La respiración es esencial y es el elemento clave para la salud, la armonía y la tranquilidad de cada individuo. Durante el embarazo, además no solo respiramos para nosotras mismas sino también para el bebé que se encuentra en el útero. Por tanto, es fundamental saber respirar correctamente.
El ejercicio diario de respiración, si se lleva a cabo con compromiso y concentración, nos ayuda a encontrar el equilibrio interior y la calma, dos elementos necesarios para vivir con plenitud y serenidad todos los aspectos de la vida.
Además, la respiración profunda ayuda al cuerpo a armonizar con la fuerza de la gravedad, brindándonos estabilidad y permitiéndonos liberar tensiones. Y esto, durante el embarazo, es primordial.
Hoy os dejo un artículo bastante difícil al que estoy acostumbrada a escribir pero que es importante y esencial en esta etapa de nuestras vidas. Aprender a controlar la respiración nos permite poder controlar otros aspectos como el estrés o las contracciones en el momento del parto. Así que, aunque a veces no se le de mucha importancia, la tiene.
De hecho, si nos paramos a pensar, antes de dar a luz se recomienda hacer una serie de ejercicios, entre los cuales, nos enseñan a respirar. Pues bien, la idea que vengo a ofreceros hoy es que no tenemos por qué dejar este aprendizaje solo al último momento del embarazo sino que nos sirve para todo el embarazo en sí, e incluso para más allá.
Embarazo y respiración
La respiración, cuando se hace correctamente, juega un papel importante durante el trabajo del parto, sobre todo durante las contracciones más intensas. De hecho, durante esta fase, las respiraciones profundas pueden ayudarte a armonizarte con tu cuerpo.
Práctica
Proponemos el siguiente ejercicio, a realizar si es posible al aire libre o en una habitación bien ventilada.
Siéntate cómodamente en el suelo, apoyando la zona lumbar contra una pared o mueble, si es necesario. Dobla las piernas y crúzalas, o simplemente mantenlas rectas frente a ti.
Cierra los ojos y concéntrate en tu respiración. Mientras exhalas, relaja todo tu cuerpo. Deja que su pelvis descanse firmemente en el suelo, estirando y enderezando la zona de la espalda hacia el suelo. Estira la nuca dejando caer la barbilla hacia el pecho.
Afloja los hombros dejándolos caer y relaja el abdomen y el suelo pélvico. Coloca la palma de tu mano en la parte inferior del abdomen y escucha el ritmo de tu respiración.
Cuando estés lista, comienza a concentrarte en la exhalación, exhalando por la boca e inhalando por la nariz. Trata de sentir la exhalación que comienza desde la parte superior de la columna y desciende progresivamente, vértebra a vértebra, hasta el sacro.
A partir de este punto, intenta sentir que la exhalación continúa hacia abajo. Al mismo tiempo, sentirás que tu vientre se vacía a medida que se aleja de tus manos cuando la presión en tu abdomen disminuye gradualmente.
Haz una pausa por un segundo.
Ahora inhala lentamente tratando de mantener la pelvis apoyada firmemente en el suelo. Deja que el aire entre en tu cuerpo de forma lenta y sin esfuerzo, siguiendo tu ritmo natural. Trata de sentir la inhalación subiendo desde la base de la pelvis a lo largo de la columna, hasta la base del cráneo, abriéndose y aligerando su interior.
Al mismo tiempo, trata de sentir cómo se expande el vientre contra tus manos a medida que aumenta la presión en el abdomen. Continúa respirando de esta manera, dejando que la respiración dentro y fuera de tu cuerpo acaricie tu columna vertebral como una ola, con un ritmo tranquilo y natural. Deberías poder sentir el movimiento flotante de la respiración en el abdomen debajo de tus manos, mientras el pecho permanece calmado y quieto.
Después de cinco o diez minutos, coloca las palmas de las manos sobre las rodillas. Concéntrate en el movimiento rítmico de la respiración y quédate relajada en silencio durante unos segundos.
Trata de permanecer consciente de tu respiración y concéntrate exhalando profunda y lentamente e inhalando sin forzar.
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