ayudar a los niños y adolescentes en su educación, podrás darte cuenta cómo todo merecerá la pena. Es necesario seguir estos principios sobre la disciplina positiva para que los hogares puedan educar con unos valores positivos:

  • Ayuda a tu hijo a sentir su conexión con la familia y el entorno más cercano.
  • Ayuda a tu hijo a sentirse importante.
  • Fomenta el respeto mutuo con firmeza y con suavidad al mismo tiempo. Ser flexible es el secreto.
  • Ten en cuenta siempre lo que tu hijo piensa, siente, aprende y decide sobre sí mismo para saber qué hacer y cómo guiarle en el futuro.
  • La enseñanza de habilidades sociales y para la vida son imprescindibles que los enseñes cada día (el respeto, el cuidado por los demás, la comunicación, la cooperación y la resolución de problemas).
  • Anima a tu hijo a saber todo su potencial y sus capacidades.

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Para poner en práctica estos principios, recuerda algunos puntos clave:

  • Conecta antes de corregir: busca la mirada, baja a su altura y muestra comprensión. La conexión abre la puerta a la cooperación.
  • Límites claros y coherentes: pocos, relevantes y repetidos con calma. Las reglas se acuerdan, se recuerdan y se aplican sin gritos.
  • Consecuencias lógicas en lugar de castigos: relacionadas con la conducta, respetuosas y enfocadas en reparar, no en hacer daño.
  • Instrucciones en positivo: di lo que sí se puede hacer y concreta el cómo. Esto guía la acción y reduce la oposición.
  • Participación del niño: ofrece opciones limitadas, involúcralo en la búsqueda de soluciones y celebra el esfuerzo, no solo el resultado.
  • Reuniones familiares: momentos breves para escuchar a todos, acordar reglas, planear y reconocer avances. Favorecen el sentido de pertenencia.
  • Autocuidado del adulto: tu calma es una herramienta educativa. Prioriza rutinas que te ayuden a responder y no a reaccionar.

Integrar esta mirada impacta en toda la dinámica familiar: menos gritos, más colaboración, conflictos que se resuelven con diálogo y un clima donde cada miembro se siente visto, valorado y capaz. La disciplina positiva no es permisividad: es firmeza con respeto, límites que cuidan y enseñan, y una relación que se vuelve la base segura desde la que los niños crecen con confianza, autonomía y habilidades para la vida.

Adoptar este enfoque transforma tanto la experiencia de los niños como la de los adultos: al priorizar la conexión, establecer límites con respeto y enseñar habilidades emocionales y sociales, la convivencia mejora, se reduce el estrés cotidiano y se construye un vínculo sólido que acompaña para siempre.

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