Se requiere motivación, disciplina y determinación para restringir la ingesta de alimentos, por lo que los adolescentes desarrollan reglas estrictas y, a menudo, las recompensas son externas (por ejemplo, elogios de otros). Si rompes una regla que te has fijado, te sientes débil y no te gusta un fracaso… incluso pueden pensar que son codiciosos.
La codicia, la indulgencia y el egoísmo son malas palabras en la sociedad occidental y pueden llevar a la culpa. Una vez que se rompen las reglas, los adolescentes en riesgo tienden a salirse de los rieles y comen excesivamente los alimentos prohibidos.
Esto puede llevar a rituales de comer de manera compulsiva y que les genere obesidad. Según la pirámide de Maslow, las personas deben satisfacer necesidades básicas como comer, dormir, agua, salud y seguridad antes de poder luchar por la autoestima y la autoactualización.
Las personas que hacen dieta se están privando de estas necesidades en un intento de auto-realización. Comprometen su salud, sus relaciones y sus metas y aspiraciones a medida que se preocupan por la comida, el ejercicio y el peso, convirtiéndose en prisioneros de sus propios hábitos. Terminan solos, agotados y sintiéndose como un fracaso, y odian sus cuerpos sin importar el tamaño que tengan, ya que la perfección es inalcanzable. Aquí es donde la depresión, la autolesión y el suicidio se convierten en posibilidades entre los adolescentes.
Cuidado con estas señales de advertencia
- Pérdida o ganancia de peso de manera fluctuante (bulimia, anorexia)
- Mucho ejercicio
- Evitar situaciones sociales
- Pensamiento rígido de todo o nada
- Aislamiento
- Pasar demasiado tiempo en redes sociales
- Poner excusas para no comer
- Exigencias alimentarias
- Ponerse a la defensiva cuando se le ofrece ayuda
- Usar ropa que “disimula”
- Síntomas de depresión, ansiedad o trastorno obsesivo compulsivo (TOC)
Si crees que tu hijo/a no acepta su cuerpo, es necesario buscar ayuda profesional para que sus pensamientos no se vuelvan obsesivos.