No es la primera vez que hablamos de la seguridad infantil durante la práctica deportiva, sin embargo es un tema que periódicamente todos debemos revisar a fin de prevenir el mayor número de lesiones posibles. El ejercicio físico es bueno para la salud porque permite el equilibrio energético y actúa como prevención del sobrepeso y obesidad, además nos sienta bien.
Todo el ejercicio físico no es deporte, eso está claro; cuando lo es implica unas rutinas y una intensidad que quizás son predisponentes (junto a otros factores) a que se produzcan distintos tipos de lesiones. Es por eso que voy a hacer hincapié en los distintos aspectos a tener en cuenta para favorecer la evitación de riesgos.
En general tendremos en cuenta las causas de las lesiones, la idoneidad de las superficies sobre las que se practica deporte, el equipamiento y los entrenamientos
Lesiones deportivas infantiles
A veces el riesgo de lesión aumenta simplemente por el hecho de la convivencia entre niños de diferentes edades. Diferentes edades que – por supuesto – implican diferentes fuerzas, tamaños, peso, etc. No ocurre en las competiciones, pero es frecuente en la práctica recreativa, por ejemplo mi hija juega a hockey con niños y niñas de entre 9 años (su edad) y 16, es evidente que si uno de los mayores no controla la frenada y colisionan, se puede hacer daño, afortunadamente las características de este deporte obligan a llevar puestas protecciones específicas.
La falta de percepción del riesgo inherente a la infancia es causante también de lesiones. Pero no es sólo lo que ya hemos mencionado: defectos en la pista de juego, equipamiento de protección inadecuado, falta de supervisión por parte de los adultos… también influirán. Es muy importante adoptar una cultura preventiva que permita valorar de forma más global todos los factores mencionados, y actuar sobre ellos para mejorarlos.
Hay una forma fácil de clasificar las lesiones, y no me voy a extender mucho, que engloba: lesiones agudas, (repentinas, como un esguince), por sobrecarga y recidivantes (ocurren si la práctica deportiva se reanuda antes de la curación). Al parecer, algunos datos apuntan a que los esguinces son las lesiones más comunes.
Riesgos que se evitan gracias al equipamiento
Las recomendaciones que os podría dar serían de sentido común, y aquí debo volver a mencionar el equipamiento en algunos deportes, para recordar que la mejor decisión es proteger (y prevenir) a los niños para evitar males mayores. Es decir (y por ejemplo) salir un domingo toda la familia con la bicicleta implica, o debería hacerlo, la conveniencia de utilizar casco de protección.
Además hay prácticas que requieren protectores en las articulaciones, para la zona inguinal o los ojos
Y no solo protecciones, porque ¿sabéis? a veces una suela de zapatilla muy gastada puede provocar resbalones, una raqueta muy floja entraña sus riesgos. En definitiva se trata de que nos tomemos muy en serio el equipamiento básico y específico de los deportes que practican nuestros hijos; porque no es lo mismo jugar al ‘corre que te pillo’ en el parque, que dirigir el objetivo a que tu equipo gane, en el segundo caso las acciones (a pesar de la deportividad) son previsiblemente más duras.
A la hora del entrenamiento
Una responsabilidad compartida
Los padres nos preocupamos por que nuestros hijos practiquen deporte, compramos los equipamientos, hacemos el esfuerzo de acompañarles a entrenamientos y partidos; lo que esté en nuestras manos podemos hacerlo, y aún más. Los entrenadores transmiten técnicas, y los niños aprenden, pero hay más ‘actores’ en juego, como veremos ahora.
Sería deseable también que los clubes se preocuparan por el mantenimiento de las instalaciones, y que las administraciones gestionaran las demandas de ciudadanos y entidades. Un boquete puede provocar una torcedura, hay superficies que son más amables en caso de caídas (la madera frente al cemento) … es un tema complejo que hoy no podemos abordar porque se necesitaría mucho más espacio, pero queda pendiente.
Como pendiente queda la actitud desmesurada hacia la victoria que ocasiona situaciones vergonzantes: deportividad frente a competitividad, y lo dejo por hoy aquí
Por último me gustaría destacar, que en esto de la práctica deportiva, se requiere un mínimo de voluntariedad y motivación, porque – la verdad – que el niño haga deporte para que yo me sienta orgullosa, no tiene demasiado sentido. Como he dicho, el ejercicio físico no pasa necesariamente por la práctica deportiva, y la felicidad de los más pequeños también se debe valorar.